Marcos
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16
Marcos capítulo 1
1 Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
2 Como está escrito en los profetas: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, que preparará tu camino delante de ti.
3 Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas.
4 Apareció Juan bautizando en el desierto, y predicando el bautismo de arrepentimiento para remisión de pecados.
5 Y salía a él toda la provincia de Judea, y los de Jerusalén; y todos eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
6 Y Juan estaba vestido de pelos de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre.
7 Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado.
8 Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con el Espíritu Santo.
9 Y aconteció en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
10 Y luego, subiendo del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu, como una paloma, que descendía sobre él.
11 Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.
12 Y en seguida el Espíritu lo impulsó al desierto.
13 Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles lo servían.
14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios,
15 y diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio.
16 Y andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban la red en el mar, porque eran pescadores.
17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.
18 Y en seguida, dejando sus redes, lo siguieron.
19 Y pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, los cuales estaban en la barca remendando las redes.
20 Y en seguida los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, fueron en pos de él.
21 Y entraron en Capernaúm; y en seguida, entrando en la sinagoga en el sábado, enseñaba.
22 Y se admiraban de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
23 Y había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, el cual dio voces,
24 diciendo: ¡Ah! ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.
25 Y Jesús lo reprendió, diciendo: Enmudece y sal de él.
26 Y el espíritu inmundo, convulsionándolo y clamando a gran voz, salió de él.
27 Y todos se maravillaron, de tal manera que preguntaban entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y lo obedecen?
28 Y pronto se difundió su fama por toda la región alrededor de Galilea.
29 Y en seguida, al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y de Andrés, con Jacobo y Juan.
30 Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y al momento le hablaron de ella.
31 Y acercándose, la tomó de su mano y la levantó; y la fiebre la dejó inmediatamente, y los servía.
32 Y al anochecer, luego que el sol se puso, le trajeron todos los enfermos y endemoniados;
33 y toda la ciudad se juntó a la puerta.
34 Y sanó a muchos enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba decir a los demonios que lo conocían.
35 Y levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.
36 Y lo siguieron Simón y los que estaban con él;
37 y hallándolo, le dijeron: Todos te buscan.
38 Y les dijo: Vamos a los pueblos vecinos para que predique también allí, porque para esto he venido.
39 Y predicaba en las sinagogas de ellos por toda Galilea, y echaba fuera los demonios.
40 Y un leproso vino a él, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.
41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió su mano, y lo tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.
42 Y habiendo dicho él esto, al instante la lepra se fue de él, y quedó limpio.
43 Entonces le encargó rigurosamente, y luego lo despidió,
44 y le dijo: Mira, no digas nada a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos.
45 Pero cuando él salió, comenzó a publicar muchas cosas y a divulgar el hecho, de manera que Jesús ya no podía entrar manifiestamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.
Marcos capítulo 2
1 Y entró otra vez en Capernaúm después de algunos días, y se oyó que estaba en casa.
2 E inmediatamente se juntaron a él muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra.
3 Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era llevado por cuatro.
4 Y no pudiendo acercarse a él a causa del gentío, descubrieron el techo de donde estaba y, haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
5 Y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
6 Y estaban allí sentados algunos de los escribas, y pensaban en sus corazones:
7¿Por qué habla este así, diciendo blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?
8 Y en seguida, conociendo Jesús en su espíritu que pensaban así dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones?
9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, y toma tu lecho y anda?
10 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico):
11 A ti te digo: Levántate, y toma tu lecho, y vete a tu casa.
12 Entonces él se levantó en seguida y, tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto algo así.
13 Y volvió a salir al mar, y toda la gente venía a él, y les enseñaba.
14 Y pasando, vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado en el lugar de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, lo siguió.
15 Y aconteció que, estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos, y lo habían seguido.
16 Y los escribas y los fariseos, viéndolo comer con los publicanos y pecadores, dijeron a sus discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores?
17 Y oyéndolo Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores al arrepentimiento.
18 Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?
19 Y Jesús les dijo: ¿Pueden acaso ayunar los que están de bodas mientras el esposo está con ellos? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar.
20 Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán en aquellos días.
21 Nadie cose remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira del viejo, y la rotura se hace peor.
22 Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y se derrama el vino, y los odres se pierden; mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.
23 Y aconteció que pasando él por los sembrados en sábado, sus discípulos, al andar, comenzaron a arrancar espigas.
24 Entonces los fariseos le dijeron: He aquí, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?
25 Y él les dijo: ¿Nunca leísteis lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y tuvo hambre, él y los que con él estaban;
26 cómo entró en la casa de Dios, en tiempos del sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban?
27 También les dijo: El sábado fue hecho por causa del hombre, no el hombre por causa del sábado.
28 Así que el Hijo del hombre es Señor aun del sábado.
Marcos capítulo 3
1 Y otra vez entró en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía una mano seca.
2 Y lo acechaban por si en el sábado lo sanaría, para acusarlo.
3 Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio.
4 Y les dijo: ¿Es lícito hacer bien en el sábado, o hacer mal? ¿Salvar una vida, o quitarla? Mas ellos callaban.
5 Y mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza del corazón de ellos, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y la extendió, y su mano fue restituida sana como la otra.
6 Y al salir, en seguida los fariseos entraron en consejo con los herodianos contra él para matarlo.
7 Mas Jesús se retiró al mar con sus discípulos; y lo siguió una gran multitud de Galilea, y de Judea,
8 y de Jerusalén, y de Idumea, y del otro lado del Jordán, y los de alrededor de Tiro y de Sidón; una gran multitud, al oír todas las cosas que hacía, vino a él.
9 Y dijo a sus discípulos que se le preparara una pequeña barca, por causa de la multitud, para que no lo oprimieran.
10 Porque había sanado a muchos, de manera que cuantos tenían plagas se le echaban encima para tocarlo.
11 Y los espíritus inmundos, al verlo, se postraban delante de él y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.
