Evangelio Según Mateo (RV-SBT)

 


Mateo

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Mateo capítulo 1 

1 Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.

2 Abraham engendró a Isaac, e Isaac engendró a Jacob, y Jacob engendró a Judá y a sus hermanos,

3 y Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara; y Fares engendró a Esrom, y Esrom engendró a Aram,

4 y Aram engendró a Aminadab, y Aminadab engendró a Naasón, y Naasón engendró a Salmón,

5 y Salmón engendró, de Rahab, a Booz; y Booz engendró, de Rut, a Obed; y Obed engendró a Isaí,

6 e Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón, de la que fue mujer de Urías;

7 y Salomón engendró a Roboam, y Roboam engendró a Abías, y Abías engendró a Asa,

8 y Asa engendró a Josafat, y Josafat engendró a Joram, y Joram engendró a Uzías,

9 y Uzías engendró a Jotam, y Jotam engendró a Acaz, y Acaz engendró a Ezequías,

10 y Ezequías engendró a Manasés, y Manasés engendró a Amón, y Amón engendró a Josías,

11 y Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia.

12 Y después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel engendró a Zorobabel,

13 y Zorobabel engendró a Abiud, y Abiud engendró a Eliaquim, y Eliaquim engendró a Azor,

14 y Azor engendró a Sadoc, y Sadoc engendró a Aquim, y Aquim engendró a Eliud,

15 y Eliud engendró a Eleazar, y Eleazar engendró a Matán, y Matán engendró a Jacob,

16 y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.

17 De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce generaciones; y desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

18 Y el nacimiento de Jesucristo fue así: Estando María su madre desposada con José, antes que se juntaran, se halló que había concebido del Espíritu Santo.

19 Y José, su marido, como era justo y no quería infamarla, se propuso dejarla secretamente.

20 Y pensando él en esto, he aquí el ángel del Señor se le apareció en sueños, diciendo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.

21 Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

22 Y todo esto aconteció para que se cumpliera lo que fue dicho por el Señor por medio del profeta, que dijo:

23 He aquí la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.

24 Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer.

25 Y no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y llamó su nombre JESÚS.


 

Mateo capítulo 2 

1 Y cuando nació Jesús en Belén de Judea en días del rey Herodes, he aquí unos magos vinieron del oriente a Jerusalén,

2 diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el oriente, y venimos a adorarlo.

3 Y al oír esto el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalén con él.

4 Y habiendo convocado a todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo.

5 Y ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta:

6 Y tú, Belén, tierra de Judá, de ninguna manera eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel.

7 Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella;

8 y enviándolos a Belén, dijo: Id y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando lo halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y lo adore.

9 Y ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que, llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.

10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.

11 Y entrando en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro e incienso y mirra.

12 Y siendo avisados por revelación en sueños que no volvieran a Herodes, partieron a su tierra por otro camino.

13 Y después que ellos partieron, he aquí el ángel del Señor se le apareció en sueños a José, diciendo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y quédate allá hasta que yo te lo diga; porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.

14 Y él, despertando, tomó al niño y a su madre de noche, y se fue a Egipto;

15 y estuvo allá hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que fue dicho por el Señor por medio del profeta, que dijo: De Egipto llamé a mi Hijo.

16 Entonces Herodes, al verse burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en todos sus términos, de dos años para abajo, conforme al tiempo que había indagado de los magos.

17 Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo:

18 Voz fue oída en Ramá, gran lamentación, lloro y gemido: Raquel que llora a sus hijos, y no quiso ser consolada, porque ya no están.

19 Pero después que murió Herodes, he aquí el ángel del Señor se le apareció en sueños a José en Egipto,

20 diciendo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y vete a tierra de Israel; porque han muerto los que procuraban la muerte del niño.

21 Entonces él se levantó, y tomó al niño y a su madre, y se vino a tierra de Israel.

22 Y cuando oyó que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes su padre, temió ir allá; mas avisado por revelación en sueños, se fue a las regiones de Galilea.

23 Y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliera lo que fue dicho por los profetas, que había de ser llamado nazareno.


 

Mateo  capítulo 3

1 Y en aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea,

2 y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.

3 Porque este es aquel de quien fue dicho por el profeta Isaías, que dijo: Voz de uno que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas.

4 Y Juan mismo tenía su vestido de pelo de camello, y un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre.

5 Entonces salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la tierra alrededor del Jordán;

6 y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.

7 Y viendo él a muchos de los fariseos y de los saduceos, que venían a su bautismo, les decía: Generación de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira venidera?

8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,

9 y no penséis decir dentro de vosotros: A Abraham tenemos por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.

10 Y ahora también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.

11 Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; mas el que viene después de mí es más poderoso que yo, del cual no soy digno de llevar el calzado; él os bautizará en el Espíritu Santo y fuego.

12 Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja con fuego que nunca se apagará.

13 Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán, a Juan, para ser bautizado por él.

14 Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?

15 Pero respondiendo Jesús, le dijo: Deja ahora que sea así, porque así nos conviene cumplir toda justicia. Entonces lo dejó.

16 Y Jesús, después que fue bautizado, subió en seguida del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y venía sobre él.

17 Y he aquí una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.


 

Mateo  capítulo 4

1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.

2 Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, después tuvo hambre.

3 Y acercándose a él el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.

4 Mas él, respondiendo, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

5 Entonces el diablo lo llevó a la santa ciudad, y lo puso sobre el pináculo del templo,

6 y le dijo: Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque escrito está: A sus ángeles mandará por ti, y te llevarán en las manos, no sea que tropieces con tu pie en piedra.

7 Jesús le dijo: Escrito está además: No tentarás al Señor tu Dios.

8 Otra vez lo llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo, y la gloria de ellos,

9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.

10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.

11 Entonces el diablo lo dejó; y he aquí los ángeles vinieron y lo servían.

12 Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, se volvió a Galilea;

13 y dejando Nazaret, fue y habitó en Capernaúm, ciudad marítima, en los términos de Zabulón y de Neftalí;

14 para que se cumpliera lo que fue dicho por el profeta Isaías, que dijo:

15 Tierra de Zabulón, y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles;

16 el pueblo que habitaba en tinieblas vio gran luz; y a los que habitaban en región y sombra de muerte, luz les amaneció.

17 Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.

18 Y andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red al mar, porque eran pescadores.

19 Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.

20 Y ellos, dejando al instante las redes, lo siguieron.

21 Y pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo, hijo de Zebedeo, y Juan, su hermano, en la barca con Zebedeo, su padre, que remendaban sus redes; y los llamó.

22 Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, lo siguieron.

23 Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

24 Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que estaban enfermos, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, y los endemoniados, y lunáticos, y paralíticos; y los sanó.

25 Y lo siguieron grandes multitudes de Galilea, y de Decápolis, y de Jerusalén, y de Judea, y del otro lado del Jordán.


 

Mateo  capítulo 5

1 Y viendo las multitudes, subió al monte; y sentándose, se acercaron a él sus discípulos.

2 Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo:

3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

4 Bienaventurados los que están tristes, porque ellos serán consolados.

5 Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.

6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.

9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

11 Bienaventurados sois cuando os vituperen y persigan, y digan contra vosotros toda clase de mal por mi causa, mintiendo.

12 Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal perdiere su sabor, ¿con qué será salada? Ya no sirve para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.

14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.

15 Ni se enciende una lámpara y se pone debajo del almud, sino sobre el candelabro, y alumbra a todos los que están en la casa.

16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

17 No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.

18 Porque de cierto os digo: Hasta que pase el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo suceda.

19 De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos más pequeños, y enseñe así a los hombres, será llamado el más pequeño en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos.

20 Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y de los fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

21 Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; mas cualquiera que matare será culpable del juicio.

22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje sin razón contra su hermano, será culpable del juicio; y cualquiera que diga a su hermano: Raca, será culpado del concilio; y cualquiera que diga: Necio, será culpable del fuego del infierno.

23 Por tanto, si trajeres tu ofrenda al altar, y allí te acordares de que tu hermano tiene algo contra ti,

24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.

25 Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino; no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al alguacil, y seas echado en prisión.

26 De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.

27 Oísteis que fue dicho a los antiguos: No cometerás adulterio.

28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya cometió adulterio con ella en su corazón.

29 Y si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.

30 Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; porque mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.

31 También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio.

32 Pero yo os digo que el que repudie a su mujer, excepto por causa de fornicación, hace que ella cometa adulterio; y el que se case con la repudiada, comete adulterio.

33 También habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás; sino que cumplirás tus juramentos al Señor.

34 Pero yo os digo: No juréis de ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios;

35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.

36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer un cabello blanco o negro.

