Evangelio Según Lucas (RV-SBT)

 


Lucas
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Lucas capítulo 1 

1 Habiendo procurado muchos poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,

2 como nos lo transmitieron los que desde el principio lo vieron con sus ojos y fueron ministros de la palabra;

3 me ha parecido también a mí, después de haber investigado todas las cosas desde el principio con diligencia, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo,

4 para que conozcas la verdad de las cosas en las cuales has sido enseñado.

5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; y su mujer era de las hijas de Aarón, y su nombre era Elisabet.

6 Y eran ambos justos delante de Dios, andando sin reprensión en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.

7 Y no tenían hijos, porque Elisabet era estéril, y ambos eran de edad avanzada.

8 Y aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios por el orden de su clase,

9 conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte quemar el incienso, entrando en el templo del Señor.

10 Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso.

11 Y se le apareció un ángel del Señor puesto de pie a la derecha del altar del incienso.

12 Y al verlo, Zacarías se turbó, y le sobrevino temor.

13 Mas el ángel le dijo: Zacarías, no temas, porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.

14 Y tendrás gozo y alegría, y muchos se gozarán de su nacimiento.

15 Porque será grande delante del Señor, y no beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.

16 Y a muchos de los hijos de Israel hará volver al Señor Dios de ellos.

17 E irá delante de él con el espíritu y poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y los rebeldes a la prudencia de los justos, a fin de preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto.

18 Y dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.

19 Y respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios, y he sido enviado a hablarte y a darte estas buenas nuevas.

20 Y he aquí, quedarás mudo, y no podrás hablar hasta el día que esto suceda, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.

21 Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él se demorara en el templo.

22 Y cuando salió, no les podía hablar, y entendieron que había visto una visión en el templo; y él les hablaba por señas, y permaneció mudo.

23 Y aconteció que, cumplidos los días de su ministerio, se fue a su casa.

24 Y después de aquellos días concibió su mujer Elisabet, y se ocultó por cinco meses, diciendo:

25 Así me ha hecho el Señor en los días en que me miró para quitar mi afrenta entre los hombres.

26 Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,

27 a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.

28 Y entrando el ángel a donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.

29 Mas ella, cuando lo vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta.

30 Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.

31 Y he aquí, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.

32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre;

33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin.

34 Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto?, pues no conozco varón.

35 Y respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te hará sombra; por lo cual también lo Santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios.

36 Y he aquí, tu parienta Elisabet, también ella ha concebido un hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que era llamada estéril;

37 porque ninguna cosa es imposible para Dios.

38 Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.

39 En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá;

40 y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet.

41 Y aconteció que, cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo,

42 y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.

43 ¿Y de dónde me acontece esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?

44 Porque he aquí, cuando llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.

45 Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor.

46 Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor,

47 y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.

48 Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues, he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.

49 Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; y santo es su nombre,

50 y su misericordia es de generación en generación a los que lo temen.

51 Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de su corazón.

52 Quitó de los tronos a los poderosos, y levantó a los humildes.

53 A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos.

54 Socorrió a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia,

55 como habló a nuestros padres, a Abraham y a su simiente para siempre.

56 Y se quedó María con ella como tres meses; después se volvió a su casa.

57 Y a Elisabet se le cumplió el tiempo del alumbramiento, y dio a luz un hijo.

58 Y oyeron sus vecinos y parientes que el Señor había engrandecido para con ella su misericordia, y se alegraron con ella.

59 Y aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño, y lo llamaban con el nombre de su padre, Zacarías.

60 Y respondiendo su madre, dijo: No; sino que se llamará Juan.

61 Y le dijeron: ¿Por qué? Nadie hay en tu parentela que se llame con este nombre.

62 Y preguntaron por señas a su padre, cómo lo quería llamar.

63 Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.

64 Y al instante fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios.

65 Y vino temor sobre todos sus vecinos; y en todas las montañas de Judea fueron divulgadas todas estas cosas.

66 Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién, pues, será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.

67 Y Zacarías, su padre, fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo:

68 Bendito el Señor, Dios de Israel, que ha visitado y hecho redención a su pueblo,

69 y nos levantó un cuerno de salvación en la casa de David, su siervo

70 (como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio),

71 salvación de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos aborrecieron;

72 para hacer misericordia con nuestros padres y acordarse de su santo pacto;

73 del juramento que juró a Abraham, nuestro padre, que nos había de dar,

74 que sin temor, librados de la mano de nuestros enemigos, lo serviríamos

75 en santidad y en justicia delante de él, todos los días de nuestra vida.

76 Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la faz del Señor para preparar sus caminos,

77 para dar conocimiento de salvación a su pueblo, por la remisión de sus pecados,

78 por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó de lo alto la aurora,

79 para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte, para encaminar nuestros pies por camino de paz.

80 Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en los lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.


 

Lucas capítulo 2 

1 Y aconteció en aquellos días que salió un edicto de parte de Augusto César, que toda la tierra fuera empadronada.

2 Este primer empadronamiento fue hecho siendo Cirenio gobernador de Siria.

3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.

4 Y subió José de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David,

5 para ser empadronado con María, su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta.

6 Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días en que ella había de dar a luz.

