Hebreos
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Hebreos capítulo 1
1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por quien asimismo hizo el universo;
3 quien, siendo el resplandor de su gloria y la imagen misma de su sustancia, y sustentando todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo hecho la purificación de nuestros pecados por sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,
4 hecho tanto más superior a los ángeles, cuanto que ha heredado más excelente nombre que ellos.
5 Porque, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, hoy yo te he engendrado? Y otra vez dice: Yo le seré Padre, y él me será hijo.
6 Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en la tierra, dice: Y adórenlo todos los ángeles de Dios.
7 Y ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, y a sus ministros llama de fuego.
8 Mas al Hijo dice: Tu trono, oh Dios, es por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino;
9 has amado la justicia y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros.
10 Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obras de tus manos;
11 ellos perecerán, mas tú permaneces; y todos ellos se envejecerán como una vestidura,
12 y como un manto los envolverás, y serán mudados; mas tú eres el mismo, y tus años no acabarán.
13 Pero ¿a cuál de los ángeles dijo jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?
14 ¿No son todos espíritus servidores enviados para servicio a favor de los que han de heredar la salvación?
Hebreos capítulo 2
1 Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos.
2 Porque si la palabra dicha por los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución,
3 ¿cómo escaparemos nosotros, si tuviéremos en poco una salvación tan grande? La cual, habiendo comenzado a ser publicada por el Señor, nos fue confirmada por los que lo oyeron,
4 testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversas maravillas y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.
5 Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, del cual hablamos.
6 Pero uno testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él? ¿O el hijo del hombre, para que lo visites?
7 Tú lo hiciste un poco menor que los ángeles, lo coronaste de gloria y de honra, y lo pusiste sobre las obras de tus manos;
8 todas las cosas sujetaste debajo de sus pies. Porque, en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero ahora no vemos todavía que todas las cosas le sean sujetas.
9 Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra por el padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustara la muerte por todos.
10 Porque convenía que aquel por cuya causa son todas las cosas y por el cual todas las cosas subsisten, habiendo de llevar a muchos hijos a la gloria, perfeccionara por aflicciones al autor de la salvación de ellos.
11 Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,
12 diciendo: Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la congregación te alabaré.
13 Y otra vez: Yo confiaré en él. Y otra vez: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio.
14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,
15 y librar a los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.
16 Porque ciertamente no tomó a los ángeles, sino que tomó a la simiente de Abraham.
17 Por eso debía ser en todo semejante a los hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel Sumo Sacerdote en lo que concierne a Dios, para expiar los pecados del pueblo.
18 Pues por cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.
Hebreos capítulo 3
1 Por tanto, hermanos santos, participantes de la vocación celestial, considerad al Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús,
2 el cual es fiel al que lo constituyó, como también lo fue Moisés en toda su casa.
3 Porque este es estimado digno de mayor gloria que Moisés, por cuanto tiene mayor honra que la casa el que la edificó.
4 Porque toda casa es edificada por alguien; mas el que creó todas las cosas es Dios.
5 Y Moisés a la verdad fue fiel en toda su casa, como siervo, para testimonio de lo que se había de decir;
6 mas Cristo, como hijo, sobre su casa; la cual casa somos nosotros, si retuviéremos firme hasta el fin la confianza y la gloria de la esperanza.
7 Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz,
8 no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto,
9 donde me tentaron vuestros padres; me probaron y vieron mis obras cuarenta años.
10 A causa de lo cual me indigné con aquella generación y dije: Siempre yerran en su corazón, y no han conocido mis caminos.
11 Juré, pues, en mi ira: No entrarán en mi reposo.
12 Mirad, hermanos, que en ninguno de vosotros haya corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo;
13 antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy, para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado;
14 porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin el principio de nuestra confianza;
15 entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.
16 Porque algunos de los que habían salido de Egipto con Moisés, habiendo oído, provocaron a Dios, aunque no todos.
17 Mas ¿con quiénes estuvo indignado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto?
18 ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que no creyeron?
19 Y vemos que no pudieron entrar por causa de su incredulidad.
Hebreos capítulo 4
1 Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado.
2 Porque también a nosotros se nos ha anunciado el evangelio como a ellos; mas no les aprovechó la palabra oída, no habiendo sido mezclada con fe por los que la oyeron.