37 Mas sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, del mal procede.

38 Oísteis que fue dicho a los antiguos: Ojo por ojo, y diente por diente.

39 Pero yo os digo: No resistáis al malo; antes a cualquiera que te hiera en tu mejilla derecha, vuélvele también la otra;

40 y al que quiera ponerte pleito y quitarte la túnica, déjale también el manto;

41 y a cualquiera que te cargue por una milla, ve con él dos.

42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.

43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.

44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;

45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos.

46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tenéis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?

47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿que hacéis de más? ¿No hacen también así los publicanos?

48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.


 

Mateo  capítulo 6

1 Guardaos de hacer vuestra limosna delante de los hombres, para ser vistos por ellos; de otra manera no tenéis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.

2 Cuando, pues, hagas limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres. De cierto os digo que ya tienen su recompensa.

3 Mas cuando tú hagas limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha;

4 para que tu limosna sea hecha en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, él te recompensará en público.

5 Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. De cierto os digo que ya tienen su recompensa.

6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.

7 Y al orar, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, porque piensan que por su palabrería serán oídos.

8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis.

9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

11 Danos hoy nuestro pan cotidiano.

12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.

13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.

14 Porque si perdonareis a los hombres sus ofensas, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros.

15 Pero si no perdonareis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.

16 Y cuando ayunéis, no seáis como los hipócritas, con semblante triste; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan. De cierto os digo que ya tienen su recompensa.

17 Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro;

18 para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.

19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde los ladrones minan y hurtan;

20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde los ladrones no minan ni hurtan;

21 porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

22 La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo fuere bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz;

23 pero si tu ojo fuere malo, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?

24 Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se apegará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a Mamón.

25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis, o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo que el vestido?

26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?

27 Mas ¿quién de vosotros podrá, con afanarse, añadir a su estatura un codo?

28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Aprended de los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan;

29 mas os digo que ni aun Salomón, con toda su gloria, se vistió así como uno de ellos.

30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana es echada en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?

31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos vestiremos?

32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas, pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.

33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

34 Así que, no os afanéis por el mañana; porque el mañana traerá su propio afán. Le basta al día su propio mal.


 

Mateo  capítulo 7

1 No juzguéis, para que no seáis juzgados.

2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida con que medís, se os medirá.

3 Y ¿por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no consideras la viga que está en tu ojo?

4 O ¿cómo dirás a tu hermano: Deja que saque de tu ojo la paja, y he aquí la viga en tu ojo?

5 ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claramente para sacar la paja del ojo de tu hermano.

6 No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos; no sea que las hollen con sus patas, y se vuelvan y os despedacen.

7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

8 Porque cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

9 ¿O qué hombre hay de entre vosotros que, si su hijo le pidiere pan, le dará una piedra?

10 ¿Y si le pidiere un pescado, le dará una serpiente?

11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le piden?

12 Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.

13 Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella.

14 Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.

15 Y guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces.

16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?

17 Así, todo buen árbol da buenos frutos; pero el árbol malo da malos frutos.

18 No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.

19 Todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego.

20 Así que, por sus frutos los conoceréis.

21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?

23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.

24 Cualquiera, pues, que oye estas palabras mías, y las hace, lo compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la peña;

25 y cayó la lluvia, y vinieron los torrentes, y soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa, y no cayó; porque estaba fundada sobre la peña.

26 Y cualquiera que oye estas palabras mías, y no las hace, lo compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena;

27 y cayó la lluvia, y vinieron los torrentes, y soplaron los vientos, y azotaron aquella casa, y cayó; y fue grande su ruina.

28 Y aconteció que cuando Jesús acabó estas palabras, las multitudes se admiraban de su doctrina;

29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.


 

Mateo  capítulo 8

1 Y cuando descendió del monte, lo seguían grandes multitudes.

2 Y he aquí un leproso vino y lo adoraba, diciendo: Señor, si quisieres, puedes limpiarme.

3 Y extendiendo Jesús la mano, lo tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra fue limpiada.

4 Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos.

5 Y entrando Jesús en Capernaúm, vino a él un centurión, rogándole,

6 y diciendo: Señor, mi criado yace en casa paralítico, gravemente atormentado.

7 Y Jesús le dijo: Yo iré y lo sanaré.

8 Y respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres debajo de mi techo; mas solamente di la palabra, y mi criado será sanado.

9 Porque también yo soy un hombre bajo autoridad, y tengo bajo de mí soldados; y digo a este: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.

10 Y al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que lo seguían: De cierto os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.

11 Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, e Isaac, y Jacob, en el reino de los cielos;

12 mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

13 Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquel mismo momento.

14 Y vino Jesús a casa de Pedro, y vio a su suegra postrada en cama, y con fiebre.

15 Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó y los servía.

16 Y al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; y echó fuera a los espíritus con la palabra, y sanó a todos los enfermos;

17 para que se cumpliera lo que fue dicho por el profeta Isaías, que dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.

18 Y viendo Jesús una gran multitud a su alrededor, mandó pasar al otro lado del lago.

19 Y acercándose un escriba, le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.

20 Y Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

21 Y otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que primero vaya y entierre a mi padre.

22 Y Jesús le dijo: Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.

23 Y entrando él en la barca, sus discípulos lo siguieron.

24 Y he aquí, sobrevino una gran tempestad en el mar, de manera que la barca estaba cubierta por las olas; mas él dormía.

25 Y se acercaron sus discípulos y lo despertaron, diciendo: Señor, sálvanos, que perecemos.

26 Y él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar, y se hizo una gran bonanza.

27 Y los hombres se maravillaron y decían: ¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar lo obedecen?

28 Y cuando él llegó a la otra ribera, a la región de los gergesenos, le vinieron al encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, muy feroces, de manera que nadie podía pasar por aquel camino.

29 Y he aquí clamaron, diciendo: ¿Qué tenemos contigo, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?

30 Y lejos de ellos había una piara de muchos cerdos paciendo.

31 Y los demonios le rogaron, diciendo: Si nos echas fuera, permítenos ir a aquella piara de cerdos.

32 Y él les dijo: Id. Y ellos salieron, y se fueron a aquella piara de cerdos; y he aquí, toda la piara de cerdos se precipitó por un despeñadero en el mar, y murieron en las aguas.

33 Y los que los apacentaban huyeron y, viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas, y lo que había pasado con los endemoniados.

34 Y he aquí, toda la ciudad salió a encontrar a Jesús; y cuando lo vieron, le rogaban que saliera de sus términos.


 

Mateo  capítulo 9

1 Y entrando en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad.

2 Y he aquí, le trajeron un paralítico que yacía en una cama; y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Confía, hijo; tus pecados te son perdonados.

3 Y he aquí, algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema.

4 Y Jesús, percibiendo sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?

5 Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?

6 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa.

7 Entonces él se levantó y se fue a su casa.

8 Y al verlo, las multitudes se maravillaron y glorificaron a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.

9 Y cuando Jesús se fue de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado en el lugar de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y lo siguió.

10 Y aconteció que, estando él sentado a la mesa en casa, he aquí muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos.

11 Y viendo esto los fariseos, dijeron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?

12 Y al oírlo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.

13 Id, pues, y aprended qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio; porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.

14 Entonces los discípulos de Juan vinieron a él, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?

15 Y Jesús les dijo: ¿Pueden estar de luto los que están de bodas entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.

16 Y nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido, y se hace peor la rotura.

17 Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y se pierden los odres; sino que echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente.

18 Mientras él les decía estas cosas, he aquí vino un hombre principal, y lo adoró, diciendo: Mi hija acaba de morir; mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.

19 Y Jesús se levantó y lo siguió, y también sus discípulos.

20 Y he aquí, una mujer que sufría flujo de sangre desde hacía doce años, acercándose por detrás, tocó el borde de su vestido;

21 porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su vestido, seré salva.

22 Mas Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Confía, hija, tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora.

23 Y cuando llegó Jesús a casa del hombre principal, viendo a los flautistas y a la gente que hacía bullicio,

24 les dijo: Apartaos, porque la muchacha no está muerta, sino que duerme. Y se burlaban de él.

25 Y cuando la gente fue echada fuera, entró y la tomó de la mano, y la muchacha se levantó.

26 Y se difundió esta noticia por toda aquella tierra.

27 Y al irse Jesús de allí, lo siguieron dos ciegos, clamando y diciendo: Ten misericordia de nosotros, Hijo de David.

28 Y cuando llegó a la casa, los ciegos vinieron a él, y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor.

29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho.

30 Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa.

31 Pero cuando ellos salieron, divulgaron su fama por toda aquella tierra.

32 Y tras salir ellos, he aquí, le trajeron un hombre mudo, endemoniado.

33 Y cuando el demonio fue echado fuera, el mudo habló; y las multitudes se maravillaron, diciendo: Nunca se ha visto cosa semejante en Israel.