7 Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.

8 Y había pastores en la misma región, que estaban en el campo y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.

9 Y he aquí un ángel del Señor vino sobre ellos, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y temieron con gran temor.

10 Mas el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:

11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, el Salvador, que es Cristo el Señor.

12 Y esto os será por señal: hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.

13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, que alababan a Dios y decían:

14 Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres.

15 Y aconteció que, cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, que el Señor nos ha dado a conocer.

16 Y vinieron aprisa, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.

17 Y viéndolo, dieron a conocer la palabra que les había sido dicha acerca de este niño.

18 Y todos los que lo oyeron se maravillaron de lo que los pastores les decían.

19 Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

20 Y los pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como les había sido dicho.

21 Y cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, llamaron su nombre Jesús; el cual le fue puesto por el ángel antes que él fuera concebido en el vientre.

22 Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ella, conforme a la ley de Moisés, lo trajeron a Jerusalén para presentarlo al Señor

23 (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abra la matriz será llamado santo al Señor),

24 y para ofrecer sacrificio, conforme a lo que está dicho en la ley del Señor: Un par de tórtolas o dos palominos.

25 Y he aquí, había un hombre en Jerusalén llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.

26 Y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viera al Cristo del Señor.

27 Y vino por el Espíritu al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer con él conforme a la costumbre de la ley,

28 entonces él lo tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, y dijo:

29 Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra;

30 porque han visto mis ojos tu salvación,

31 la cual has preparado en presencia de todos los pueblos;

32 luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel.

33 Y José y su madre estaban maravillados de lo que se decía de él.

34 Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, este está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha;

35 y una espada traspasará tu misma alma, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.

36 Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser; ella era de edad muy avanzada, y había vivido con su marido siete años desde su virginidad;

37 y era viuda hacía unos ochenta y cuatro años, la cual no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.

38 Y esta, viniendo en la misma hora, daba gracias al Señor, y hablaba de él a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.

39 Mas cuando cumplieron todas las cosas según la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

40 Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.

41 E iban sus padres cada año a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.

42 Y cuando tuvo doce años, ellos subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.

43 Y acabados los días, al regresar ellos, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin saberlo José y su madre.

44 Y pensando que estaba en la caravana, anduvieron camino de un día; y lo buscaban entre los parientes y entre los conocidos;

45 mas como no lo hallaron, volvieron a Jerusalén buscándolo.

46 Y aconteció que tres días después lo hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles.

47 Y todos los que lo oían se asombraban de su entendimiento y de sus respuestas.

48 Y cuando lo vieron, se maravillaron; y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.

49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?

50 Mas ellos no entendieron las palabras que les dijo.

51 Y descendió con ellos, y fue a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.

52 Y Jesús crecía en sabiduría, y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.


 

Lucas capítulo 3 

1 Y en el año quince del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la región de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia,

2 siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

3 Y él fue por toda la tierra alrededor del Jordán predicando el bautismo del arrepentimiento para la remisión de pecados,

4 como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas.

5 Todo valle se rellenará, y se bajará todo monte y collado; y los caminos torcidos serán enderezados, y los caminos ásperos allanados;

6 y toda carne verá la salvación de Dios.

7 Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?

8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir en vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.

9 Y también el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; todo árbol, pues, que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.

10 Y las multitudes le preguntaban, diciendo: ¿Qué, pues, haremos?

11 Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.

12 Y vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?

13 Y él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado.

14 Y le preguntaron también los soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No extorsionéis a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario.

15 Y estando el pueblo a la expectativa, y pensando todos acerca de Juan en sus corazones, si acaso él sería el Cristo,

16 respondió Juan, diciendo a todos: Yo, a la verdad, os bautizo en agua; mas viene el que es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego;

17 cuyo aventador está en su mano, y limpiará su era, y juntará el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.

18 Así que, exhortando con muchas otras cosas, anunciaba las buenas nuevas al pueblo.

19 Entonces Herodes, el tetrarca, siendo reprendido por él a causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe, y de todas las maldades que Herodes había hecho,

20 sobre todas ellas añadió también esta, que encerró a Juan en la cárcel.

21 Y aconteció que, cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió,

22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.

23 Y Jesús mismo era como de treinta años al comenzar su ministerio, hijo, como se creía, de José; que fue hijo de Elí,

24 que fue de Matat, que fue de Leví, que fue de Melqui, que fue de Jana, que fue de José,

25 que fue de Matatías, que fue de Amós, que fue de Nahum, que fue de Esli, que fue de Nagai,

26 que fue de Maat, que fue de Matatías, que fue de Semei, que fue de José, que fue de Judá,

27 que fue de Joana, que fue de Resa, que fue de Zorobabel, que fue de Salatiel, que fue de Neri,

28 que fue de Melqui, que fue de Adi, que fue de Cosam, que fue de Elmodam, que fue de Er,

29 que fue de Josué, que fue de Eliezer, que fue de Jorim, que fue de Matat, que fue de Leví,

30 que fue de Simeón, que fue de Judá, que fue de José, que fue de Jonán, que fue de Eliaquim,

31 que fue de Melea, que fue de Mainán, que fue de Matata, que fue de Natán, que fue de David,