3 Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que él dijo: Como juré en mi ira: No entrarán en mi reposo; aunque estaban acabadas sus obras desde el principio del mundo.
4 Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día.
5 Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo.
6 Así que, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero fue anunciado el evangelio no entraron por causa de la incredulidad,
7 otra vez determina cierto día, diciendo por David: Hoy, después de tanto tiempo, como está dicho: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.
8 Porque si Josué les hubiera dado el reposo, Dios no habría hablado después de otro día.
9 Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.
10 Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado él mismo de sus obras, como Dios de las suyas.
11 Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de incredulidad.
12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
13 Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
14 Por tanto, teniendo un gran Sumo Sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.
15 Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no se pueda compadecer de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
Hebreos capítulo 5
1 Porque todo sumo sacerdote, tomado de entre los hombres, es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados;
2 que pueda compadecerse de los ignorantes y extraviados, puesto que él mismo está rodeado de debilidad;
3 y por esta causa debe ofrecer por los pecados, tanto por el pueblo como también por sí mismo.
4 Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado de Dios, como lo fue Aarón.
5 Así también Cristo no se glorificó a sí mismo haciéndose Sumo Sacerdote, sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy;
6 como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.
7 El cual, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte, fue oído por su temor reverente.
8 Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia;
9 y habiendo sido hecho perfecto, vino a ser causa de eterna salvación a todos los que lo obedecen;
10 nombrado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.
11 Del cual tenemos mucho que decir, y difícil de declarar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír.
12 Porque debiendo ser ya maestros a causa del tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche y no de alimento sólido.
13 Porque cualquiera que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño;
14 mas el alimento sólido es para los que son maduros, para los que por la costumbre tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.
Hebreos capítulo 6
1 Por tanto, dejando los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección, no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas y de la fe en Dios,
2 de la doctrina de bautismos, y de la imposición de manos, y de la resurrección de los muertos, y del juicio eterno.
3 Y esto haremos, si a la verdad Dios lo permitiere.
4 Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados, y gustaron el don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo,
5 y asimismo gustaron la buena palabra de Dios, y los poderes del siglo venidero,
6 y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndolo a vituperio.
7 Porque la tierra que embebe el agua que muchas veces viene sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios;
8 mas la que produce espinas y abrojos es reprobada y cercana a maldición, cuyo fin es ser quemada.
9 Pero de vosotros, oh amados, esperamos mejores cosas, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así.
10 Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado a su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndolos aún.
11 Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma diligencia hasta el fin, para plena certeza de la esperanza,
12 para que no seáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.
13 Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, puesto que no tenía otro mayor por quien jurar, juró por sí mismo,
14 diciendo: De cierto, bendiciendo te bendeciré, y multiplicando te multiplicaré.
15 Y así, habiendo esperado pacientemente, alcanzó la promesa.
16 Porque los hombres ciertamente juran por el que es mayor que ellos, y el juramento para confirmación es, para ellos, el fin de toda controversia.
17 Por eso, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento,
18 para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo, los que nos hemos refugiado para aferrarnos de la esperanza propuesta;
19 la cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo,
20 donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.
Hebreos capítulo 7
1 Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, el cual salió a recibir a Abraham cuando volvía de la derrota de los reyes, y lo bendijo,
2 a quien asimismo Abraham dio los diezmos de todo, cuyo nombre primeramente se traduce Rey de justicia, y luego también Rey de Salem, que es, Rey de paz;
3 sin padre, sin madre, sin genealogía, que no tiene principio de días ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.
4 Considerad, pues, cuán grande era este, a quien aun el patriarca Abraham dio diezmos del botín.
5 Y ciertamente los que, de entre los hijos de Leví, reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, esto es, de sus hermanos, aunque también ellos hayan salido de las entrañas de Abraham.
6 Mas aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos tomó de Abraham los diezmos y bendijo al que tenía las promesas.
7 Y sin contradicción alguna, el menor es bendecido por el mayor.
8 Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; mas allí, aquel del que se testifica que vive.
9 Y, por decirlo así, también Leví, que recibe los diezmos, diezmó por medio de Abraham,
10 porque aún estaba en las entrañas de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.