34 Mas los fariseos decían: Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.

35 Y recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

36 Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban desfallecidas y esparcidas como ovejas que no tienen pastor.

37 Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.

38 Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.


Mateo  capítulo 10

1 Entonces, llamando a sus doce discípulos, les dio potestad sobre los espíritus inmundos, para que los echaran fuera, y sanaran toda enfermedad y toda dolencia.

2 Y los nombres de los doce apóstoles son estos: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Jacobo, hijo de Zebedeo, y Juan su hermano;

3 Felipe, y Bartolomé; Tomás, y Mateo el publicano; Jacobo, hijo de Alfeo, y Lebeo, por sobrenombre Tadeo;

4 Simón el cananita, y Judas Iscariote, el que también lo entregó.

5 A estos doce envió Jesús, y les mandó, diciendo: Por el camino de los gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis;

6 sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.

7 Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado.

8 Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.

9 No os proveáis de oro, ni plata, ni dinero en vuestros cintos;

10 ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bordón; porque el obrero es digno de su alimento.

11 Mas en cualquier ciudad o aldea donde entréis, averiguad quién sea digno en ella, y posad allí hasta que salgáis.

12 Y al entrar en la casa, saludadla.

13 Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros.

14 Y si alguno no os recibiere ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies.

15 De cierto os digo que el castigo será más tolerable para la tierra de los de Sodoma y de los de Gomorra en el día del juicio, que para aquella ciudad.

16 He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas.

17 Y guardaos de los hombres, porque os entregarán en concilios, y en sus sinagogas os azotarán;

18 y aun a gobernadores y a reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles.

19 Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis, porque en aquella hora os será dado qué habéis de hablar.

20 Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.

21 Y el hermano entregará al hermano a la muerte, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y los matarán.

22 Y seréis aborrecidos por todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, este será salvo.

23 Mas cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel hasta que venga el Hijo del hombre.

24 El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor.

25 Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al señor de la casa llamaron Belcebú, ¿cuánto más a los de su casa?

26 Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no se haya de saber.

27 Lo que os digo en tinieblas, decidlo a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados.

28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero el alma no pueden matar; antes temed a aquel que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el infierno.

29 ¿No se venden dos pajarillos por un as? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin que lo quiera vuestro Padre.

30 Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados.

31 Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.

32 Cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.

33 Y cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos.

34 No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada.

35 Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, y a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra.

36 Y los enemigos del hombre serán los de su casa.

37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí.

38 Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.

39 El que halle su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.

40 El que os recibe a vosotros, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, recibe al que me envió.

41 El que recibe a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá.

42 Y cualquiera que dé de beber a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por ser discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.


 

Mateo  capítulo 11

1 Y aconteció que, cuando acabó Jesús de dar mandamientos a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos.

2 Y al oír Juan en la prisión los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos,

3 y le dijo: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?

4 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id y haced saber a Juan las cosas que oís y veis:

5 los ciegos ven, y los cojos andan; los leprosos son limpiados, y los sordos oyen; los muertos son resucitados, y a los pobres son anunciadas las buenas nuevas.

6 Y bienaventurado es el que no sea escandalizado de mí.

7 Y mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir a las multitudes acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña que es agitada por el viento?

8 Mas, ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre cubierto de delicados vestidos? He aquí, los que llevan vestidos delicados, en las casas de los reyes están.

9 Mas, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta.

10 Porque este es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, que preparará tu camino delante de ti.

11 De cierto os digo que entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.

12 Y desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, al reino de los cielos se le hace fuerza, y los esforzados lo arrebatan.

13 Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.

14 Y si lo queréis recibir, él es aquel Elías que había de venir.

15 El que tiene oídos para oír, oiga.

16 Mas, ¿a quién compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas y dan voces a sus compañeros,

17 y dicen: Os tocamos la flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis.

18 Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene.

19 Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Mas la sabiduría es justificada por sus hijos.

20 Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales habían sido hechas la mayoría de sus maravillas, porque no se habían arrepentido, diciendo:

21 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las maravillas que han sido hechas en vosotras, hace tiempo que se habrían arrepentido en saco y en ceniza.

22 Pero os digo que será más tolerable el castigo en el día del juicio a Tiro y a Sidón que a vosotras.

23 Y tú, Capernaúm, que eres levantada hasta el cielo, hasta el infierno serás bajada; porque si en los de Sodoma se hubieran hecho las maravillas que han sido hechas en ti, habrían quedado hasta el día de hoy.

24 Pero os digo que será más tolerable el castigo en el día del juicio a la tierra de Sodoma que a ti.

25 En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las revelaste a los niños.

26 Sí, Padre, porque así fue de agrado ante ti.

27 Todas las cosas me son entregadas por mi Padre; y nadie conoció al Hijo, sino el Padre; ni al Padre conoció alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.

28 Venid a mí, todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.

30 Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.


 

Mateo  capítulo 12

1 En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en sábado; y sus discípulos tuvieron hambre, y comenzaron a arrancar espigas y a comer.

2 Y viéndolo los fariseos, le dijeron: He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado.

3 Y él les dijo: ¿No habéis leído qué hizo David, cuando tuvieron hambre él y los que con él estaban;

4 cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no le era lícito comer, ni a los que estaban con él, sino sólo a los sacerdotes?

5 ¿O no habéis leído en la ley que en los sábados los sacerdotes profanan el sábado en el templo, y son sin culpa?

6 Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí.

7 Mas si supierais qué significa: Misericordia quiero y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes;

8 porque el Hijo del hombre es Señor aun del sábado.

9 Y partiendo de allí, vino a la sinagoga de ellos.

10 Y he aquí, había allí un hombre que tenía una mano seca; y para poder acusarlo, le preguntaron, diciendo: ¿Es lícito curar en sábado?

11 Y él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros que tenga una oveja, y si cayere esta en un hoyo en sábado, no le eche mano y la saque?

12 Pues, ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Así que es lícito hacer bien en los sábados.

13 Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra.

14 Y saliendo los fariseos, consultaron contra él para destruirlo.

15 Mas sabiéndolo Jesús, se apartó de allí; y lo siguieron grandes multitudes, y sanaba a todos.

16 Y él les mandaba rigurosamente que no lo descubrieran,

17 para que se cumpliera lo que fue dicho por el profeta Isaías, que dijo:

18 He aquí mi siervo, al cual he escogido; mi amado, en el cual se agrada mi alma; pondré mi Espíritu sobre él, y anunciará juicio a los gentiles.

19 No contenderá, ni dará voces, ni nadie oirá su voz en las calles.

20 No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humea, hasta que saque a victoria el juicio.

21 Y en su nombre esperarán los gentiles.

22 Entonces le fue traído un endemoniado, ciego y mudo; y lo sanó, de tal manera que el ciego y mudo hablaba y veía.

23 Y toda la multitud estaba atónita y decía: ¿No será este el Hijo de David?

24 Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios sino por Belcebú, príncipe de los demonios.

25 Y Jesús, como sabía los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo es asolado; y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá.

26 Y si Satanás echa fuera a Satanás, está dividido contra sí mismo; ¿cómo, pues, permanecerá su reino?

27 Y si yo por Belcebú echo fuera los demonios, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.

28 Y si por el Espíritu de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.

29 ¿O cómo puede alguien entrar en la casa del fuerte y saquear sus bienes, si primero no atare al fuerte? Y entonces saqueará su casa.

30 El que no está conmigo, contra mí está; y el que conmigo no recoge, desparrama.

31 Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada a los hombres.

32 Y cualquiera que hable alguna palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado; pero cualquiera que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero.

33 O haced el árbol bueno y su fruto bueno, o haced el árbol malo y su fruto malo; porque por el fruto es conocido el árbol.

34 Generación de víboras, ¿cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.

35 El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.

36 Mas yo os digo que toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.

37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.

38 Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti una señal.

39 Mas él respondió y les dijo: Una generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás.

40 Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.

41 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron por la predicación de Jonás; y he aquí, uno mayor que Jonás en este lugar.

42 La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y he aquí, uno mayor que Salomón en este lugar.

43 Cuando el espíritu inmundo ha salido del hombre, anda por lugares secos buscando reposo, y no lo halla.

44 Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí. Y cuando viene, la halla desocupada, barrida y adornada.

45 Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrando, moran allí; y es peor el estado último del tal hombre que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación.

46 Y mientras él aún hablaba a las multitudes, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera y querían hablar con él.

47 Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera y quieren hablar contigo.

48 Y respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?

49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.

50 Porque todo aquel que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre.


 

Mateo  capítulo 13

1 Y aquel día, saliendo Jesús de la casa, se sentó junto al mar.

2 Y se juntaron a él grandes multitudes, de manera que entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba a la ribera.