12 Mas él los reprendía mucho para que no lo descubrieran.
13 Y subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él.
14 Y estableció a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar,
15 y tener potestad para sanar enfermedades, y echar fuera demonios:
16 a Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro;
17 y a Jacobo, hijo de Zebedeo, y a Juan, hermano de Jacobo; y les puso por sobrenombre Boanerges, que es, Hijos del trueno;
18 y a Andrés, y a Felipe, y a Bartolomé, y a Mateo, y a Tomás, y a Jacobo, hijo de Alfeo, y a Tadeo, y a Simón el cananita,
19 y a Judas Iscariote, el que lo entregó. Y vinieron a casa,
20 Y se agolpó de nuevo la multitud, de modo que ellos ni aun podían comer pan.
21 Y cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderlo, porque decían: Está fuera de sí.
22 Y los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Belcebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.
23 Y habiéndolos llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás?
24 Y si un reino estuviere dividido contra sí mismo, tal reino no podría permanecer.
25 Y si una casa estuviere dividida contra sí misma, tal casa no podría permanecer.
26 Y si Satanás se levanta contra sí mismo, y está dividido, no puede permanecer, sino que llega a su fin.
27 Nadie puede saquear los bienes del fuerte entrando en su casa, si antes no atare al fuerte; y entonces saqueará su casa.
28 De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y cualquier blasfemia con que blasfemaren;
29 mas cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo no tiene jamás perdón, sino que está sujeto a condenación eterna.
30 Porque decían: Tiene espíritu inmundo.
31 Vinieron después sus hermanos y su madre, y estando fuera, le enviaron a uno para llamarlo.
32 Y la multitud estaba sentada alrededor de él, y le dijeron: He aquí, tu madre y tus hermanos están afuera y te buscan.
33 Y él les respondió, diciendo: ¿Quién es mi madre, o mis hermanos?
34 Y mirando alrededor a los que estaban sentados en torno de él, dijo: He aquí mi madre y hermanos.
35 Porque cualquiera que haga la voluntad de Dios, este es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.
Marcos capítulo 4
1 Y otra vez comenzó a enseñar junto al mar, y se juntó a él una gran multitud; tanto que, entrando él en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en tierra junto al mar.
2 Y les enseñaba muchas cosas por parábolas, y les decía en su doctrina:
3 Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar.
4 Y aconteció que, al sembrar, una parte cayó junto al camino; y vinieron las aves del cielo y la devoraron.
5 Y otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y en seguida brotó, por no tener profundidad de tierra;
6 mas al salir el sol, se quemó; y por cuanto no tenía raíz, se secó.
7 Y otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.
8 Y otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto que creció y aumentó; y llevó uno a treinta, y otro a sesenta, y otro a cien.
9 Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga.
10 Y cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola.
11 Y les dijo: A vosotros es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, todas estas cosas son en parábolas;
12 para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan y les sean perdonados los pecados.
13 Y les dijo: ¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, comprenderéis todas las parábolas?
14 El sembrador es el que siembra la palabra.
15 Y estos son los de junto al camino, en quienes la palabra es sembrada; mas después que la oyen, en seguida viene Satanás y quita la palabra que fue sembrada en sus corazones.
16 Y asimismo estos son los que son sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, en seguida la reciben con gozo;
17 pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son temporales; después, cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, en seguida se escandalizan.
18 Y estos son los que son sembrados entre espinos: los que oyen la palabra,
19 mas los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entrando, ahogan la palabra, y queda sin fruto.
20 Y estos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra, y la reciben, y llevan fruto, uno a treinta, y otro a sesenta, y otro a cien.
21 También les dijo: ¿Se trae la lámpara para ser puesta debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ser puesta en el candelabro?
22 Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni escondido que no haya de descubrirse.
23 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
24 Les dijo también: Atended a lo que oís. Con la medida que medís, se os medirá, y a vosotros los que oís, os será añadido.
25 Porque al que tiene, le será dado; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
26 Y decía: Así es el reino de Dios, como si un hombre echara la semilla en la tierra;
27 y durmiera, y se levantara de noche y de día, y la semilla brotara y creciera sin que él sepa cómo.
28 Porque la tierra da fruto por sí misma, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga;
29 y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.
30 Y decía: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios? ¿O con qué parábola lo compararemos?
31 Es como el grano de mostaza que, cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra;
32 mas cuando es sembrado, crece y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo puedan morar bajo su sombra.
33 Y con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír.
34 Y sin parábolas no les hablaba; mas a sus discípulos les declaraba todo en privado.
35 Y aquel día, al atardecer, les dijo: Pasemos al otro lado.
36 Y despedida la multitud, lo tomaron como estaba en la barca; y había también con él otras pequeñas barcas.
37 Y se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se llenaba.
38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y lo despertaron, y le dijeron: ¿Maestro, no tienes cuidado que perecemos?
39 Y levantándose, reprendió al viento y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo gran bonanza.
40 Y a ellos dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
41 Y temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es este, que aun el viento y el mar lo obedecen?
Marcos capítulo 5
1 Y vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos.
2 Y al salir él de la barca, en seguida le salió al encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo,
3 que tenía su morada en los sepulcros, y nadie lo podía atar, ni aun con cadenas;
4 porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y los grillos desmenuzados; y nadie lo podía dominar.
5 Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces por los montes y entre los sepulcros, e hiriéndose con piedras.
6 Mas cuando vio a Jesús de lejos, corrió y lo adoró.
7 Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.
8 Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo.
9 Y le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Y respondió, diciendo: Mi nombre es Legión, porque somos muchos.
10 Y le rogaba mucho que no los enviara fuera de aquella región.
11 Y había allí, cerca del monte, una gran piara de cerdos paciendo.
12 Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.
13 E inmediatamente Jesús se lo permitió. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los cerdos, y la piara se precipitó por un despeñadero al mar (y eran como dos mil), y en el mar se ahogaron.
14 Y los que apacentaban los cerdos huyeron, y lo anunciaron en la ciudad y en los campos. Y salieron para ver qué era aquello que había acontecido.
15 Y vinieron a Jesús, y vieron al que había estado endemoniado, y que había tenido la legión, sentado y vestido, y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
16 Y los que lo habían visto les contaron cómo le había acontecido esto al que había estado endemoniado, y lo de los cerdos.
17 Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus términos.
18 Y entrando él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que lo dejara estar con él.
19 Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo tuvo misericordia de ti.
20 Y se fue, y comenzó a proclamar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho con él; y todos se maravillaban.