32 que fue de Isaí, que fue de Obed, que fue de Booz, que fue de Salmón, que fue de Naasón,

33 que fue de Aminadab, que fue de Aram, que fue de Esrom, que fue de Fares, que fue de Judá,

34 que fue de Jacob, que fue de Isaac, que fue de Abraham, que fue de Taré, que fue de Nacor,

35 que fue de Serug, que fue de Ragau, que fue de Peleg, que fue de Heber, que fue de Sala,

36 que fue de Cainán, que fue de Arfaxad, que fue de Sem, que fue de Noé, que fue de Lamec,

37 que fue de Matusalén, que fue de Enoc, que fue de Jared, que fue de Mahalaleel, que fue de Cainán,

38 que fue de Enós, que fue de Set, que fue de Adán, que fue de Dios.


 

Lucas capítulo 4 

1 Y Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto

2 por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, después tuvo hambre.

3 Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.

4 Y Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios.

5 Y lo llevó el diablo a un monte alto, y le mostró en un instante de tiempo todos los reinos de la tierra.

6 Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad y la gloria de ellos, porque a mí me es entregada, y a quien quiero la doy.

7 Si, pues, tú me adorares, todos serán tuyos.

8 Y respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.

9 Y lo llevó a Jerusalén, y lo puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo;

10 porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, para que te guarden;

11 y: En las manos te llevarán, no sea que tropieces con tu pie en piedra.

12 Y respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.

13 Y cuando acabó toda tentación, el diablo se apartó de él por un tiempo.

14 Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor.

15 Y él enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos.

16 Y vino a Nazaret, donde se había criado; y el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.

17 Y le fue dado el libro del profeta Isaías; y cuando abrió el libro, halló el lugar donde estaba escrito:

18 El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón, para pregonar a los cautivos libertad y a los ciegos recuperación de la vista, para poner en libertad a los oprimidos,

19 para predicar el año agradable del Señor.

20 Y enrollando el libro, lo devolvió al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.

21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos.

22 Y todos daban testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es este el hijo de José?

23 Y les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; todo lo que hemos oído que se ha hecho en Capernaúm, hazlo también aquí en tu tierra.

24 Y dijo: De cierto os digo que ningún profeta es aceptado en su tierra.

25 Mas en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, de manera que hubo una gran hambre en toda la tierra;

26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.

27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo, mas ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán, el sirio.

28 Entonces todos en la sinagoga se llenaron de ira cuando oyeron estas cosas;

29 y levantándose, lo echaron fuera de la ciudad, y lo llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarlo.

30 Mas él, pasando por en medio de ellos, se fue.

31 Y descendió a Capernaúm, ciudad de Galilea. Y les enseñaba en los sábados.

32 Y se maravillaban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.

33 Y estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz,

34 diciendo: ¡Ah! ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.

35 Y Jesús lo reprendió, diciendo: Enmudece y sal de él. Entonces el demonio, derribándolo en medio de ellos, salió de él sin hacerle daño alguno.

36 Y todos quedaron asombrados, y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?

37 Y la fama acerca de él se divulgaba por todos los lugares de alrededor.

38 Y levantándose Jesús, salió de la sinagoga y entró en casa de Simón; y la suegra de Simón estaba enferma con una gran fiebre; y le rogaron por ella.

39 E inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre, y la fiebre la dejó; y ella, levantándose al instante, les servía.

40 Y al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba.

41 Y también salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios. Mas reprendiéndolos, no los dejaba hablar; porque sabían que él era el Cristo.

42 Y siendo ya de día, salió y se fue a un lugar desierto; y las multitudes lo buscaban, y vinieron hasta él; y lo detenían para que no se apartara de ellos.

43 Mas él les dijo: También es necesario que anuncie el evangelio del reino de Dios a otras ciudades, porque para esto he sido enviado.

44 Y predicaba en las sinagogas de Galilea.


 

Lucas capítulo 5 

1 Y aconteció que, estando él junto al lago de Genesaret, la multitud se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.

2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.

3 Y entrando en una de estas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartara de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a las multitudes.

4 Y cuando cesó de hablar, dijo a Simón: Vuelve mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.

5 Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, hemos trabajado toda la noche y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.

6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.

7 E hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que vinieran a ayudarlos; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.

8 Viendo esto, Simón Pedro se postró de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.

9 Porque el temor se había apoderado de él y de todos los que estaban con él, por la pesca de los peces que habían hecho;

10 y asimismo de Jacobo y de Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.

11 Y cuando las barcas llegaron a tierra, dejándolo todo, lo siguieron.

12 Y aconteció que, estando en una ciudad, he aquí un hombre lleno de lepra, el cual, cuando vio a Jesús, se postró sobre el rostro y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

13 Entonces, extendiendo la mano, Jesús lo tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.

14 Y él le mandó que no se lo dijera a nadie. Mas ve, le dijo, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación, como mandó Moisés, para testimonio a ellos.

15 Pero su fama se extendía cada vez más; y grandes multitudes se reunían para oírlo y ser sanadas por él de sus enfermedades.