3 Y les habló muchas cosas en parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar.

4 Mientras él sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la devoraron.

5 Y parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra;

6 mas al salir el sol, se quemó; y se secó, porque no tenía raíz.

7 Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.

8 Y parte cayó en buena tierra, y dio fruto, uno a cien, otro a sesenta, y otro a treinta.

9 El que tiene oídos para oír, oiga.

10 Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas en parábolas?

11 Y él, respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es concedido saber los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no les es concedido.

12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.

13 Por eso les hablo en parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden.

14 Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Oyendo oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis.

15 Porque el corazón de este pueblo está engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han tapado sus ojos; no sea que vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane.

16 Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.

17 Porque de cierto os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.

18 Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador.

19 Cuando alguien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.

20 Y el que fue sembrado en pedregales, este es el que oye la palabra, y en seguida la recibe con gozo.

21 Mas no tiene raíz en sí, sino que es temporal; y al venir la aflicción o la persecución por la palabra, en seguida se escandaliza.

22 Y el que fue sembrado entre espinos, este es el que oye la palabra; pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.

23 Mas el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye y entiende la palabra; el cual da fruto, y produce uno a cien, y otro a sesenta, y otro a treinta.

24 Les propuso otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante al hombre que siembra buena semilla en su campo;

25 pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.

26 Y cuando la hierba brotó y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.

27 Y acercándose los siervos del señor de la casa, le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?

28 Y él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la recojamos?

29 Y él dijo: No; no sea que al recoger la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.

30 Dejad crecer juntamente a ambos hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.

31 Les propuso otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y lo sembró en su campo;

32 el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; mas cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.

33 Les dijo otra parábola: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado.

34 Todo esto habló Jesús en parábolas a las multitudes, y sin parábolas no les hablaba,

35 para que se cumpliera lo que fue dicho por el profeta, que dijo: Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo.

36 Entonces, tras despedir a las multitudes, Jesús vino a casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.

37 Y él, respondiendo, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;

38 y el campo es el mundo; y la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo;

39 y el enemigo que la sembró es el diablo; y la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.

40 De manera que como es recogida la cizaña, y quemada en el fuego, así será en el fin de este siglo.

41 Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino todos los que causan escándalos y los que hacen iniquidad,

42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.

43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.

44 Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo; el cual un hombre halla y lo esconde, y de gozo por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.

45 También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas;

46 que hallando una perla de mucho precio, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.

47 Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red que, echada en el mar, junta peces de toda clase;

48 la cual, cuando está llena, sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera.

49 Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos,

50 y los echarán en el horno del fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.

51 Les dijo Jesús: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: Sí, Señor.

52 Y él les dijo: Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante al señor de la casa, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.

53 Y aconteció que cuando terminó Jesús estas parábolas, se fue de allí.

54 Y al llegar a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que ellos estaban atónitos, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría, y estas maravillas?

55 ¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, y José, y Simón, y Judas?

56 ¿Y no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene este todas estas cosas?

57 Y se escandalizaban de él. Mas Jesús les dijo: No hay profeta sin honra sino en su tierra y en su casa.

58 Y no hizo allí muchas maravillas, a causa de la incredulidad de ellos.


 

Mateo  capítulo 14

1 En aquel tiempo, Herodes el tetrarca oyó la fama de Jesús,

2 y dijo a sus criados: Este es Juan el Bautista; él ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.

3 Porque Herodes había prendido a Juan, y lo había atado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe;

4 porque Juan le decía: No te es lícito tenerla.

5 Y lo quería matar, pero temía al pueblo, porque lo tenían como profeta.

6 Mas cuando se celebró el día del nacimiento de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio, y agradó a Herodes;

7 por lo cual él prometió con juramento darle todo lo que pidiera.

8 Y ella, instruida primero por su madre, dijo: Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista.

9 Entonces el rey se entristeció; mas a causa del juramento, y de los que estaban juntamente a la mesa, mandó que se la dieran.

10 Y envió a decapitar a Juan en la cárcel.

11 Y fue traída su cabeza en un plato, y dada a la muchacha; y ella la presentó a su madre.

12 Entonces llegaron sus discípulos, y tomaron el cuerpo y lo enterraron; y fueron y dieron aviso a Jesús.

13 Y oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca, solo, a un lugar desierto; y cuando las multitudes lo oyeron, lo siguieron a pie desde las ciudades.

14 Y al salir Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a sus enfermos.

15 Y al atardecer, se le acercaron sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y la hora es ya pasada; despide a la multitud para que vayan por las aldeas y se compren comida.

16 Y Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer.

17 Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.

18 Y él les dijo: Traédmelos acá.

19 Y mandando a la multitud recostarse sobre la hierba, y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando los ojos al cielo, los bendijo; y partiendo los panes, los dio a los discípulos, y los discípulos a la multitud.

20 Y todos comieron y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas.

21 Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

22 Y en seguida Jesús hizo entrar a sus discípulos en la barca e ir delante de él al otro lado del lago, entre tanto que él despedía a la multitud.

23 Y despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y al atardecer, estaba allí solo.

24 Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario.

25 Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue a ellos andando sobre el mar.

26 Y los discípulos, al verlo andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: Es un fantasma. Y dieron voces de miedo.

27 Mas en seguida Jesús les habló, diciendo: Confiad, yo soy; no tengáis miedo.

28 Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.

29 Y él le dijo: Ven. Y Pedro, descendiendo de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús.

30 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!

31 E inmediatamente Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: Oh hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?

32 Y cuando ellos entraron en la barca, se calmó el viento.

33 Entonces los que estaban en la barca vinieron y lo adoraron, diciendo: Verdaderamente eres el Hijo de Dios.

34 Y pasando al otro lado, llegaron a la tierra de Genesaret.

35 Y cuando los hombres de aquel lugar lo reconocieron, enviaron a decirlo por toda aquella tierra alrededor, y le trajeron todos los enfermos;

36 y le rogaban que pudieran tocar solamente el borde de su manto; y todos los que lo tocaron fueron sanados.


 

Mateo  capítulo 15

1 Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo:

2 ¿Por qué tus discípulos transgreden la tradición de los ancianos? Pues no se lavan las manos cuando comen pan.

3 Y él, respondiendo, les dijo: ¿Por qué también vosotros transgredís el mandamiento de Dios por vuestra tradición?

4 Porque Dios mandó, diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.

5 Mas vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con lo que te hubieras beneficiado de mí, ya no ha de honrar a su padre o a su madre.

6 Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición.

7 Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo:

8 Este pueblo se acerca a mí con su boca y de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí.

9 Mas en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.

10 Y llamando a sí a la multitud, les dijo: Oíd y entended:

11 No es lo que entra por la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.

12 Entonces, acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron al oír esta palabra?

13 Mas él, respondiendo, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial será desarraigada.

14 Dejadlos; son ciegos guías de ciegos. Y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.

15 Y respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos esta parábola.

16 Y Jesús dijo: ¿También vosotros estáis aún sin entendimiento?

17 ¿No entendéis aún que todo lo que entra por la boca va al vientre, y es echado en la letrina?

18 Mas lo que sale de la boca, del corazón procede, y esto contamina al hombre.

19 Porque del corazón proceden los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.

20 Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.

21 Y saliendo Jesús de allí, se fue a las regiones de Tiro y de Sidón.

22 Y he aquí una mujer cananea, que había salido de aquellos términos, clamaba, diciéndole: Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí; mi hija es gravemente atormentada por un demonio.

23 Pero él no le respondió palabra. Y acercándose sus discípulos, le rogaban, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros.

24 Y él, respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.

25 Entonces ella vino y lo adoró, diciendo: ¡Señor, socórreme!

26 Y respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.

27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores.

28 Entonces Jesús, respondiendo, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; sea hecho contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.

29 Y partiendo Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí.

30 Y llegaron a él grandes multitudes que tenían consigo cojos, ciegos, mudos, mancos y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó;

31 de manera que las multitudes se maravillaban, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel.

32 Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y no quiero enviarlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino.

33 Entonces sus discípulos le dijeron: ¿De dónde sacaremos nosotros tantos panes en el desierto para saciar a una multitud tan grande?

34 Y Jesús les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pescadillos.

35 Y mandó a las multitudes que se recostaran en tierra.

36 Y tomando los siete panes y los pescados, dando gracias, los partió y los dio a sus discípulos, y los discípulos a la multitud.

37 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas.