21 Y pasando otra vez Jesús en una barca al otro lado, se juntó a él una gran multitud; y estaba junto al mar.
22 Y he aquí, vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y al verlo, se postró a sus pies,
23 y le rogaba mucho, diciendo: Mi hijita se está muriendo; te ruego que vengas y pongas las manos sobre ella para que se salve, y vivirá.
24 Y Jesús fue con él, y lo seguía una gran multitud, y lo apretaban.
25 Y una mujer que hacía doce años que estaba con flujo de sangre,
26 y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, y nada le había aprovechado, antes le iba peor,
27 cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su vestido;
28 porque decía: Si tocare tan sólo sus vestidos, seré salva.
29 Y al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.
30 E inmediatamente Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?
31 Y le dijeron sus discípulos: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?
32 Y él miraba alrededor para ver a la que había hecho esto.
33 Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.
34 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote.
35 Hablando aún él, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?
36 E inmediatamente Jesús, oyendo la palabra que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente.
37 Y no permitió que nadie lo siguiera sino Pedro y Jacobo y Juan, hermano de Jacobo.
38 Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto, a los que lloraban y gemían mucho.
39 Y entrando, les dijo: ¿Por qué os alborotáis y lloráis? La muchacha no está muerta, sino que duerme.
40 Y se burlaban de él; mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la muchacha, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la muchacha acostada.
41 Y tomando la mano de la muchacha, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate.
42 E inmediatamente la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se asombraron con gran asombro.
43 Mas él les mandó estrictamente que nadie lo supiera, y dijo que le dieran de comer.
Marcos capítulo 6
1 Y salió de allí y vino a su tierra, y lo siguieron sus discípulos.
2 Y cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndolo, se quedaban atónitos, diciendo: ¿De dónde le vienen a este estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y tales maravillas que por sus manos son hechas?
3 ¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, y de José, y de Judas, y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.
4 Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su tierra, y entre sus parientes, y en su casa.
5 Y no pudo hacer allí ninguna maravilla; solamente sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos.
6 Y estaba maravillado por la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
7 Y llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos, y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos.
8 Y les mandó que no llevaran nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto;
9 sino que calzaran sandalias, y no vistieran dos túnicas.
10 Y les decía: Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de allí.
11 Y todos aquellos que no os recibieren ni os oyeren, saliendo de allí, sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que más tolerable será el castigo a los de Sodoma y Gomorra en el día del juicio, que a los de aquella ciudad.
12 Y saliendo, predicaban que se arrepintieran.
13 Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban.
14 Y oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio, y dijo: Juan, el que bautizaba, ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.
15 Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o como uno de los profetas.
16 Y oyéndolo Herodes, dijo: Este es Juan, el que yo decapité; él ha resucitado de los muertos.
17 Porque Herodes mismo había enviado a prender a Juan, y lo había atado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe, su hermano; pues se había casado con ella.
18 Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
19 Mas Herodías lo acechaba, y deseaba matarlo, y no podía;
20 porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y lo protegía; y oyéndolo, hacía muchas cosas, y lo escuchaba de buena gana.
21 Pero al llegar un día oportuno, en que Herodes, en su cumpleaños, daba una cena a sus grandes y tribunos, y a los principales de Galilea,
22 cuando la hija de Herodías entró, y danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa, el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.
23 Y le juró: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.
24 Y saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista.
25 Entonces ella entró con prisa al rey, y le pidió, diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
26 Y el rey se entristeció mucho; pero a causa del juramento y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla.
27 Y en seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuera traída su cabeza;
28 el cual fue y lo decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato, y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre.
29 Y oyéndolo sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.
30 Y los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo, lo que habían hecho y lo que habían enseñado.
31 Y él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y reposad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, y ni aun tenían tiempo para comer.
32 Y se fueron aparte en una barca a un lugar desierto.
33 Y muchos los vieron ir y lo reconocieron; y concurrieron allá a pie de todas las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él.
34 Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
35 Y cuando ya era una hora muy avanzada, sus discípulos, acercándose a él, dijeron: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada;
36 despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan para sí, porque no tienen qué comer.
37 Y respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Y le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?
38 Y él les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos pescados.
39 Y les mandó que hicieran recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.
40 Y se recostaron por grupos, de cien y de cincuenta.
41 Y tomando los cinco panes y los dos pescados, mirando al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que se los pusieran delante; y repartió los dos pescados entre todos.
42 Y comieron todos, y se saciaron.
43 Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de los pescados.
44 Y los que comieron eran cinco mil hombres.
45 Y en seguida hizo subir a sus discípulos en la barca, e ir delante de él a Betsaida, al otro lado, entre tanto que él despedía a la multitud.
46 Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar.
47 Y al anochecer, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.
48 Y los vio fatigados remando, porque el viento les era contrario; y cerca de la cuarta vigilia de la noche, vino a ellos andando sobre el mar, y quería pasarlos de largo.
49 Y al verlo ellos que andaba sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y dieron voces;
50 porque todos lo veían, y se turbaron. Mas en seguida habló con ellos, y les dijo: Alentaos, yo soy, no temáis.
51 Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y estaban sobremanera asombrados entre ellos, y se maravillaban;
52 porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.
53 Y cuando pasaron al otro lado, llegaron a tierra de Genesaret, y atracaron allí.
54 Y saliendo ellos de la barca, en seguida lo reconocieron,
55 y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes a enfermos en lechos, allí donde oían que estaba.
56 Y dondequiera que entraba, en aldeas o ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que pudieran tocar siquiera el borde de su vestido; y todos los que lo tocaban quedaban sanos.
Marcos capítulo 7
1 Y se juntaron a él los fariseos, y algunos de los escribas que habían venido de Jerusalén;
2 y viendo a algunos de sus discípulos comer pan con manos inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban.
3 Porque los fariseos y todos los judíos, manteniendo la tradición de los ancianos, si no se lavan las manos muchas veces, no comen;
4 y volviendo de la plaza, si no se lavan, no comen. Y hay muchas otras cosas que recibieron para guardar, como los lavamientos de las copas, y de los jarros, y de los vasos de metal, y de los lechos.
5 Entonces le preguntaron los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan sin lavarse las manos?
6 Y respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo con los labios me honra, pero su corazón está lejos de mí.