16 Mas él se apartaba a los lugares desiertos y oraba.

17 Y aconteció un día que él estaba enseñando, y los fariseos y doctores de la ley estaban sentados, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea y Judea, y de Jerusalén. Y el poder del Señor estaba allí para sanarlos.

18 Y he aquí, unos hombres traían sobre una cama a un hombre que estaba paralítico; y buscaban por dónde meterlo y ponerlo delante de él.

19 Y no hallando por donde meterlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y lo bajaron por el tejado con el lecho, poniéndolo en medio, delante de Jesús;

20 y viendo la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.

21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a pensar, diciendo: ¿Quién es este que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?

22 Mas Jesús, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué pensáis en vuestros corazones?

23 ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?

24 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo, levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.

25 Y al instante, levantándose en presencia de ellos y tomando el lecho en que yacía, se fue a su casa glorificando a Dios.

26 Y el asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios; y fueron llenos de temor, diciendo: Hoy hemos visto maravillas.

27 Y después de estas cosas, salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el lugar de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme.

28 Y dejándolo todo, levantándose, lo siguió.

29 Y Leví le hizo un gran banquete en su casa; y había una gran compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos.

30 Y los escribas y los fariseos de entre ellos murmuraban contra sus discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?

31 Y respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos.

32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.

33 Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero tus discípulos comen y beben?

34 Y él les dijo: ¿Podéis hacer que los que están de bodas ayunen, entretanto que el esposo está con ellos?

35 Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado; entonces ayunarán en aquellos días.

36 Y les decía también una parábola: Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el nuevo lo rompe, y el remiendo sacado del nuevo no concuerda con el viejo.

37 Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres, y este se derramará, y los odres se perderán;

38 mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar, y ambos se conservan.

39 Y ninguno que beba del añejo quiere luego el nuevo, porque dice: El añejo es mejor.


 

Lucas capítulo 6 

1 Y aconteció que, pasando él por los sembrados en el sábado siguiente del primero, sus discípulos arrancaban espigas y las comían, restregándolas con las manos.

2 Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los sábados?

3 Y respondiendo, Jesús les dijo: ¿Ni aun esto habéis leído, qué hizo David cuando tuvo hambre, él y los que con él estaban;

4 cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, y comió, y dio también a los que estaban con él, de los cuales no era lícito comer sino sólo a los sacerdotes?

5 Y les decía: El Hijo del hombre es Señor aun del sábado.

6 Y aconteció, también en otro sábado, que él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un hombre que tenía seca la mano derecha.

7 Y lo acechaban los escribas y los fariseos para ver si sanaría en sábado, para hallar de qué acusarlo.

8 Mas él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie.

9 Entonces Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en sábado hacer bien o hacer mal? ¿Salvar la vida o quitarla?

10 Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada sana como la otra.

11 Y ellos se llenaron de furor; y hablaban entre sí qué harían a Jesús.

12 Y aconteció en aquellos días que fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.

13 Y cuando fue de día, llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que también llamó apóstoles:

14 Simón, a quien también llamó Pedro, y Andrés, su hermano; Jacobo y Juan; Felipe y Bartolomé;

15 Mateo y Tomás; Jacobo, hijo de Alfeo, y Simón, llamado Zelote;

16 Judas, hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que también llegó a ser el traidor.

17 Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, y había una multitud de sus discípulos, y una gran muchedumbre de gente de toda Judea y de Jerusalén, y de la costa de Tiro y de Sidón, que habían venido para oírlo y para ser sanados de sus enfermedades,

18 y los que habían sido atormentados por espíritus inmundos; y eran sanados.

19 Y toda la gente procuraba tocarlo, porque salía poder de él y sanaba a todos.

20 Y alzando él los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.

21 Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre.

23 Gozaos en aquel día, y saltad de alegría, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres a los profetas.

24 Mas ¡ay de vosotros, ricos!, porque tenéis vuestro consuelo.

25 ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís!, porque lamentaréis y lloraréis.

26 ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, porque así hacían sus padres a los falsos profetas.

27 Mas a vosotros los que oís, digo: Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen;

28 bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os ultrajan.

29 Y al que te hiera en la mejilla, dale también la otra; y al que te quite la capa, tampoco le niegues la túnica.

30 Y a cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no se lo vuelvas a pedir.

31 Y como queréis que os hagan los hombres, así hacedles también vosotros;

32 porque si amáis a los que os aman, ¿qué gracia tendréis? Porque también los pecadores aman a los que los aman.

33 Y si hiciereis bien a los que os hacen bien, ¿qué gracia tendréis? Porque también los pecadores hacen lo mismo.

34 Y si prestareis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué gracia tendréis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.

35 Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y vuestro galardón será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es benigno para con los ingratos y malos.

36 Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.

37 No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.

38 Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida, y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida que midiereis, se os volverá a medir.

39 Y les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?

40 El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que sea perfeccionado será como su maestro.

41 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no consideras la viga que está en tu propio ojo?

42 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, deja que saque la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en tu ojo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.

43 Porque no es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto.

44 Porque cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de los espinos, ni se vendimian uvas de las zarzas.

45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca el bien; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca el mal; porque de la abundancia del corazón habla su boca.

46 ¿Por qué me llamáis: Señor, Señor, y no hacéis lo que digo?