38 Y los que habían comido eran cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

39 Entonces, despedidas las multitudes, subió a la barca; y vino a los términos de Magdala.


 

Mateo  capítulo 16

1 Y llegaron los fariseos y los saduceos para tentarlo, y le pedían que les mostrara señal del cielo.

2 Mas él, respondiendo, les dijo: Al atardecer, decís: Sereno; porque el cielo está rojizo.

3 Y a la mañana: Hoy habrá tempestad; porque el cielo está rojizo y nublado. Hipócritas, que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¿y en las señales de los tiempos no podéis?

4 Una generación mala y adúltera demanda señal, pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue.

5 Cuando llegaron sus discípulos al otro lado del lago, se habían olvidado de llevar panes.

6 Y Jesús les dijo: Mirad, y guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos.

7 Y ellos pensaban dentro de sí, diciendo: Esto dice porque no trajimos panes.

8 Y entendiéndolo, Jesús les dijo: ¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no trajisteis panes?

9 ¿No entendéis aún, ni os acordáis de los cinco panes entre cinco mil hombres, y de cuántas cestas tomasteis?

10 ¿Ni de los siete panes entre cuatro mil, y de cuántas canastas tomasteis?

11 ¿Cómo es que no entendéis que no fue por el pan que os dije que os guardarais de la levadura de los fariseos y de los saduceos?

12 Entonces entendieron que no les había dicho que se guardaran de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos.

13 Cuando llegó Jesús a las regiones de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que soy yo, el Hijo del hombre?

14 Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.

15 Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

16 Y respondiendo, Simón Pedro dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

17 Entonces, respondiendo, Jesús le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

18 Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.

19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.

20 Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijeran que él era Jesús, el Cristo.

21 Desde entonces comenzó Jesús a mostrar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén, y padecer mucho de los ancianos, y de los principales sacerdotes, y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.

22 Y Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reprenderlo, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.

23 Entonces él, volviéndose, dijo a Pedro: Quítate de delante de mí, Satanás, me eres escándalo; porque no piensas en lo que es de Dios sino en lo que es de los hombres.

24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.

25 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.

26 Porque ¿de qué le aprovecha al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? O ¿qué recompensa dará el hombre por su alma?

27 Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.

28 De cierto os digo: Hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su reino.


Mateo  capítulo 17

1 Y seis días después, Jesús tomó a Pedro y a Jacobo y a Juan, su hermano, y los llevó aparte a un monte alto,

2 y se transfiguró delante de ellos; y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.

3 Y he aquí se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.

4 Y Pedro, respondiendo, dijo a Jesús: Señor, bueno es que nos quedemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres cabañas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.

5 Mientras estaba aún hablando, he aquí una nube brillante los cubrió; y he aquí una voz desde la nube que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.

6 Y oyendo esto, los discípulos cayeron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.

7 Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos y no temáis.

8 Y alzando ellos sus ojos, a nadie vieron, sino a Jesús solo.

9 Y cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de los muertos.

10 Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen, pues, los escribas que es necesario que Elías venga primero?

11 Y Jesús, respondiendo, les dijo: A la verdad, Elías vendrá primero, y restituirá todas las cosas.

12 Mas os digo que Elías ya vino, y no lo reconocieron; antes hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del hombre padecerá a manos de ellos.

13 Entonces los discípulos entendieron que les había hablado de Juan el Bautista.

14 Y cuando ellos llegaron a la multitud, vino a él un hombre hincándose de rodillas ante él,

15 y diciendo: Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece gravemente; porque muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua.

16 Y lo he traído a tus discípulos, y no lo han podido sanar.

17 Y Jesús, respondiendo, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá.

18 Y Jesús lo reprendió, y salió el demonio de él; y el muchacho fue sanado desde aquella hora.

19 Entonces, acercándose los discípulos a Jesús, aparte, le dijeron: ¿Por qué nosotros no lo pudimos echar fuera?

20 Y Jesús les dijo: Por vuestra incredulidad; porque de cierto os digo que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.

21 Mas este género no sale sino con oración y ayuno.

22 Y estando ellos en Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del hombre será entregado en manos de hombres,

23 y lo matarán; mas al tercer día resucitará. Y ellos se entristecieron mucho.

24 Y cuando llegaron a Capernaúm, vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas, y dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?

25 Él dijo: Sí. Y cuando él entró en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quién cobran tributos o impuestos? ¿De sus hijos o de los extraños?

26 Pedro le dijo: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos.

27 Pero, para que no los ofendamos, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrir su boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti.


 

Mateo  capítulo 18

1 En aquella hora se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es, pues, el mayor en el reino de los cielos?

2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos,

3 y dijo: De cierto os digo que si no os volviereis y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

4 Así que, cualquiera que se humille como este niño, este es el mayor en el reino de los cielos.

5 Y cualquiera que reciba a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe.

6 Y cualquiera que escandalice a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgara al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiera en lo profundo del mar.

7 ¡Ay del mundo por los escándalos! Porque es necesario que vengan los escándalos; mas ¡ay de aquel hombre por el cual viene el escándalo!

8 Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar cojo o manco en la vida, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno.

9 Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el fuego del infierno.

10 Mirad, no tengáis en poco a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi Padre que está en los cielos.

11 Porque el Hijo del hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.

12 ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve, va por los montes y busca la que se había descarriado?

13 Y si llegara a hallarla, de cierto os digo que se goza más por esta, que por las noventa y nueve que no se descarriaron.

14 Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeños.

15 Por tanto, si tu hermano pecare contra ti, ve y redargúyelo entre tú y él a solas; si te oyere, has ganado a tu hermano.

16 Pero si no te oyere, toma aún contigo uno o dos, para que en boca de dos o de tres testigos conste toda palabra.

17 Y si los desoyere a ellos, dilo a la iglesia; y si también desoyere a la iglesia, tenlo por gentil y publicano.

18 De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra será atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo.

19 Otra vez os digo que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.

20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos.

21 Entonces Pedro, acercándose a él, dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí y yo lo perdonaré? ¿Hasta siete veces?

22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino aun hasta setenta veces siete.

23 Por lo cual, el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso arreglar cuentas con sus siervos.

24 Y comenzando a pedir cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.

25 Pero no teniendo él con qué pagar, su señor mandó venderlo, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, y que se le pagara.

26 Entonces el siervo, postrado, le suplicaba diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.

27 Y el señor de aquel siervo, movido a misericordia, lo soltó y le perdonó la deuda.

28 Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos que le debía cien denarios; y agarrándolo, lo ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes.

29 Entonces su consiervo, cayendo a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.

30 Mas él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagara la deuda.

31 Y viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y declararon a su señor todo lo que había pasado.

32 Entonces, llamándolo su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné porque me rogaste.

33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como también yo tuve misericordia de ti?

34 Entonces su señor, enojado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía.

35 Así también hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonareis de corazón cada uno a su hermano sus ofensas.


 

Mateo  capítulo 19

1 Y aconteció que cuando acabó Jesús estas palabras, se fue de Galilea y vino a los términos de Judea, al otro lado del Jordán.

2 Y lo siguieron grandes multitudes, y los sanó allí.

3 Entonces se acercaron a él los fariseos, tentándolo y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?

4 Y él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo,

5 y dijo: Por esta causa el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne?

6 Así que ya no son más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.

7 Le dijeron: ¿Por qué, pues, Moisés mandó dar carta de divorcio y repudiarla?

8 Les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así.

9 Y yo os digo que cualquiera que repudie a su mujer, si no fuere por causa de fornicación, y se case con otra, comete adulterio; y el que se case con la repudiada, comete adulterio.

10 Le dijeron sus discípulos: Si es así la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse.

11 Entonces él les dijo: No todos reciben esta palabra, sino aquellos a quienes es dado.

12 Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron a sí mismos eunucos por causa del reino de los cielos. El que pueda recibir esto, recíbalo.

13 Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiera las manos sobre ellos y orara; y los discípulos los reprendieron.

14 Y Jesús dijo: Dejad a los niños y no los impidáis venir a mí, porque de los tales es el reino de los cielos.

15 Y habiendo puesto sobre ellos las manos, partió de allí.

16 Y he aquí, llegando uno, le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?

17 Y él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.

18 Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás; no adulterarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio;

19 honra a tu padre y a tu madre; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.

20 El joven le dijo: Todo esto he guardado desde mi juventud; ¿qué más me falta?

21 Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.

22 Y oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.

23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo que un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos.

24 Otra vez os digo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios.

25 Mas sus discípulos, oyendo estas cosas, se espantaron mucho, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?

26 Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible, mas para Dios todo es posible.

27 Entonces Pedro, respondiendo, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?

28 Y Jesús les dijo: De cierto os digo que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando se siente el Hijo del hombre en el trono de su gloria, vosotros también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.

29 Y todo aquel que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.

30 Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros.


 

Mateo  capítulo 20

1 Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, señor de la casa, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña.