7 Y en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
8 Porque dejando el mandamiento de Dios, mantenéis la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de las copas; y hacéis muchas otras cosas semejantes.
9 Les decía también: Bien anuláis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.
10 Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldijere al padre o a la madre, muera irremisiblemente.
11 Mas vosotros decís: Si dijere un hombre al padre o a la madre: Aquello con lo que te hubieras beneficiado de mí es Corbán (esto es, mi ofrenda a Dios);
12 entonces ya no le dejáis hacer nada por su padre o por su madre,
13 invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que transmitisteis; y hacéis muchas cosas semejantes a estas.
14 Y llamando a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended:
15 Nada hay fuera del hombre que entrando en él lo pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre.
16 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
17 Y cuando entró en casa, apartándose de la multitud, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola.
18 Y les dijo: ¿También vosotros estáis así, sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre no lo puede contaminar?
19 Porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina, limpiando todos los alimentos.
20 Mas decía que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre.
21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios,
22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lujuria, la envidia, la blasfemia, la soberbia, la insensatez.
23 Todas estas maldades de dentro salen y contaminan al hombre.
24 Y levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, quiso que nadie lo supiera; mas no pudo esconderse.
25 Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, habiendo oído acerca de él, vino y se postró a sus pies.
26 Y la mujer era griega, sirofenicia de linaje; y le rogaba que echara al demonio fuera de su hija.
27 Pero Jesús le dijo: Deja que se sacien primero los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
28 Y ella respondió, y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos debajo de la mesa comen de las migajas de los hijos.
29 Entonces le dijo: Por causa de esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.
30 Y cuando fue a su casa, halló que el demonio había salido, y a su hija acostada en la cama.
31 Y volviendo a salir de la región de Tiro y de Sidón, vino al mar de Galilea, a través de la región de Decápolis.
32 Y le trajeron un sordo que hablaba con dificultad, y le rogaron que pusiera la mano sobre él.
33 Y tomándolo aparte de la gente, metió sus dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua;
34 y alzando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: Efata; esto es: Sé abierto.
35 Y al instante fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien.
36 Y les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se les mandaba, tanto más y más lo divulgaban.
37 Y se maravillaban en gran manera, diciendo: Todo lo ha hecho bien; hace a los sordos oír, y a los mudos hablar.
Marcos capítulo 8
1 En aquellos días, como había una multitud muy grande y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
2 Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer;
3 y si los enviare en ayunas a sus casas, desmayarían en el camino; porque algunos de ellos han venido de lejos.
4 Y sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a estos aquí en el desierto?
5 Y les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete.
6 Entonces mandó a la multitud que se recostara en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusieran delante; y los pusieron delante de la multitud.
7 Tenían también unos pocos pescadillos; y habiéndolos bendecido, mandó que también los pusieran delante.
8 Y comieron, y se saciaron; y recogieron, de los pedazos que habían sobrado, siete canastas.
9 Y los que comieron eran como cuatro mil; y los despidió.
10 Y en seguida, entrando en la barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta.
11 Y vinieron los fariseos, y comenzaron a disputar con él, pidiéndole señal del cielo para tentarlo.
12 Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.
13 Y dejándolos, volvió a entrar en la barca y se fue al otro lado.
14 Y los discípulos se habían olvidado de tomar pan, y no tenían consigo sino un pan en la barca.
15 Y les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes.
16 Y discutían los unos con los otros, diciendo: Es porque no tenemos pan.
17 Y cuando Jesús lo entendió, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan? ¿Todavía no comprendéis ni entendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?
18 ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no os acordáis?
19 Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Doce.
20 Y cuando partí los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Siete.
21 Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?
22 Y vino a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que lo tocara.
23 Entonces, tomando al ciego de la mano, lo sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, y poniendo las manos sobre él le preguntó si veía algo.
24 Y él, alzando los ojos, dijo: Veo los hombres, pues veo como árboles que andan.
25 Luego le puso otra vez las manos sobre sus ojos, y le hizo que mirara; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos.
26 Y lo envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.
27 Y salió Jesús, y sus discípulos, por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
28 Y ellos respondieron: Juan el Bautista; y otros: Elías; y otros: Alguno de los profetas.
29 Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo.
30 Y les mandó rigurosamente que no hablaran de él a nadie.
31 Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del hombre padecer mucho, y ser reprobado por los ancianos y los principales sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.
32 Y claramente decía esta palabra. Entonces Pedro lo tomó aparte, y comenzó a reprenderlo.
33 Y él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: Quítate de delante de mí, Satanás, porque no piensas en las cosas que son de Dios, sino en las que son de los hombres.
34 Y llamando a la multitud con sus discípulos, les dijo: Cualquiera que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
35 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, este la salvará.
36 Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?
37 ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
38 Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del hombre se avergonzará también de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
Marcos capítulo 9
1 También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios que ha venido con poder.
2 Y seis días después, Jesús tomó a Pedro y a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte, solos, a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos.
3 Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve; tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos.
4 Y se les apareció Elías con Moisés, y estaban hablando con Jesús.
5 Entonces, respondiendo, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es que nos quedemos aquí, y hagamos tres cabañas: una para ti, y otra para Moisés, y otra para Elías;
6 pues no sabía lo que hablaba, porque estaban espantados.
7 Y vino una nube que los cubrió con su sombra, y salió de la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.
8 Y de repente, cuando miraron alrededor, ya no vieron a nadie consigo, sino a Jesús solo.
9 Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijeran lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado de los muertos.
10 Y mantuvieron entre sí esta palabra, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos.
11 Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?
12 Y respondiendo él, les dijo: Elías a la verdad, al venir primero, restituirá todas las cosas; y como está escrito del Hijo del hombre, que debe padecer mucho y ser tenido en nada.
13 Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él.
14 Y cuando llegó a los discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y unos escribas que disputaban con ellos.
15 Y al verlo, en seguida toda la gente se asombró, y corriendo a él, lo saludaron.
16 Y preguntó a los escribas: ¿Qué disputáis con ellos?
17 Y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo,
18 el cual, dondequiera que lo toma, lo derriba; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echaran fuera, y no pudieron.
19 Y respondiendo él, le dijo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo.
20 Y se lo trajeron; y cuando lo vio, al instante el espíritu lo convulsionó; y cayendo en tierra, se revolcaba, echando espumarajos.