47 Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras, y las hace, os enseñaré a quién es semejante:

48 semejante es al hombre que edifica una casa, el cual cavó y ahondó, y puso el fundamento sobre la peña; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu en aquella casa, mas no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la peña.

49 Pero el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; en la cual el río dio con ímpetu, y al instante cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.


 

Lucas capítulo 7 

1 Y cuando acabó todas sus palabras a oídos del pueblo, entró en Capernaúm.

2 Y el siervo de cierto centurión, a quien este tenía en estima, estaba enfermo y a punto de morir.

3 Y cuando oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniera y sanara a su siervo.

4 Y viniendo ellos a Jesús, le rogaron con insistencia, diciendo: Es digno de que le concedas esto,

5 porque ama a nuestra nación, y él nos edificó la sinagoga.

6 Y Jesús fue con ellos. Mas cuando ya no estaban lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;

7 por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; mas di la palabra, y mi siervo será sanado.

8 Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, que tengo debajo de mí soldados; y digo a este: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.

9 Y al oír esto, Jesús se maravilló de él y, volviéndose, dijo a la multitud que lo seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.

10 Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.

11 Y aconteció después, que él iba a una ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos y una gran multitud.

12 Y cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban fuera a un difunto, hijo único de su madre, y ella era viuda; y había una gran multitud de la ciudad con ella.

13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.

14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se pararon. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.

15 Entonces se incorporó el que había muerto y comenzó a hablar. Y lo entregó a su madre.

16 Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.

17 Y se difundió este dicho acerca de él por toda Judea, y por toda la tierra de alrededor.

18 Y sus discípulos dieron las nuevas de todas estas cosas a Juan. Y llamó Juan a dos de sus discípulos,

19 y los envió a Jesús, diciendo: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?

20 Y cuando los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?

21 Y en esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos; y a muchos ciegos les dio la vista.

22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, dad las nuevas a Juan de lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, a los pobres es anunciado el evangelio;

23 y bienaventurado es el que no se escandalice de mí.

24 Y cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a hablar de Juan a las multitudes: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña que es agitada por el viento?

25 Mas, ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido de ropas delicadas? He aquí, los que tienen vestidos preciosos, y viven en deleites, en los palacios de los reyes están.

26 Mas, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y aun más que profeta.

27 Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti.

28 Porque os digo que entre los nacidos de mujer no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.

29 Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.

30 Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon el consejo de Dios contra sí mismos, no siendo bautizados por él.

31 Y dijo el Señor: ¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?

32 Semejantes son a los muchachos que se sientan en la plaza, y dan voces los unos a los otros, y dicen: Os tocamos la flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.

33 Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.

34 Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.

35 Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos.

36 Y le rogó uno de los fariseos que comiera con él. Y entrando en casa del fariseo, se sentó a la mesa.

37 Y he aquí una mujer de la ciudad, que era pecadora, cuando supo que estaba a la mesa en casa de aquel fariseo, trajo un vaso de alabastro con ungüento,

38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza; y besaba sus pies, y los ungía con el ungüento.

39 Y cuando vio esto el fariseo que lo había invitado habló para sí, diciendo: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que lo toca, que es pecadora.

40 Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Simón, tengo algo que decirte. Y él dijo: Di, Maestro.

41 Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;

42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de estos lo amará más?

43 Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.

44 Y volviéndose a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para mis pies; mas esta ha regado mis pies con lágrimas y los ha enjugado con los cabellos de su cabeza.

45 No me diste beso; mas esta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.

46 No ungiste mi cabeza con aceite; mas esta ha ungido con ungüento mis pies.

47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados son perdonados, porque amó mucho; mas al que se le perdona poco, poco ama.

48 Y a ella le dijo: Los pecados te son perdonados.

49 Y los que estaban sentados juntamente con él a la mesa comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es este, que también perdona pecados?

50 Y dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado; ve en paz.


 

Lucas capítulo 8 

1 Y aconteció después, que él caminaba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él,

2 y algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios,

3 y Juana, mujer de Chuza, administrador de Herodes, y Susana, y muchas otras que le servían de sus bienes.

4 Y cuando se juntó una gran multitud, y los que de cada ciudad vinieron a él, dijo por parábola:

5 El sembrador salió a sembrar su semilla; y al sembrarla, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la devoraron.

6 Y otra parte cayó sobre la roca; y después de brotar, se secó, porque no tenía humedad.

7 Y otra parte cayó entre los espinos; y al nacer los espinos juntamente con ella, la ahogaron.

8 Y otra parte cayó en buena tierra, y cuando brotó, llevó fruto a ciento por uno. Diciendo estas cosas, clamaba: El que tiene oídos para oír, oiga.

9 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola?

10 Y él dijo: A vosotros es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros en parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.

11 Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios.

12 Y los de junto al camino son los que oyen; y luego viene el diablo y quita la palabra de su corazón, para que no crean y se salven.

13 Y los de sobre la roca son los que, habiendo oído, reciben la palabra con gozo; mas estos, los que por un tiempo creen, no tienen raíces, y en el tiempo de la tentación se apartan.