2 Y habiendo convenido con los obreros un denario al día, los envió a su viña.

3 Y saliendo cerca de la hora tercera, vio a otros que estaban en la plaza desocupados;

4 y les dijo: Id también vosotros a la viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron.

5 Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo.

6 Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados, y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?

7 Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Les dijo: Id también vosotros a la viña y recibiréis lo que sea justo.

8 Y al atardecer, el señor de la viña dijo a su administrador: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros.

9 Y viniendo los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario.

10 Y viniendo los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario.

11 Y tomándolo, murmuraban contra el señor de la casa,

12 diciendo: Estos postreros sólo han trabajado una hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día.

13 Y él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia; ¿no conviniste conmigo en un denario?

14 Toma lo que es tuyo y vete; pero quiero dar a este postrero lo mismo que a ti.

15 ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes envidia porque yo soy bueno?

16 Así los postreros serán primeros, y los primeros postreros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.

17 Y subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino y les dijo:

18 He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte;

19 y lo entregarán a los gentiles para que lo escarnezcan, y azoten, y crucifiquen; mas al tercer día resucitará.

20 Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, adorándolo, y pidiéndole algo.

21 Y él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Di que se sienten estos dos hijos míos, uno a tu mano derecha y el otro a tu izquierda, en tu reino.

22 Entonces Jesús, respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos le dijeron: Podemos.

23 Y él les dijo: A la verdad mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre.

24 Y cuando los diez oyeron esto, se enojaron con los dos hermanos.

25 Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que son grandes ejercen sobre ellos potestad.

26 Pero entre vosotros no será así, sino que el que quiera entre vosotros hacerse grande, será vuestro servidor;

27 y el que quiera ser el primero entre vosotros, sea vuestro siervo;

28 como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

29 Y al salir ellos de Jericó, lo seguía una gran multitud.

30 Y he aquí dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!

31 Y la gente los reprendía para que callaran; pero ellos clamaban más, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!

32 Y Jesús, deteniéndose, los llamó y dijo: ¿Qué queréis que haga por vosotros?

33 Ellos le dijeron: Señor, que nuestros ojos sean abiertos.

34 Entonces Jesús, teniendo misericordia de ellos, les tocó los ojos, y en seguida sus ojos recibieron la vista; y lo siguieron.


 

Mateo  capítulo 21

1 Y cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, entonces Jesús envió a dos discípulos,

2 diciéndoles: Id a la aldea que está delante de vosotros, y en seguida hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos.

3 Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor tiene necesidad de ellos; y en seguida los enviará.

4 Y todo esto aconteció para que se cumpliera lo que fue dicho por el profeta, que dijo:

5 Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre una asna, y sobre un pollino, hijo de animal de yugo.

6 Y los discípulos fueron e hicieron como Jesús les mandó;

7 trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos, y él se sentó sobre ellos.

8 Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino.

9 Y las multitudes que iban delante y las que iban detrás aclamaban, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!

10 Y cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se alborotó, diciendo: ¿Quién es este?

11 Y las multitudes decían: Este es Jesús, el profeta, de Nazaret de Galilea.

12 Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas;

13 y les dijo: Escrito está: Mi casa será llamada casa de oración, mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.

14 Entonces ciegos y cojos vinieron a él en el templo, y los sanó.

15 Mas los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David!, se indignaron,

16 y le dijeron: ¿Oyes lo que estos dicen? Y Jesús les dijo: Sí. ¿Nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?

17 Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania; y pasó la noche allí.

18 Y por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre.

19 Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente, y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y al instante se secó la higuera.

20 Y viendo esto, los discípulos se maravillaron y decían: ¿Cómo se secó al instante la higuera?

21 Y respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si dijereis a este monte: Quítate y échate en el mar, será hecho.

22 Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.

23 Y cuando llegó al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, diciendo: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta autoridad?

24 Y respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os preguntaré una cosa, que si me la respondiereis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.

25 El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos entonces razonaron entre sí, diciendo: Si dijéremos: Del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?

26 Y si dijéremos: De los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta.

27 Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo: Ni yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.

28 Mas, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña.

29 Y respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue.

30 Y acercándose al segundo, le dijo lo mismo; y respondiendo él, dijo: Yo voy, señor. Y no fue.

31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Ellos dijeron: El primero. Les dijo Jesús: De cierto os digo que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios.

32 Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; mas vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle.

33 Oíd otra parábola: Había un hombre, señor de la casa, el cual plantó una viña; y la cercó de vallado, y cavó en ella un lagar, y edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos.

34 Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos.

35 Mas los labradores, tomando a los siervos, a uno hirieron, y a otro mataron, y a otro apedrearon.

36 Envió de nuevo otros siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos lo mismo.

37 Y finalmente les envió a su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.

38 Mas los labradores, viendo al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémoslo, y tomemos su heredad.

39 Y tomándolo, lo echaron fuera de la viña, y lo mataron.

40 Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?

41 Le dijeron: A los malos destruirá terriblemente, y arrendará su viña a otros labradores que le paguen el fruto a su tiempo.

42 Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores, esta fue hecha cabeza del ángulo; de parte del Señor se ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos?

43 Por eso os digo que el reino de Dios os será quitado, y será dado a un pueblo que haga los frutos de él.

44 Y el que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, lo desmenuzará.

45 Y oyendo los principales sacerdotes y los fariseos sus parábolas, entendieron que hablaba de ellos.

46 Y buscando cómo echarle mano, temieron al pueblo, porque lo tenían por profeta.


 

Mateo  capítulo 22

1 Y respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo:

2 El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo bodas a su hijo;

3 y envió a sus siervos para que llamaran a los invitados a las bodas; mas no querían venir.

4 Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los invitados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está preparado; venid a las bodas.

5 Mas ellos no hicieron caso, y se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios;

6 y otros, tomando a sus siervos, los afrentaron y los mataron.

7 Y el rey, oyendo esto, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas y quemó su ciudad.

8 Entonces dijo a sus siervos: La boda a la verdad está preparada; mas los que fueron llamados no eran dignos.

9 Id, pues, a las salidas de los caminos y llamad a la boda a cuantos halléis.

10 Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, así malos como buenos; y la boda se llenó de convidados.

11 Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no llevaba vestido de boda.

12 Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí sin tener vestido de boda? Mas él enmudeció.

13 Entonces el rey dijo a los que servían: Tomadlo atado de pies y de manos, y echadlo en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

14 Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.

15 Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo lo atraparían en alguna palabra.

16 Y le enviaron sus discípulos con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres veraz, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres.

17 Dinos, pues, ¿qué te parece? ¿Es lícito dar tributo al César, o no?

18 Mas Jesús, entendiendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas?

19 Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario.

20 Entonces les dijo: ¿De quién es esta figura, y la inscripción?

21 Le dijeron: Del César. Y les dijo: Pagad, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.

22 Y oyendo esto, se maravillaron, y dejándolo, se fueron.

23 Aquel día se acercaron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron,

24 diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriere sin hijos, su hermano se casará con su mujer, y levantará descendencia a su hermano.

25 Había, pues, entre nosotros siete hermanos; y el primero tomó mujer, y murió; y no teniendo descendencia, dejó su mujer a su hermano.

26 De la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta los siete.

27 Y después de todos murió también la mujer.

28 En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer? Porque todos la tuvieron.

29 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios.

30 Porque en la resurrección, ni se casan ni se dan en casamiento, sino que son como los ángeles de Dios en el cielo.

31 Y de la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, que dijo:

32 Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.

33 Y oyendo esto, las multitudes estaban admiradas de su doctrina.

34 Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una.

35 Y preguntó uno de ellos, intérprete de la ley, tentándolo y diciendo:

36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?

37 Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.

38 Este es el primero y el gran mandamiento.

39 Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

40 De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.

41 Y estando juntos los fariseos, Jesús les preguntó,

42 diciendo: ¿Qué pensáis acerca del Cristo? ¿De quién es Hijo? Le dijeron: De David.

43 El les dijo: ¿Cómo, pues, David en Espíritu lo llama Señor, diciendo:

44 Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?

45 Pues si David lo llama Señor, ¿cómo es su hijo?

46 Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.


 

Mateo  capítulo 23

1 Entonces habló Jesús a las multitudes y a sus discípulos,

2 diciendo: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos.

3 Así que, todo lo que os dijeren que guardéis, guardadlo y hacedlo; pero no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.

4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover.

5 Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; porque ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos,

6 y aman los primeros lugares en las cenas, y los primeros asientos en las sinagogas,

7 y las salutaciones en las plazas, y ser llamados por los hombres Rabí, Rabí.

8 Mas vosotros no queráis ser llamados Rabí, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.

9 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.

10 Ni seáis llamados maestros, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.

11 Mas el que es el mayor de vosotros será vuestro siervo.

12 Porque cualquiera que se ensalce será humillado, y cualquiera que se humille será ensalzado.

13 Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando.