21 Y Jesús preguntó a su padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño;
22 y muchas veces lo echa en el fuego y en el agua para matarlo; pero, si puedes hacer algo, ayúdanos, teniendo compasión de nosotros.
23 Y Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.
24 E inmediatamente el padre del muchacho dijo, clamando con lágrimas: Creo, Señor; ayuda mi incredulidad.
25 Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando: Sal de él y no entres más en él.
26 Entonces el espíritu, clamando y convulsionándolo mucho, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto.
27 Mas Jesús, tomándolo de la mano, lo enderezó; y se levantó.
28 Y cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no lo pudimos echar fuera?
29 Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.
30 Y habiendo salido de allí, pasaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiera.
31 Enseñaba, pues, a sus discípulos y les decía: El Hijo del hombre será entregado en manos de hombres, y lo matarán; después de ser muerto él, resucitará al tercer día.
32 Mas ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle.
33 Y llegó a Capernaúm; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino?
34 Mas ellos callaron, porque habían disputado en el camino entre ellos, quién había de ser el mayor.
35 Entonces, sentándose, llamó a los doce y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos.
36 Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos; y tomándolo en sus brazos, les dijo:
37 El que recibe en mi nombre a uno de tales niños, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió.
38 Y Juan le respondió, diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, el cual no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos sigue.
39 Y Jesús dijo: No se lo prohibáis, porque ninguno hay que haga un milagro en mi nombre que luego pueda hablar mal de mí.
40 Porque el que no está contra nosotros, por nosotros está.
41 Y cualquiera que os dé un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.
42 Y cualquiera que escandalice a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atara una piedra de molino al cuello, y se le echara al mar.
43 Y si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo las dos manos ir al infierno, al fuego que nunca se apagará;
44 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
45 Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar en la vida cojo, que teniendo los dos pies ser echado en el infierno, al fuego que nunca se apagará;
46 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
47 Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al fuego del infierno;
48 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
49 Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.
50 Buena es la sal; mas si la sal fuere desabrida, ¿con qué la sazonaréis? Tened en vosotros mismos sal, y tened paz los unos con los otros.
Marcos capítulo 10
1 Y levantándose de allí, vino a los términos de Judea por el otro lado del Jordán; y volvió el pueblo a juntarse a él, y de nuevo les enseñaba como acostumbraba.
2 Y acercándose los fariseos, le preguntaron, para tentarlo, si era lícito al marido repudiar a su mujer.
3 Mas él, respondiendo, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?
4 Y ellos dijeron: Moisés permitió escribir carta de divorcio y repudiarla.
5 Y respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento;
6 pero desde el principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.
7 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,
8 y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino una sola carne.
9 Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
10 Y en casa, volvieron los discípulos a preguntarle acerca de lo mismo,
11 y les dijo: Cualquiera que repudie a su mujer, y se case con otra, comete adulterio contra ella;
12 y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.
13 Y le traían niños para que los tocara; y los discípulos reprendían a los que los traían.
14 Y viéndolo Jesús, se indignó y les dijo: Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios.
15 De cierto os digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
16 Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.
17 Y al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo e, hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
18 Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios.
19 Sabes los mandamientos: No adulteres; no mates; no hurtes; no digas falso testimonio; no defraudes; honra a tu padre y a tu madre.
20 Mas él, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto he guardado desde mi juventud.
21 Entonces Jesús, mirándolo, lo amó, y le dijo: Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes, y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.
22 Mas él, apenado por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
24 Y los discípulos se asombraron de sus palabras; mas Jesús, respondiendo, volvió a decirles: ¡Hijos, cuán difícil les es entrar en el reino de Dios a los que confían en las riquezas!
25 Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.
26 Y ellos se espantaban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
27 Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible; pero para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios.
28 Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido.
29 Y respondiendo Jesús, dijo: De cierto os digo que ninguno hay que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio,
30 que no reciba cien veces ahora en este tiempo, casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero, la vida eterna.
31 Pero muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros.
32 E iban por el camino subiendo a Jerusalén; y Jesús iba delante de ellos, y estaban asombrados, y lo seguían con miedo. Entonces volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer:
33 He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte, y lo entregarán a los gentiles;
34 y lo escarnecerán, y lo azotarán, y escupirán en él, y lo matarán; mas al tercer día resucitará.
35 Entonces Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que te pidamos.
36 Y él les dijo: ¿Qué queréis que os haga?
37 Y ellos le dijeron: Danos que en tu gloria nos sentemos uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.
38 Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
39 Y ellos dijeron: Podemos. Y Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis; y del bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados;
40 mas que os sentéis a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino que es para quienes está preparado.
41 Y cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse con Jacobo y Juan.
42 Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes entre las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes tienen sobre ellas potestad.
43 Pero no será así entre vosotros, sino que cualquiera que quiera ser grande entre vosotros, será vuestro servidor;
44 y cualquiera de vosotros que quiera ser el primero, será siervo de todos.
45 Porque el Hijo del hombre tampoco vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos.
46 Entonces llegaron a Jericó; y al salir él de Jericó, y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.
47 Y oyendo que era Jesús el nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
48 Y muchos lo reprendían para que callara, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
49 Y Jesús, deteniéndose, mandó llamarlo; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama.
50 Entonces él, tirando su capa, se levantó y vino a Jesús.
51 Y respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista.
52 Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista, y seguía a Jesús por el camino.
Marcos capítulo 11
1 Y cuando se acercaban a Jerusalén, a Betfagé y Betania, hacia el monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,
2 y les dijo: Id a la aldea que está delante de vosotros, y después de entrar en ella en seguida hallaréis un pollino atado, sobre el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo.
3 Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso?, decid que el Señor tiene necesidad de él, y en seguida lo enviará acá.
4 Y fueron, y hallaron el pollino atado a la puerta, afuera entre dos caminos; y lo desataron.
5 Y algunos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino?
6 Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado, y los dejaron.
7 Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él.
8 Y muchos tendían sus mantos por el camino, y otros cortaban hojas de los árboles y las tendían por el camino.
9 Y los que iban delante y los que iban detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
10 ¡Bendito el reino de nuestro padre David, que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
11 Y el Señor entró en Jerusalén, y en el templo; y después de mirar alrededor todas las cosas, siendo la hora ya tarde, salió a Betania con los doce.