11 Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantara otro sacerdote según el orden de Melquisedec, y que no fuera llamado según el orden de Aarón?
12 Pues cambiado el sacerdocio, es necesario que se haga también cambio de la ley.
13 Porque aquel de quien se dice esto pertenece a otra tribu, de la cual nadie atendió al altar.
14 Porque es evidente que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, sobre cuya tribu nada habló Moisés tocante al sacerdocio.
15 Y aun es mucho más evidente si, a semejanza de Melquisedec, se levanta otro sacerdote,
16 el cual no es hecho conforme a la ley del mandamiento carnal, sino según el poder de una vida indestructible;
17 pues él testifica: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.
18 Porque ciertamente el mandamiento precedente es abrogado por su debilidad e inutilidad;
19 porque la ley nada perfeccionó, mas lo hizo la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.
20 Y por cuanto no fue sin juramento
21 (porque los otros, ciertamente, sin juramento fueron hechos sacerdotes; mas este, con juramento por el que le dijo: Juró el Señor y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec),
22 tanto más es hecho Jesús fiador de un pacto mejor.
23 Y los otros, ciertamente, llegaron a ser muchos sacerdotes, porque por la muerte no podían permanecer.
24 Mas este, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable;
25 por lo cual puede también salvar eternamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.
26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los cielos;
27 que no tuviera necesidad cada día, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo, porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
28 Porque la ley constituye sumos sacerdotes a hombres débiles; mas la palabra del juramento, que fue después de la ley, constituye al Hijo, hecho perfecto para siempre.
Hebreos capítulo 8
1 Así que el punto principal de lo dicho es: Tenemos tal sumo sacerdote que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos,
2 ministro del santuario y del verdadero tabernáculo que el Señor levantó y no el hombre.
3 Porque todo sumo sacerdote es puesto para presentar ofrendas y sacrificios, por lo cual fue necesario que también este tuviera algo que ofrecer.
4 Así que, si estuviera sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún los sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley;
5 los cuales sirven de ejemplo y sombra de las cosas celestiales, como Moisés fue advertido por Dios cuando estaba por acabar el tabernáculo, porque él dijo: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte.
6 Pero ahora él ha alcanzado un ministerio mucho mejor, por cuanto es mediador de un mejor pacto, el cual ha sido establecido sobre mejores promesas.
7 Porque si aquel primer pacto hubiera sido sin falta, nunca se habría procurado lugar para un segundo.
8 Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto;
9 no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.
10 Porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre el corazón de ellos las escribiré; y les seré por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo;
11 y nadie enseñará a su prójimo, ni nadie a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor.
12 Porque seré misericordioso con sus injusticias, y de sus pecados y de sus iniquidades no me acordaré más.
13 Al decir: Nuevo pacto, dio por viejo el primero; y lo que es dado por viejo y se envejece, está próximo a desvanecerse.
Hebreos capítulo 9
1 Ahora bien, el primer pacto también tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal.
2 Porque el tabernáculo fue hecho así: en la primera parte, en la que estaba el candelabro, y la mesa, y los panes de la proposición; lo que se llama el Lugar Santo.
3 Y tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo,
4 el cual tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que había una urna de oro que contenía el maná, y la vara de Aarón que floreció, y las tablas del pacto;
5 y sobre ella, los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio; de lo que ahora no se puede hablar en particular.
6 Y cuando estas cosas así se ordenaron, los sacerdotes siempre entraban en el primer tabernáculo para hacer los oficios del culto;
7 pero en el segundo, sólo entraba el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrecía por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo;
8 dando a entender el Espíritu Santo esto, que aún no estaba descubierto el camino para el Lugar Santísimo, entre tanto que el primer tabernáculo estuviera en pie.
9 Lo cual era figura de aquel tiempo, en el cual se ofrecían presentes y sacrificios que no podían hacer perfecto al que servía, en cuanto a la conciencia;
10 que sólo consistía en comidas y en bebidas, y en diversos lavamientos y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de la reforma del pacto.
11 Mas estando ya presente Cristo, Sumo Sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho con las manos, esto es, no de esta creación,
12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.
13 Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y la ceniza de la becerra rociada sobre los inmundos, santifican para la purificación de la carne,
14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, quien por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de las obras muertas para que sirváis al Dios vivo?