14 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque devoráis las casas de las viudas, y por pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación.

15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito; y cuando lo llega a ser, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.

16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos!, que decís: Cualquiera que jure por el templo, no es nada; mas cualquiera que jure por el oro del templo, es deudor.

17 ¡Insensatos y ciegos! Porque, ¿cuál es mayor: el oro o el templo que santifica el oro?

18 Y: Cualquiera que jure por el altar, no es nada; mas cualquiera que jure por la ofrenda que está sobre él, es deudor.

19 ¡Insensatos y ciegos! Porque, ¿cuál es mayor: la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda?

20 Pues el que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él;

21 y el que jura por el templo, jura por él, y por aquel que habita en él;

22 y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está sentado sobre él.

23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejasteis lo que es lo más importante de la ley: el juicio y la misericordia y la fe; esto era necesario hacer, y no dejar aquello.

24 ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, mas tragáis el camello!

25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato; mas por dentro están llenos de robo y de injusticia.

26 ¡Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio!

27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.

28 Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres; mas por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.

29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos,

30 y decís: Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas.

31 Así que dais testimonio contra vosotros mismos, que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas.

32 ¡Llenad también vosotros la medida de vuestros padres!

33 ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis del juicio del infierno?

34 Por tanto, he aquí, yo os envío profetas, y sabios, y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros de ellos azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad;

35 para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel, el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar.

36 De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación.

37 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!

38 He aquí vuestra casa os es dejada desierta.

39 Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.


 

Mateo  capítulo 24

1 Y cuando Jesús salió y se iba del templo, se le acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo.

2 Y, respondiendo, él les dijo: ¿No veis todo esto? De cierto os digo que no será dejada aquí piedra sobre piedra que no sea derribada.

3 Y sentándose él en el monte de los Olivos, se acercaron a él los discípulos aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida y del fin del siglo?

4 Y respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe.

5 Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y a muchos engañarán.

6 Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; mas aún no es el fin.

7 Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá hambres, y pestilencias, y terremotos en diversos lugares.

8 Mas todas estas cosas serán principio de dolores.

9 Entonces os entregarán para ser afligidos, y os matarán; y seréis aborrecidos por todas las naciones por causa de mi nombre.

10 Y entonces muchos serán escandalizados; y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán.

11 Y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos.

12 Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.

13 Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo.

14 Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.

15 Por tanto, cuando veáis la abominación de la desolación, de la que se habló por medio del profeta Daniel, que está en el lugar santo (el que lee, entienda),

16 entonces los que estén en Judea, huyan a los montes;

17 y el que esté sobre el terrado, no descienda a tomar algo de su casa;

18 y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar sus vestidos.

19 Mas ¡ay de las embarazadas, y de las que críen en aquellos días!

20 Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado;

21 porque habrá entonces gran tribulación, cual no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni tampoco habrá.

22 Y si aquellos días no fueran acortados, ninguna carne sería salva; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.

23 Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o allí, no lo creáis.

24 Porque se levantarán falsos cristos, y falsos profetas, y harán señales grandes y prodigios de tal manera que engañarán, si fuera posible, aun a los escogidos.

25 He aquí os lo he dicho antes.

26 Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis; o: Mirad, está en los aposentos, no lo creáis.

27 Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del hombre.

28 Porque dondequiera que esté el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas.

29 E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán sacudidas.

30 Y entonces se mostrará la señal del Hijo del hombre en el cielo; y entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.

31 Y enviará a sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos, de un extremo del cielo hasta el otro extremo.

32 Mas de la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama se pone tierna, y las hojas brotan, sabéis que el verano está cerca.

33 Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, sabed que está cercano, a las puertas.

34 De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas acontezcan.

35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

36 Mas acerca de aquel día y hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino mi Padre solo.

37 Mas como fueron los días de Noé, así también será la venida del Hijo del hombre.

38 Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca,

39 y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del hombre.

40 Entonces estarán dos en el campo: uno será tomado y el otro será dejado;

41 dos mujeres moliendo en un molino: una será tomada y la otra será dejada.

42 Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor.

43 Pero sabed esto, que si el señor de la casa supiera a qué vigilia el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa.

44 Por eso, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del hombre ha de venir a la hora que no pensáis.

45 ¿Quién, pues, es el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo?

46 Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, lo halle haciendo así.

47 De cierto os digo que sobre todos sus bienes lo pondrá.

48 Mas si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir;

49 y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos;

50 vendrá el señor de aquel siervo en el día que no espera, y a la hora que no sabe,

51 y lo cortará en dos, y pondrá su parte con los hipócritas. Allí será el lloro y el crujir de dientes.


 

Mateo  capítulo 25

1 Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que, tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo.

2 Y cinco de ellas eran prudentes, y cinco insensatas.

3 Las que eran insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite;

4 mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.

5 Y como el esposo tardaba, cabecearon todas, y se durmieron.

6 Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡He aquí, el esposo viene; salid a recibirlo!

7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y prepararon sus lámparas.

8 Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan.

9 Mas las prudentes respondieron, diciendo: No, no sea que nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden y comprad para vosotras.

10 Y mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas, y se cerró la puerta.

11 Y después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: Señor, señor, ábrenos.

12 Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo que no os conozco.

13 Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del hombre ha de venir.

14 Porque el reino de los cielos es como un hombre que, partiendo lejos, llamó a sus siervos, y les entregó sus bienes.

15 Y a este dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego partió lejos.

16 Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos.

17 Y asimismo el que había recibido dos, también él ganó otros dos.

18 Mas el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.

19 Y después de mucho tiempo, vino el señor de aquellos siervos y arregló cuentas con ellos.

20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; he aquí he ganado otros cinco talentos con ellos.

21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.

22 Y llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; he aquí otros dos talentos he ganado con ellos.

23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.

24 Y llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía, que eres un hombre duro, que siegas donde no sembraste, y recoges donde no esparciste;

25 y tuve miedo, y fui, y escondí tu talento en la tierra; mira, aquí tienes lo que es tuyo.

26 Y respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré y recojo donde no esparcí;

27 por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con intereses.

28 Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.

29 Porque a todo el que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.

30 Y al siervo inútil echadlo en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

31 Y cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria.

32 Y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.

33 Y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a la izquierda.

34 Entonces el Rey dirá a los que estarán a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.

35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui extranjero, y me recogisteis;

36 estuve desnudo, y me vestisteis; estuve enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí.

37 Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?

38 ¿Y cuándo te vimos extranjero, y te recogimos, o desnudo, y te vestimos?

39 ¿Y cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?

40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis.

41 Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.

42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;

43 fui extranjero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.

44 Entonces también ellos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o extranjero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?

45 Entonces les responderá, diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos pequeñitos, tampoco a mí lo hicisteis.

46 E irán estos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.


 

Mateo  capítulo 26

1 Y aconteció que, cuando Jesús hubo acabado de decir todas estas palabras, dijo a sus discípulos:

2 Sabéis que dentro de dos días es la Pascua, y el Hijo del hombre será entregado para ser crucificado.

3 Entonces los principales sacerdotes, y los escribas, y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote, el cual se llamaba Caifás;

4 y consultaron juntos para prender por engaño a Jesús, y matarlo.

5 Y decían: No durante la fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo.

6 Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso,

7 vino a él una mujer, teniendo un vaso de alabastro de ungüento de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa.

8 Al ver esto, sus discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio?

9 Porque este ungüento se podía vender por mucho dinero, y darse a los pobres.

10 Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues ha hecho conmigo una buena obra;

11 porque siempre tenéis a los pobres con vosotros, mas a mí no siempre me tenéis.

12 Porque al derramar este ungüento sobre mi cuerpo, lo ha hecho para prepararme para la sepultura.

13 De cierto os digo que dondequiera que este evangelio sea predicado en todo el mundo, también será dicho lo que esta ha hecho, para memoria de ella.

14 Entonces uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes,

15 y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata.

16 Y desde entonces buscaba una oportunidad para entregarlo.

17 Y el primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para ti para comer la Pascua?

18 Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la Pascua con mis discípulos.

19 Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la Pascua.

20 Y al atardecer, se sentó a la mesa con los doce.

21 Y mientras ellos comían, dijo: De cierto os digo que uno de vosotros me ha de entregar.

22 Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor?

23 Entonces él, respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, ese me ha de entregar.

24 A la verdad el Hijo del hombre va, como está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! Mejor le fuera a aquel hombre no haber nacido.

25 Entonces respondiendo Judas, el que lo entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Le dijo: Tú lo has dicho.

26 Y mientras ellos comían, Jesús tomó el pan, y lo bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.

27 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;

28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados.