12 Y al día siguiente, cuando salieron ellos de Betania, tuvo hambre.
13 Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, se acercó por si quizá hallara en ella algo; y cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, porque no era tiempo de higos.
14 Y Jesús, respondiendo, le dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos.
15 Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;
16 y no consentía que nadie llevara utensilio alguno por el templo.
17 Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito que mi casa, casa de oración será llamada por todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
18 Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo lo matarían; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina.
19 Mas al atardecer, Jesús salió de la ciudad.
20 Y por la mañana, al pasar vieron que la higuera se había secado desde las raíces.
21 Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, he aquí la higuera que maldijiste se ha secado.
22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.
23 Porque de cierto os digo que cualquiera que diga a este monte: Quítate, y échate en el mar, y no dude en su corazón, sino que crea que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.
24 Por tanto, os digo que todo lo que orando pidáis, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
25 Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguien, para que vuestro Padre que está en los cielos también os perdone a vosotros vuestras ofensas.
26 Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.
27 Y volvieron a Jerusalén; y mientras él andaba por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, y los escribas, y los ancianos;
28 y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esta autoridad para hacer estas cosas?
29 Y Jesús, respondiendo, les dijo: Yo también os preguntaré una cosa; respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas:
30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres? Respondedme.
31 Entonces ellos razonaron entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
32 Pero si decimos, de los hombres… Temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan era verdaderamente un profeta.
33 Y respondiendo, dijeron a Jesús: No lo sabemos. Entonces, respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.
Marcos capítulo 12
1 Y comenzó a hablarles en parábolas: Un hombre plantó una viña, y la cercó con un vallado, y cavó un lagar, y edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y partió lejos.
2 Y envió un siervo a los labradores, al tiempo, para que recibiera de los labradores del fruto de la viña.
3 Pero ellos, tomándolo, lo hirieron y lo enviaron con las manos vacías.
4 Y volvió a enviarles otro siervo; mas a este, apedreándolo, lo hirieron en la cabeza, y lo volvieron a enviar afrentado.
5 Y volvió a enviar a otro, y a este lo mataron; y envió a muchos otros, pero ellos golpeaban a unos y mataban a otros.
6 Teniendo, pues, aún un hijo, su amado, también lo envió por último a ellos, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.
7 Pero aquellos labradores dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémoslo, y la heredad será nuestra.
8 Y prendiéndolo, lo mataron y echaron fuera de la viña.
9 ¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá, y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros.
10 ¿Ni aun esta Escritura habéis leído: La piedra que desecharon los edificadores, esta ha venido a ser cabeza del ángulo;
11 de parte del Señor se ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos?
12 Y procuraban prenderlo, porque entendían que decía contra ellos aquella parábola; mas temían a la multitud; y dejándolo, se fueron.
13 Y enviaron a él algunos de los fariseos y de los herodianos, para que lo sorprendieran en alguna palabra.
14 Y viniendo ellos, le dijeron: Maestro, sabemos que eres veraz y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo al César, o no? ¿Daremos, o no daremos?
15 Entonces él, conociendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para que lo vea.
16 Y ellos se lo trajeron, y les dijo: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Y ellos le dijeron: Del César.
17 Y respondiendo Jesús, les dijo: Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de él.
18 Entonces vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo:
19 Maestro, Moisés nos escribió que si el hermano de alguno muriere, y dejare mujer, y no dejare hijos, que su hermano tome su mujer y levante descendencia a su hermano.
20 Había siete hermanos; y el primero tomó mujer, y al morir, no dejó descendencia;
21 y la tomó el segundo, y murió, y él tampoco dejó descendencia; y el tercero, de la misma manera.
22 Y la tomaron los siete, y tampoco dejaron descendencia; finalmente murió también la mujer.
23 En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer.
24 Entonces, respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erráis por eso, porque no conocéis las Escrituras ni el poder de Dios?
25 Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán, ni serán dados en casamiento, sino que serán como los ángeles que están en los cielos.
26 Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob?
27 Él no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.
28 Y acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
29 Y Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.
30 Amarás, pues, al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas; este es el primer mandamiento.
31 Y el segundo, semejante a este, es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos.
32 Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, con verdad has dicho que Dios es uno, y no hay otro fuera de él;
33 y que amarlo con todo el corazón, y con todo el entendimiento, y con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios.
34 Entonces Jesús, viendo que él había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya nadie osaba preguntarle.
35 Y mientras Jesús enseñaba en el templo, respondiendo, decía: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?
36 Porque el mismo David dijo por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
37 Pues si David mismo lo llama Señor, ¿cómo, pues, es su hijo? Y la gran multitud del pueblo lo oía de buena gana.
38 Y les decía en su enseñanza: Guardaos de los escribas, que quieren andar con ropas largas, y desean las salutaciones en las plazas,
39 y los primeros asientos en las sinagogas, y los primeros lugares en las cenas;
40 que devoran las casas de las viudas, y como pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.
41 Y estando sentado Jesús delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho.
42 Y vino una viuda pobre, y echó dos pequeñas monedas, que equivalen a un cuadrante.
43 Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca;
44 porque todos han echado de lo que les sobra, pero esta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.
Marcos capítulo 13
1 Y saliendo del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras y qué edificios.
2 Y Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.
3 Y al sentarse en el monte de los Olivos delante del templo, le preguntaron aparte Pedro y Jacobo y Juan y Andrés:
4 Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?
5 Y Jesús, respondiéndoles, comenzó a decir: Mirad que nadie os engañe;
6 porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos.
7 Mas cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que suceda así; pero aún no será el fin.
8 Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en diversos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores serán estos.
9 Mas vosotros, mirad por vosotros mismos; porque os entregarán a los concilios, y en las sinagogas seréis azotados; y delante de gobernadores y de reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos.
10 Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones.
11 Y cuando os lleven para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.
12 Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y los matarán.
13 Y seréis aborrecidos por todos por causa de mi nombre; mas el que perseverare hasta el fin, este será salvo.
14 Pero cuando veáis la abominación de la desolación que fue dicha por el profeta Daniel, que estará donde no debe (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes;
15 y el que esté sobre el terrado, no descienda a la casa, ni entre para tomar algo de su casa;
16 y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su manto.