14 Y la que cayó entre los espinos, estos son los que oyeron; mas yéndose, son ahogados por los afanes y por las riquezas y por los placeres de la vida, y no llevan fruto.

15 Mas la que cayó en buena tierra, estos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y llevan fruto con paciencia.

16 Ninguno que enciende una lámpara la cubre con una vasija, o la pone debajo de la cama; sino que la pone en un candelabro, para que los que entran vean la luz.

17 Porque nada hay oculto que no haya de ser manifestado, ni escondido que no haya de ser conocido y de salir a la luz.

18 Mirad, pues, cómo oís; porque al que tiene, le será dado, y al que no tiene, aun lo que piensa tener le será quitado.

19 Y vinieron a él su madre y sus hermanos; y no podían llegar a él por causa de la multitud.

20 Y le fue dado aviso, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera, y quieren verte.

21 Entonces él, respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la hacen.

22 Y aconteció un día, que él entró en una barca con sus discípulos y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron.

23 Pero mientras ellos navegaban, él se durmió. Y sobrevino una tempestad de viento en el lago, y se anegaban y peligraban.

24 Y acercándose a él, lo despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Y levantándose él, reprendió al viento y a las olas del agua; y cesaron, y se hizo bonanza.

25 Y les dijo: ¿ Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, diciéndose los unos a los otros: ¿Quién es este, que aun a los vientos y al agua manda, y lo obedecen?

26 Y navegaron a la región de los gadarenos, que está frente a Galilea.

27 Y al llegar él a tierra, le vino al encuentro un hombre de la ciudad que tenía demonios desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa ni habitaba en casa, sino en los sepulcros.

28 Y al ver a Jesús, gritó y se postró delante de él, y dijo a gran voz: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.

29 Porque mandaba al espíritu inmundo que saliera del hombre, pues hacía mucho tiempo que se había apoderado de él; y, guardándolo preso, lo ataban con cadenas y grillos, mas rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos.

30 Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Cuál es tu nombre? Y él dijo: Legión; porque muchos demonios habían entrado en él.

31 Y le rogaban que no los mandara ir al abismo.

32 Y había allí un hato de muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejara entrar en ellos; y los dejó.

33 Y saliendo los demonios del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó.

34 Y los que los apacentaban, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo lo anunciaron en la ciudad y en los campos.

35 Y salieron a ver lo que había acontecido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.

36 Y los que lo habían visto les contaron cómo había sido salvado aquel endemoniado.

37 Entonces toda la multitud de la tierra alrededor de los gadarenos le rogó que se fuera de ellos, porque tenían gran temor. Y él, subiendo en la barca, se fue.

38 Y el hombre de quien habían salido los demonios le rogó que lo dejara estar con él. Mas Jesús lo despidió, diciendo:

39 Vuélvete a tu casa y cuenta cuán grandes cosas Dios ha hecho contigo. Y se fue, proclamando por toda la ciudad cuán grandes cosas Jesús había hecho con él.

40 Y aconteció que, al volver Jesús, la multitud lo recibió, porque todos lo esperaban.

41 Y he aquí vino un varón llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y cayendo a los pies de Jesús, le rogaba que entrara en su casa;

42 porque tenía una hija única, como de doce años, y ella se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud lo apretaba.

43 Y una mujer que desde hacía doce años estaba con flujo de sangre, la cual había gastado todos sus bienes en médicos y por ninguno había podido ser curada,

44 acercándose por detrás, tocó el borde de su vestido; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.

45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negándolo todos, dijo Pedro y los que estaban con él: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?

46 Y Jesús dijo: Alguien me ha tocado, porque yo sé que ha salido poder de mí.

47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando y, postrándose delante de él, le declaró ante todo el pueblo por qué causa lo había tocado, y cómo al instante había sido sanada.

48 Y él le dijo: Hija, confía; tu fe te ha salvado; ve en paz.

49 Estando aún él hablando, vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes al Maestro.

50 Y oyéndolo Jesús, le respondió, diciendo: No temas; cree solamente, y será salva.

51 Y entrando en casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, y a Jacobo, y a Juan, y al padre y a la madre de la muchacha.

52 Y lloraban todos, y hacían lamentación por ella. Pero él dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme.

53 Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta.

54 Mas él, echando fuera a todos, la tomó de la mano y clamó, diciendo: Muchacha, levántate.

55 Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que le dieran de comer.

56 Y sus padres estaban atónitos; mas él les mandó que a nadie dijeran lo que había sido hecho.


 

Lucas capítulo 9 

1 Y juntando a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades.

2 Y los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.

3 Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni tengáis dos túnicas cada uno.

4 Y en cualquier casa en que entrareis, quedad allí, y de allí salid.

5 Y todos los que no os recibieren, saliendo de aquella ciudad, sacudid aun el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.

6 Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes.

7 Y oyó Herodes el tetrarca todas las cosas que hacía, y estaba perplejo, porque algunos decían: Juan ha resucitado de los muertos;

8 y otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado.

9 Y dijo Herodes: A Juan yo lo decapité; ¿quién, pues, será este de quien yo oigo tales cosas? Y procuraba verlo.

10 Y al volver los apóstoles, le contaron todas las cosas que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad que se llama Betsaida.