29 Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.

30 Y habiendo cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.

31 Entonces Jesús les dijo: Todos vosotros seréis escandalizados de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas de la manada serán dispersadas.

32 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.

33 Y respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos sean escandalizados de ti, yo nunca seré escandalizado.

34 Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.

35 Le dijo Pedro: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

36 Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y ore.

37 Y tomando a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse.

38 Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.

39 Y yéndose un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.

40 Y vino a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?

41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.

42 Otra vez fue, por segunda vez, y oró, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.

43 Y vino, y los halló otra vez durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño.

44 Y dejándolos, se fue de nuevo y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.

45 Entonces vino a sus discípulos, y les dijo: Dormid ya, y descansad; he aquí ha llegado la hora, y el Hijo del hombre es entregado en manos de pecadores.

46 Levantaos; vámonos. He aquí se acerca el que me entrega.

47 Y mientras él aún hablaba, he aquí Judas, uno de los doce, vino, y con él una gran multitud con espadas y con palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo.

48 Y el que lo entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo bese, aquel es; prendedlo.

49 Y en seguida se acercó a Jesús, y dijo: ¡Salve, Maestro! Y lo besó.

50 Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces llegaron, y echaron mano a Jesús, y lo prendieron.

51 Y he aquí, uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada e, hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le cortó la oreja.

52 Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán.

53 ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y él me daría más de doce legiones de ángeles?

54 ¿Cómo, entonces, se cumplirían las Escrituras que dicen que es necesario que así sea hecho?

55 En aquella hora dijo Jesús a la multitud: ¿Como a ladrón habéis salido con espadas y con palos a prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis.

56 Mas todo esto sucede para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos huyeron, dejándolo.

57 Y los que prendieron a Jesús lo llevaron al sumo sacerdote Caifás, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos.

58 Mas Pedro lo seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los criados para ver el fin de aquello.

59 Y los principales sacerdotes, y los ancianos, y todo el consejo, buscaban falso testimonio contra Jesús para entregarlo a la muerte;

60 y no lo hallaron; aunque muchos testigos falsos se presentaron, no lo hallaron. Pero al fin vinieron dos testigos falsos,

61 que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo.

62 Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti?

63 Pero Jesús callaba. Respondiendo el sumo sacerdote, le dijo: Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.

64 Jesús le dijo: Tú lo has dicho. Y aun os digo que desde ahora habéis de ver al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y que viene en las nubes del cielo.

65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestidos, diciendo: Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos aún de testigos? He aquí, ahora habéis oído su blasfemia.

66 ¿Qué os parece? Y, respondiendo, ellos dijeron: Es digno de muerte.

67 Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron puñetazos; y otros lo abofeteaban,

68 diciendo: Profetízanos tú, Cristo, quién es el que te golpeó.

69 Y Pedro estaba sentado fuera, en el patio; y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús, el galileo.

70 Mas él lo negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices.

71 Y saliendo él a la puerta, lo vio otra, y dijo a los que estaban allí: También este estaba con Jesús el nazareno.

72 Y lo negó otra vez con juramento: No conozco a ese hombre.

73 Y un poco después se acercaron los que estaban por allí, y dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu habla te descubre.

74 Entonces comenzó a maldecir y a jurar, diciendo: No conozco a ese hombre. Y en seguida cantó el gallo.

75 Y se acordó Pedro de las palabras de Jesús, que le dijo: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.


 

Mateo  capítulo 27

1 Y llegada la mañana, consultaron todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo contra Jesús para entregarlo a la muerte.

2 Y lo llevaron atado, y lo entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.

3 Entonces Judas, el que lo había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos,

4 diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Y a nosotros, qué? Tú verás.

5 Y arrojando las piezas de plata en el templo, se marchó; y fue, y se ahorcó.

6 Y los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre.

7 Mas, después de consultar, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros.

8 Por lo cual aquel campo fue llamado Campo de Sangre, hasta el día de hoy.

9 Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, que dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, que fue puesto por los hijos de Israel;

10 y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor.

11 Y Jesús estuvo delante del gobernador; y el gobernador le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices.

12 Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió.

13 Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?

14 Y no le respondió ni una palabra, de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.

15 Mas en cada fiesta el gobernador acostumbraba soltar al pueblo un preso, el que quisieran.

16 Y tenían entonces un preso famoso que se llamaba Barrabás.

17 Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte? ¿A Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?

18 Porque sabía que por envidia lo habían entregado.

19 Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir: Nada tengas que ver con aquel justo, porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él.

20 Mas los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron al pueblo que pidiera a Barrabás, y matara a Jesús.

21 Y respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás.

22 Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré con Jesús, llamado el Cristo? Le dijeron todos: Sea crucificado.

23 Y el gobernador les dijo: Pues, ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban más, diciendo: ¡Sea crucificado!

24 Y viendo Pilato que nada adelantaba, antes se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; vosotros veréis.

25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos.

26 Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, lo entregó para ser crucificado.

27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía;

28 y desnudándolo, le echaron encima un manto de escarlata.

29 Y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, lo escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!

30 Y escupiéndole, tomaron la caña, y lo golpeaban en la cabeza.

31 Y después que lo hubieron escarnecido, le quitaron el manto, y lo vistieron con sus vestidos, y lo llevaron para crucificarlo.

32 Y saliendo, hallaron a un hombre de Cirene, llamado Simón; a este obligaron a que llevara su cruz.

33 Y cuando llegaron al lugar que se llama Gólgota, que significa, Lugar de la Calavera,

34 le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero tras haberlo probado, no quiso beberlo.

35 Y después que lo hubieron crucificado, repartieron sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliera lo que fue dicho por el profeta: Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.

36 Y sentados, lo guardaban allí.

37 Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS.

38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda.

39 Y los que pasaban lo injuriaban, meneando sus cabezas,

40 y diciendo: Tú, el que derribas el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.

41 De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndolo con los escribas y los ancianos y los fariseos, decían:

42 A otros salvó, pero a sí mismo no se puede salvar. Si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y le creeremos.

43 Confió en Dios; líbrelo ahora si lo quiere, porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.

44 Lo mismo también lo injuriaban los ladrones que estaban crucificados con él.

45 Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.

46 Y cerca de la hora novena, Jesús exclamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

47 Y algunos de los que estaban allí, oyéndolo, decían: A Elías llama este.

48 Y en seguida, corriendo uno de ellos, tomó una esponja y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio de beber.

49 Y los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarlo.

50 Mas Jesús, habiendo clamado otra vez a gran voz, entregó el espíritu.

51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;

52 y los sepulcros se abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían dormido se levantaron;

53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y se aparecieron a muchos.

54 Y el centurión y los que estaban con él guardando a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que habían sucedido, tuvieron gran temor, diciendo: Verdaderamente este era Hijo de Dios.

55 Y estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndolo;

56 entre las cuales estaban María Magdalena, y María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

57 Y al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también era discípulo de Jesús.

58 Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diera el cuerpo.

59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia,

60 y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y haciendo rodar una gran piedra a la puerta del sepulcro, se fue.

61 Y estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas delante del sepulcro.

62 Y al día siguiente, el que es después de la Preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato,

63 diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré.

64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de los muertos. Y será el último error peor que el primero.

65 Y Pilato les dijo: Tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis.

66 Y ellos fueron y aseguraron el sepulcro con la guardia, sellando la piedra.


 

Mateo  capítulo 28

1 Y al fin del sábado, cuando amanecía el primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro.

2 Y he aquí, hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor descendió del cielo y, acercándose, removió la piedra de la puerta y se sentó sobre ella.

3 Y su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve.

4 Y de miedo de él, los guardas temblaron y se quedaron como muertos.

5 Y, respondiendo, el ángel dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.

6 No está aquí, porque ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.

7 E id de prisa, y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos; y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis. He aquí, os lo he dicho.

8 Entonces ellas, saliendo de prisa del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a sus discípulos,

9 he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: Salve. Y ellas se acercaron y abrazaron sus pies, y lo adoraron.

10 Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.

11 Y yendo ellas, he aquí unos de la guardia vinieron a la ciudad, y anunciaron a los principales sacerdotes todas las cosas que habían acontecido.

12 Y reunidos con los ancianos, y después de consultar, dieron mucho dinero a los soldados,

13 diciendo: Decid: Sus discípulos vinieron de noche y lo hurtaron, estando nosotros durmiendo.

14 Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros lo persuadiremos, y os evitaremos problemas.

15 Y ellos, tomando el dinero, hicieron como habían sido instruidos; y este dicho fue divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.

16 Mas los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.

17 Y cuando lo vieron, lo adoraron; mas algunos dudaban.

18 Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.

19 Por tanto, id y enseñad a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;

20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.


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