17 Mas ¡ay de las que estén embarazadas y de las que críen en aquellos días!
18 Orad, pues, que no acontezca vuestra huida en invierno.
19 Porque aquellos días serán de aflicción, cual nunca ha habido desde el principio de la creación que creó Dios, hasta ahora, ni habrá.
20 Y si el Señor no hubiera acortado aquellos días, ninguna carne se salvaría; pero por causa de los escogidos que él escogió, acortó aquellos días.
21 Y entonces si alguno os dijere: He aquí, aquí está el Cristo; o: He aquí, allí está, no le creáis.
22 Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios para engañar, si fuere posible, aun a los escogidos.
23 Mas vosotros, mirad; he aquí, os lo he dicho todo de antemano.
24 Pero en aquellos días, después de aquella aflicción, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor,
25 y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los cielos serán sacudidas.
26 Y entonces verán al Hijo del hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria.
27 Y entonces enviará a sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
28 De la higuera aprended la parábola: Cuando su rama ya se enternece y echa las hojas, conocéis que el verano está cerca;
29 así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas.
30 De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan.
31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
32 Pero de aquel día y de la hora, nadie sabe; ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.
33 Mirad, velad y orad, porque no sabéis cuándo será el tiempo.
34 Es como el hombre que, partiendo lejos, dejó su casa y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velara.
35 Velad, pues, porque no sabéis cuándo el señor de la casa vendrá; si a la tarde, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana;
36 para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo.
37 Y las cosas que digo a vosotros, a todos las digo: Velad.
Marcos capítulo 14
1 Y dos días después era la Pascua y los días de los Panes sin levadura; y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderlo por engaño y matarlo.
2 Pero decían: No en la fiesta, para que no haya un alboroto del pueblo.
3 Y estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que tenía un vaso de alabastro de ungüento de nardo puro de mucho precio; y quebrando el alabastro, lo derramó sobre su cabeza.
4 Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de ungüento?
5 Porque esto se podía haber vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y se enfadaron con ella.
6 Pero Jesús dijo: Dejadla; ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho.
7 Porque siempre tenéis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tenéis.
8 Ella ha hecho lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.
9 De cierto os digo que dondequiera que sea predicado este evangelio en todo el mundo, también se contará lo que ella ha hecho, para memoria de ella.
10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, vino a los principales sacerdotes para entregarles a Jesús.
11 Y ellos, al oírlo, se alegraron y prometieron que le darían dinero. Y buscaba cómo entregarlo en un momento oportuno.
12 Y el primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, cuando sacrificaban la Pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas la Pascua?
13 Y envió a dos de sus discípulos, y les dijo: Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo;
14 y donde entre, decid al señor de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos?
15 Y él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto y preparado; preparad para nosotros allí.
16 Y fueron sus discípulos, y llegaron a la ciudad, y lo hallaron tal como les había dicho; y prepararon la Pascua.
17 Y al atardecer, fue con los doce.
18 Y mientras estaban sentados a la mesa y comían, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me ha de entregar.
19 Entonces ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por uno: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo?
20 Y él, respondiendo, les dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo el pan en el plato.
21 A la verdad el Hijo del hombre va, como está escrito de él; mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! Mejor le fuera a aquel hombre si nunca hubiera nacido.
22 Y estando ellos comiendo, Jesús tomó pan y, bendiciéndolo, lo partió y les dio, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
23 Y tomando la copa, habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos.
24 Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada.
25 De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios.
26 Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.
27 Jesús entonces les dijo: Todos seréis escandalizados de mí esta noche, porque escrito está: Heriré al pastor, y serán dispersadas las ovejas.
28 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
29 Entonces Pedro le dijo: Aunque todos sean escandalizados, yo no.
30 Y le dijo Jesús: De cierto te digo que hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, tú me negarás tres veces.
31 Mas él con mayor insistencia decía: Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.
32 Y llegaron a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro.
33 Y tomó consigo a Pedro y a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse.
34 Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; esperad aquí y velad.
35 Y yéndose un poco adelante, se postró en tierra y oró que, si fuera posible, pasara de él aquella hora.
36 Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que tú.
37 Y vino y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora?
38 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
39 Y volviéndose a ir, oró, y dijo las mismas palabras.
40 Y al volver, los halló otra vez durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle.
41 Y vino la tercera vez, y les dijo: Dormid ya y descansad; basta, la hora ha llegado; he aquí, el Hijo del hombre es entregado en manos de los pecadores.
42 Levantaos, vamos; he aquí, el que me entrega se acerca.
43 E inmediatamente, mientras él aún hablaba, vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los escribas y de los ancianos.
44 Y el que lo entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, aquel es; prendedlo, y llevadlo con seguridad.
45 Y cuando vino, se acercó inmediatamente a él y le dijo: Maestro, Maestro. Y lo besó.
46 Entonces ellos echaron sus manos sobre él, y lo prendieron.
47 Y uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.
48 Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Como a un ladrón habéis salido con espadas y palos para prenderme?
49 Cada día estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis; pero es así, para que se cumplan las Escrituras.
50 Entonces, dejándolo todos sus discípulos, huyeron.
51 Mas un joven lo seguía, cubierto con una sábana sobre el cuerpo desnudo; y los jóvenes lo prendieron;
52 mas él, dejando la sábana, huyó de ellos desnudo.
53 Y trajeron a Jesús al sumo sacerdote; y se juntaron a él todos los principales sacerdotes y los ancianos y los escribas.
54 Mas Pedro lo siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; y estaba sentado con los alguaciles y calentándose al fuego.
55 Y los principales sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús, para entregarlo a la muerte; mas no lo hallaban.
56 Porque muchos daban falso testimonio contra él, mas sus testimonios no concordaban.
57 Entonces, levantándose algunos, dieron falso testimonio contra él, diciendo:
58 Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este templo que es hecho por manos, y en tres días edificaré otro hecho sin manos.
59 Mas ni aun así concordaba el testimonio de ellos.
60 Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti?
61 Mas él callaba y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
62 Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo.
63 Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus vestidos, dijo: ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
64 Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos lo condenaron como digno de muerte.