11 Y cuando la gente lo supo, lo siguió; y él los recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que tenían necesidad de ser curados.

12 Y el día había comenzado a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la multitud, para que, yendo a las aldeas y campos de alrededor, se alojen y hallen alimentos, porque aquí estamos en lugar desierto.

13 Y les dijo: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a menos que vayamos nosotros a comprar comida para todo este pueblo.

14 Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos de cincuenta.

15 Y así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.

16 Y tomando los cinco panes y los dos pescados, mirando al cielo, los bendijo, y partió, y dio a sus discípulos para que lo pusieran delante de la multitud.

17 Y comieron todos, y se saciaron. Y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos.

18 Y aconteció que mientras él oraba a solas, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?

19 Y ellos respondieron, y dijeron: Juan el Bautista; y otros: Elías; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado.

20 Y les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Y respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios.

21 Mas él mandó que a nadie dijeran esto, encargándoselo rigurosamente,

22 diciendo: Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos y por los principales sacerdotes y por los escribas, y sea muerto, y resucite al tercer día.

23 Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame.

24 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y cualquiera que pierda su vida por causa de mí, este la salvará.

25 Porque, ¿qué aprovecha al hombre si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?

26 Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras, de este el Hijo del hombre se avergonzará cuando venga en su gloria, y en la del Padre y de los santos ángeles.

27 Y en verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.

28 Y aconteció, como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro y a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.

29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido se volvió blanco y resplandeciente.

30 Y he aquí, dos varones hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;

31 que aparecieron en gloria, y hablaban de su partida, la cual él había de cumplir en Jerusalén.

32 Y Pedro y los que estaban con él estaban cargados de sueño; y cuando se despertaron, vieron su gloria, y a aquellos dos varones que estaban con él.

33 Y aconteció que, al apartarse ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es que nos quedemos aquí, y hagamos tres cabañas: una para ti, y otra para Moisés, y otra para Elías; no sabiendo lo que decía.

34 Y mientras él hablaba esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar ellos en la nube.

35 Y vino una voz de la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.

36 Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.

37 Y aconteció al día siguiente que, bajándose ellos del monte, una gran multitud le salió al encuentro.

38 Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo.

39 Y he aquí un espíritu lo toma y de repente da voces; y lo convulsiona y le hace echar espuma, y a duras penas se aparta de él, quebrantándolo.

40 Y rogué a tus discípulos que lo echaran fuera, y no pudieron.

41 Y respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros y os he de soportar? Trae tu hijo acá.

42 Y mientras aún se acercaba, el demonio lo derribó y convulsionó; mas Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió a su padre.

43 Y todos estaban atónitos de la grandeza de Dios. Y estando todos maravillados de todas las cosas que hacía Jesús, dijo a sus discípulos:

44 Poned vosotros estas palabras en vuestros oídos, porque el Hijo del hombre será entregado en manos de hombres.

45 Mas ellos no entendían esta palabra, y les era encubierta para que no la entendieran; y temían preguntarle acerca de esta palabra.

46 Entonces se suscitó una discusión entre ellos sobre quién de ellos sería el mayor.

47 Mas Jesús, percibiendo los pensamientos del corazón de ellos, tomó a un niño, y lo puso junto a sí,

48 y les dijo: El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que a mí me reciba, recibe al que me envió; porque el que es el menor entre todos vosotros, este será el más grande.

49 Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.

50 Y Jesús le dijo: No se lo prohibáis, porque el que no está contra nosotros, por nosotros está.

51 Y aconteció que, cuando se cumplió el tiempo en que había de ser recibido arriba, él afirmó su rostro para ir a Jerusalén.

52 Y envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.

53 Mas no lo recibieron, porque su aspecto era de ir a Jerusalén.

54 Y viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma, como hizo Elías?

55 Entonces, volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois;

56 porque el Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.

57 Y aconteció que, yendo ellos por el camino, uno le dijo: Señor, te seguiré a dondequiera que vayas.

58 Y Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos, mas el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

59 Y dijo a otro: Sígueme. Y él dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.

60 Y Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve y anuncia el reino de Dios.

61 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.

62 Y Jesús le dijo: Ninguno que, poniendo su mano en el arado, mira hacia atrás es apto para el reino de Dios.


 

Lucas capítulo 10

1 Y después de estas cosas, el Señor designó también a otros setenta, y los envió de dos en dos delante de sí a toda ciudad y lugar adonde él había de ir.

2 Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

3 Id; he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos.

4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis en el camino.

5 En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa.

6 Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros.

7 Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo de lo que ellos tengan; porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa.

8 Y en cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante;

9 y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.

10 Pero en cualquier ciudad donde entréis y no os reciban, saliendo por sus calles, decid:

11 Aun el polvo que se nos ha pegado de vuestra ciudad, sacudimos contra vosotros; pero sabed esto, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.

12 Mas os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para los de Sodoma que para aquella ciudad.

13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las maravillas que han sido hechas en vosotras, hace tiempo que se habrían arrepentido, sentados en cilicio y ceniza.

14 Por tanto, en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para vosotras.

15 Y tú, Capernaúm, que eres levantada hasta el cielo, hasta el infierno serás bajada.

16 El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que a mí me desecha, desecha al que me envió.

17 Y volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.

18 Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.