15 Así que, por eso es mediador del nuevo testamento, para que interviniendo la muerte para la redención de las transgresiones que había bajo el primer testamento, los que son llamados reciban la promesa de la herencia eterna.
16 Porque donde hay un testamento, es necesario que intervenga la muerte del testador.
17 Porque el testamento con la muerte es confirmado; de otra manera no es válido entre tanto que el testador vive.
18 Por eso, ni aun el primero fue consagrado sin sangre.
19 Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos según la ley a todo el pueblo, tomando la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua y lana de grana e hisopo, roció al mismo libro, y también a todo el pueblo,
20 diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado.
21 Y además de esto roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio.
22 Y casi todo es purificado con sangre, según la ley; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.
23 Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fueran purificadas con estas cosas; pero las cosas celestiales mismas con mejores sacrificios que estos.
24 Porque no entró Cristo en los lugares santos hechos con manos, que son figuras de los verdaderos, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros en la presencia de Dios;
25 y no para ofrecerse muchas veces a sí mismo, como entra el sumo sacerdote en los lugares santos cada año con sangre ajena;
26 de otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; mas ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para abolir el pecado.
27 Y de la manera que está establecido a los hombres que mueran una vez, y después de esto el juicio,
28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para cargar con los pecados de muchos; y la segunda vez será visto, sin pecado, por los que lo esperan para salvación.
Hebreos capítulo 10
1 Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, pero no la imagen misma de esas cosas, nunca puede hacer perfectos a los que se acercan, por los mismos sacrificios que ellos ofrecen continuamente cada año.
2 De otra manera cesarían de ofrecerse, porque los que tributan este culto, una vez limpios, no tendrían más conciencia de pecado.
3 Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados.
4 Porque es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.
5 Por lo cual, entrando en el mundo, dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste, mas me preparaste cuerpo;
6 holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.
7 Entonces dije: He aquí que vengo (en el rollo del libro está escrito de mí) para hacer, oh Dios, tu voluntad.
8 Diciendo arriba: Sacrificio y ofrenda, y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste ni te agradaron (las cuales se ofrecen según la ley),
9 entonces dijo: He aquí que vengo para hacer, oh Dios, tu voluntad. Quita lo primero para establecer lo segundo.
10 Por cuya voluntad somos santificados, mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.
11 Y ciertamente todo sacerdote está en pie cada día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados;
12 pero este, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio para siempre, está sentado a la diestra de Dios,
13 esperando lo que falta, hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.
14 Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
15 Y de lo mismo nos testifica el Espíritu Santo, porque después de haber dicho previamente:
16 Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Daré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré;
17 añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados e iniquidades.
18 Pues donde hay remisión de estos, no hay más ofrenda por el pecado.
19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús,
20 por el camino nuevo y vivo que él nos consagró, por el velo, esto es, por su carne;
21 y teniendo un gran Sacerdote sobre la casa de Dios,
22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
23 Mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza sin fluctuar, porque fiel es el que hizo la promesa;
24 y considerémonos los unos a los otros para provocarnos al amor y a las buenas obras;
25 no dejando nuestra congregación, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto que veis que aquel día se acerca.
26 Porque si pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por el pecado,
27 sino una horrenda expectación de juicio y hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.
28 El que desechaba la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos moría sin ninguna misericordia;
29 ¿de cuánto mayor castigo pensáis que será digno el que hollare al Hijo de Dios, y tuviere por común la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?
30 Porque sabemos quién es el que dijo: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo.
31 Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo.
32 Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, soportasteis un gran combate de aflicciones;
33 por una parte, fuisteis hechos espectáculo con vituperios y tribulaciones, y por otra parte, fuisteis hechos compañeros de los que así eran tratados.
34 Porque os compadecisteis también de mí en mis cadenas, y el despojo de vuestros bienes padecisteis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una posesión mejor en los cielos, y que permanece.
35 No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene gran remuneración,
36 porque os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
37 Porque aún un poquito y el que ha de venir vendrá, y no tardará.
38 Mas el justo vivirá por la fe; pero si se retirare, mi alma no se complacerá en él.
39 Pero nosotros no somos de los que se retiran para perdición, sino de los fieles para la preservación del alma.
Hebreos capítulo 11
1 Es, pues, la fe la sustancia de lo que se espera, la demostración de lo que no se ve.
2 Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.