65 Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrir su rostro, y a darle bofetadas, y a decirle: Profetiza. Y los alguaciles le daban bofetadas.
66 Y estando Pedro abajo en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote;
67 y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándolo, dijo: Tú también estabas con Jesús el nazareno.
68 Pero él lo negó, diciendo: No lo conozco, ni sé lo que dices. Y salió fuera, a la entrada; y cantó el gallo.
69 Y la criada, viéndolo otra vez, comenzó a decir a los que estaban allí: Este es uno de ellos.
70 Pero él lo negó otra vez. Y poco después, los que estaban allí dijeron otra vez a Pedro: Verdaderamente tú eres uno de ellos; porque eres galileo, y tu manera de hablar es semejante.
71 Y él comenzó a maldecir y a jurar: No conozco a este hombre de quien habláis.
72 Y el gallo cantó la segunda vez; y Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba.
Marcos capítulo 15
1 Y luego, por la mañana, habiendo consultado los principales sacerdotes con los ancianos, y con los escribas, y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado, y lo entregaron a Pilato.
2 Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiendo él, le dijo: Tú lo dices.
3 Y los principales sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
4 Y Pilato le preguntó otra vez, diciendo: ¿No respondes nada? Mira cuántas cosas testifican contra ti.
5 Mas Jesús ni aun así respondió, de modo que Pilato se maravillaba.
6 Pero en el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidieran.
7 Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían cometido homicidio en una revuelta.
8 Y gritando la multitud, comenzó a pedir que hiciera como siempre les había hecho.
9 Y Pilato les respondió, diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?
10 Porque sabía que por envidia lo habían entregado los principales sacerdotes.
11 Pero los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltara más bien a Barrabás.
12 Y respondiendo Pilato, les dijo otra vez: ¿Qué, pues, queréis que haga a quien llamáis Rey de los judíos?
13 Y ellos volvieron a dar voces: ¡Crucifícalo!
14 Mas Pilato les decía: ¿Pues qué mal ha hecho? Y ellos daban más voces: ¡Crucifícalo!
15 Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarlo, para que fuera crucificado.
16 Entonces los soldados lo llevaron dentro del atrio, que es el pretorio, y convocaron toda la cohorte.
17 Y lo vistieron de púrpura, y le pusieron una corona tejida de espinas,
18 y comenzaron a saludarlo: ¡Salve, Rey de los judíos!
19 Y lo herían en la cabeza con una caña, y le escupían, y lo adoraban hincadas las rodillas.
20 Y cuando lo hubieron escarnecido, le quitaron la púrpura, y le vistieron sus propios vestidos, y lo sacaron para crucificarlo.
21 Y obligaron a uno que pasaba, Simón cireneo, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que llevara su cruz.
22 Y lo llevaron al lugar llamado Gólgota, que traducido quiere decir: Lugar de la Calavera.
23 Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; pero él no lo tomó.
24 Y cuando lo hubieron crucificado, repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno.
25 Y era la hora tercera cuando lo crucificaron.
26 Y la inscripción escrita de su causa era: EL REY DE LOS JUDÍOS.
27 Y crucificaron con él a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda.
28 Y se cumplió la Escritura, que dice: Y fue contado con los inicuos.
29 Y los que pasaban lo injuriaban, meneando sus cabezas y diciendo: ¡Ah!, tú que derribas el templo de Dios y en tres días lo edificas,
30 sálvate a ti mismo y desciende de la cruz.
31 Y de esta manera también los principales sacerdotes, burlándose entre ellos con los escribas, decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar.
32 El Cristo, el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él lo injuriaban.
33 Y cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
34 Y a la hora novena, exclamó Jesús a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?, que traducido, quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
35 Y oyéndolo unos de los que estaban allí, decían: He aquí, llama a Elías.
36 Y corrió uno, y empapó una esponja en vinagre y, poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarlo.
37 Mas Jesús, dando una gran voz, expiró.
38 Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
39 Y el centurión que estaba delante de él, viendo que había expirado clamando así, dijo: Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios.
40 Y también algunas mujeres estaban mirando de lejos; entre las cuales estaba María Magdalena, y María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé;
41 las cuales, estando aún él en Galilea, lo habían seguido, y lo servían; y otras muchas que juntamente con él habían subido a Jerusalén.
42 Y al atardecer, porque era la preparación, es decir, la víspera del sábado,
43 vino José de Arimatea, consejero noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, y osadamente se presentó ante Pilato y pidió el cuerpo de Jesús.
44 Y Pilato se maravilló de que ya hubiera muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya había muerto.
45 Y cuando lo supo de parte del centurión, dio el cuerpo a José;
46 el cual compró una sábana y, bajándolo, lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en una peña, e hizo rodar una piedra a la puerta del sepulcro.
47 Y María Magdalena y María madre de José miraban dónde era puesto.
Marcos capítulo 16
1 Y cuando pasó el sábado, María Magdalena, y María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias para ir a ungirlo.
2 Y muy de mañana, el primer día de la semana, fueron al sepulcro, ya salido el sol.
3 Y decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la puerta del sepulcro?
4 Y cuando miraron, vieron la piedra removida, aunque era muy grande.
5 Y al entrar en el sepulcro, vieron un joven sentado al lado derecho, vestido con una larga ropa blanca; y se espantaron.
6 Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús el nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; he aquí el lugar en donde lo pusieron.
7 Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os dijo.
8 Y ellas huyeron rápidamente del sepulcro, porque temblor y espanto se había apoderado de ellas; y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.
9 Mas cuando Jesús resucitó por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de la que había echado siete demonios.
10 Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando.
11 Y ellos, cuando oyeron que vivía y que había sido visto por ella, no lo creyeron.
12 Y después de esto, apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo.
13 Y ellos fueron, y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos creyeron.
14 Finalmente se apareció a los once mismos, estando sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
15 Y les dijo: Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura.
16 El que creyere y fuere bautizado será salvo; pero el que no creyere será condenado.
17 Y estas señales seguirán a los que creyeren: en mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;
18 tomarán serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no los dañará; pondrán sus manos sobre los enfermos, y sanarán.
19 Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo y se sentó a la diestra de Dios.
20 Y ellos, saliendo, predicaron por todas partes, obrando con ellos el Señor, y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.