3 Por la fe entendemos haber sido compuesto el universo por la palabra de Dios, para así hacer lo que se ve de lo que no se veía.
4 Por la fe Abel ofreció a Dios mayor sacrificio que Caín, por la cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.
5 Por la fe Enoc fue trasladado para no ver la muerte, y no fue hallado, porque lo trasladó Dios. Y antes que fuera trasladado, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.
6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe, y que es galardonador de los que lo buscan.
7 Por la fe Noé, habiendo sido advertido por Dios de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvara; por la cual condenó al mundo y fue hecho heredero de la justicia que es por la fe.
8 Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir por heredad; y salió sin saber a dónde iba.
9 Por la fe habitó en la tierra prometida como en tierra ajena, habitando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa,
10 porque esperaba la ciudad con fundamentos, de la cual Dios es el artífice y constructor.
11 Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerzas para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque tuvo por fiel al que lo había prometido.
12 Por lo cual también nacieron de uno, y ese ya como muerto, como las estrellas del cielo en multitud y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.
13 Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido las promesas, sino mirándolas de lejos, y creyéndolas, y saludándolas, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.
14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria.
15 Pues si se acordaran de aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo para volverse.
16 Pero ahora desean una mejor, es decir, la celestial, por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, porque les había preparado una ciudad.
17 Por la fe ofreció Abraham, cuando fue probado, a Isaac, y el que había recibido las promesas ofrecía a su unigénito,
18 habiéndole sido dicho: En Isaac te será llamada descendencia;
19 pensando que Dios es poderoso para levantar aun de los muertos, de donde también lo volvió a recibir por figura.
20 Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras.
21 Por la fe Jacob, muriéndose, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose sobre el extremo de su vara.
22 Por la fe José, al morir, hizo mención del éxodo de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos.
23 Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque lo vieron hermoso niño, y no temieron el decreto del rey.
24 Por la fe Moisés, siendo ya mayor, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón,
25 escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios que gozar temporalmente del placer del pecado,
26 teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la remuneración.
27 Por la fe dejó Egipto, no temiendo la ira del rey, porque se sostuvo como viendo al Invisible.
28 Por la fe celebró la Pascua y la aspersión de la sangre, para que el que mataba a los primogénitos no los tocara.
29 Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentándolo los egipcios, se ahogaron.
30 Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días.
31 Por la fe Rahab, la ramera, no pereció juntamente con los incrédulos, habiendo recibido a los espías en paz.
32 ¿Y qué más diré? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas;
33 que por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones,
34 apagaron el ímpetu del fuego, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de la debilidad, fueron hechos fuertes en la batalla, derrotaron ejércitos extranjeros.
35 Las mujeres recibieron a sus muertos por resurrección; mas otros fueron torturados, no aceptando el rescate, para ganar mejor resurrección;
36 otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto, cadenas y cárceles;
37 fueron apedreados, aserrados, tentados, muertos a espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados;
38 de los cuales el mundo no era digno; perdidos por los desiertos, y por los montes, y por las cuevas, y por las cavernas de la tierra.
39 Y todos estos, habiendo obtenido buen testimonio por la fe, no recibieron la promesa,
40 proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fueran perfeccionados sin nosotros.
Hebreos capítulo 12
1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera puesta delante de nosotros,
2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien, por el gozo puesto delante de él, sufrió la cruz, menospreciando la vergüenza, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
3 Considerad, pues, a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que no os fatiguéis desmayando en vuestros ánimos.
4 Aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado;
5 y ya os habéis olvidado de la exhortación que se os dirige como a hijos, diciendo: Hijo mío, no menosprecies el castigo del Señor ni desmayes cuando eres reprendido por él.
6 Porque el Señor al que ama castiga, y azota a todo aquel que recibe por hijo.
7 Si soportáis el castigo, Dios os trata como a hijos; porque, ¿qué hijo es aquel a quien el padre no castiga?
8 Mas si estáis sin castigo, del cual todos han sido hechos participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.
9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres según la carne que nos castigaban, y los respetábamos; ¿por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?
10 Y aquellos, a la verdad, por pocos días nos castigaban como a ellos les parecía, mas este para lo que nos es provechoso, a fin de que participemos de su santidad.
11 Ciertamente ningún castigo al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; mas después da fruto apacible de justicia a los que por él son ejercitados.
12 Por tanto, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas,
13 y haced sendas derechas para vuestros pies, a fin de que lo que es cojo no salga del camino, sino que sea sanado.
14 Seguid la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor;
15 mirando bien que a nadie le falte la gracia de Dios, que ninguna raíz de amargura brotando os perturbe, y por ella muchos sean contaminados;
16 que ninguno sea fornicario o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura.
17 Porque ya sabéis que después, deseando heredar la bendición, fue rechazado, porque no halló lugar para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.
18 Porque no os habéis acercado al monte que se podía tocar, y al fuego encendido, y a la oscuridad, y a las tinieblas, y a la tempestad,
19 y al sonido de la trompeta, y a la voz de las palabras, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablara más,
20 porque no podían soportar lo que se mandaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada o atravesada con dardo.
21 Y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando.
22 Mas os habéis acercado al monte de Sion, y a la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial, y a la compañía de muchos millares de ángeles,
23 y a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, y a Dios, el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos perfectos,
24 y a Jesús, el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.
25 Mirad que no rechacéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que rechazaron al que los advertía en la tierra, mucho menos nosotros, si nos apartáramos del que habla desde los cielos.
26 La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y yo conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo.
27 Y esta palabra: Aún una vez, indica la mudanza de las cosas movibles, como de cosas hechas, para que las inamovibles permanezcan.
28 Así que, recibiendo el reino inamovible, retengamos la gracia, por la cual sirvamos a Dios gratamente, con temor y reverencia,
29 porque nuestro Dios es fuego consumidor.
Hebreos capítulo 13
1 Permanezca el amor fraternal.
2 No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.
3 Acordaos de los presos, como estando presos juntamente con ellos; y de los afligidos, como estando también vosotros mismos en el cuerpo.
4 El matrimonio sea honroso en todos, y el lecho sin mancha; mas a los fornicarios y a los adúlteros juzgará Dios.
5 Vuestras costumbres sean sin avaricia, contentos con lo que tenéis, porque él dijo: No te dejaré ni te desampararé.
6 De tal manera que digamos confiadamente: El Señor es mi ayudador, y yo no temeré lo que me hará el hombre.
7 Acordaos de los que os dirigen, que os hablaron la palabra de Dios; la fe de los cuales imitad, considerando el resultado de su conducta.
8 Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.
9 No seáis llevados de acá para allá por doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón en la gracia, no en alimentos, que nunca aprovecharon a los que se ocuparon en ellos.
10 Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven en el tabernáculo.
11 Porque los cuerpos de aquellos animales, cuya sangre es llevada por el sumo sacerdote dentro del santuario a causa del pecado, son quemados fuera del campamento.
12 Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo por su propia sangre, padeció fuera de la puerta.
13 Salgamos, pues, a él fuera del campamento, llevando su vituperio.
14 Porque no tenemos aquí ciudad permanente, mas buscamos la por venir.
15 Así que, por medio de él, ofrezcamos siempre a Dios sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre.
16 Y de hacer bien y de compartir no os olvidéis, porque de tales sacrificios se agrada Dios.
17 Obedeced a los que os dirigen y sujetaos a ellos, porque ellos velan por vuestras almas como aquellos que han de dar cuenta, para que lo hagan con alegría y no gimiendo, porque esto no os es útil.
18 Orad por nosotros, porque confiamos que tenemos buena conciencia, deseando conducirnos bien en todo.
19 Y, aun más, os ruego que lo hagáis así, para que yo os sea restituido más pronto.
20 Y el Dios de paz, que levantó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno,
21 os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
22 Os ruego, pues, hermanos, que soportéis la palabra de exhortación, porque os he escrito brevemente.
23 Sabed que nuestro hermano Timoteo ha sido liberado, con quien, si viniere pronto, iré a veros.
24 Saludad a todos los que os dirigen y a todos los santos. Los de Italia os saludan.
25 La gracia sea con todos vosotros. Amén.