19 He aquí os doy potestad de hollar sobre las serpientes y sobre los escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.

20 Mas no os regocijéis de esto, de que los espíritus se os sujetan; antes gozaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.

21 En aquella misma hora Jesús se alegró en espíritu, y dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños; sí, Padre, porque así te agradó.

22 Todas las cosas me son entregadas por mi Padre; y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.

23 Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis.

24 Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.

25 Y he aquí, un doctor de la ley se levantó, tentándolo y diciendo: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?

26 Y él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?

27 Y él, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.

28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto y vivirás.

29 Mas él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?

30 Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales lo despojaron; e hiriéndolo, se fueron, dejándolo medio muerto.

31 Por casualidad cierto sacerdote descendía por aquel camino, y, viéndolo, pasó de largo.

32 Y asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y, viéndolo, pasó de largo.

33 Mas un samaritano que iba de camino vino cerca de él y, viéndolo, fue movido a misericordia;

34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y, poniéndolo sobre su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él.

35 Y al día siguiente, al partir, sacó dos denarios y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamelo, y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando vuelva.

36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo de aquel que cayó en manos de los ladrones?

37 Y él dijo: El que hizo misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve y haz tú lo mismo.

38 Y aconteció que, yendo de camino, entró él en una aldea; y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.

39 Y esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.

40 Pero Marta se distraía con muchos servicios; y presentándose, dijo: Señor, ¿no tienes cuidado que mi hermana me deja servir sola? Dile, pues, que me ayude.

41 Mas respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, te afanas y te turbas por muchas cosas.

42 Pero una cosa es necesaria; y María escogió la buena parte, la cual no le será quitada.


 

Lucas capítulo 11 

1 Y aconteció que, estando él orando en un lugar, cuando acabó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.

2 Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

3 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.

5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes,

6 porque un amigo mío ha venido a mí de camino, y no tengo qué ponerle delante;

7 y él, respondiendo desde dentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en la cama; no puedo levantarme y dártelos?

8 Os digo que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, ciertamente por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.

9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

11 ¿Y qué padre de entre vosotros, si su hijo le pidiere pan, le dará una piedra? O si pescado, ¿en lugar de pescado, le dará una serpiente?

12 O si le pidiere un huevo, ¿le dará un escorpión?

13 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?

14 Y estaba él echando fuera un demonio, que era mudo; y aconteció que, después de salir el demonio, el mudo habló, y las multitudes se maravillaron.

15 Pero algunos de ellos decían: Por Belcebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios.

16 Y otros, tentándolo, le pedían una señal del cielo.

17 Mas él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y una casa dividida contra sí misma cae.

18 Y si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino? Porque decís que por Belcebú yo echo fuera los demonios.

19 Pues si yo echo fuera los demonios por Belcebú, ¿vuestros hijos por quién los echan fuera? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.

20 Mas si por el dedo de Dios echo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros.

21 Cuando el fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee.

22 Pero cuando sobreviene otro más fuerte que él, lo vence, le quita todas sus armas en que confiaba y reparte sus despojos.

23 El que no está conmigo, contra mí está; y el que conmigo no recoge, desparrama.

24 Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos buscando reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a mi casa, de donde salí.

25 Y cuando llega, la halla barrida y adornada.

26 Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; y entrando, habitan allí; y el estado último del tal hombre es peor que el primero.

27 Y aconteció que, mientras decía estas cosas, una mujer de la multitud, levantando la voz, le dijo: Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que mamaste.

28 Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan.

29 Y apiñándose las multitudes, comenzó a decir: Esta generación es mala; busca señal, pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás.

30 Porque como Jonás fue señal a los ninivitas, así también lo será el Hijo del hombre a esta generación.

31 La reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación y los condenará, porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y he aquí, uno mayor que Salomón en este lugar.

32 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación y la condenarán, porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; y he aquí, uno mayor que Jonás en este lugar.

33 Nadie pone en oculto una lámpara encendida, ni debajo del almud, sino en el candelabro, para que los que entran vean la luz.

34 La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es simple, también todo tu cuerpo estará lleno de luz; mas si es malo, también tu cuerpo estará en tinieblas.

35 Mira, pues, que la luz que hay en ti no sea tinieblas.

36 Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.

37 Y mientras hablaba, le rogó un fariseo que comiera con él. Y entrando Jesús, se sentó a la mesa.

38 Y el fariseo, cuando lo vio, se maravilló de que no se lavara primero antes de comer.

39 Y el Señor le dijo: Ahora vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad.

40 Necios, el que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro?

41 Pero dad limosna de lo que tenéis, y he aquí todo os será limpio.

42 Mas ¡ay de vosotros, fariseos! Porque diezmáis la menta y la ruda y toda hortaliza, mas pasáis por alto el juicio y el amor de Dios. Esto era necesario hacer, y no dejar aquello.

43 ¡Ay de vosotros, fariseos! Porque amáis los primeros asientos en las sinagogas y las salutaciones en las plazas.

44 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois como los sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben.

45 Y respondiendo uno de los doctores de la ley, le dijo: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.

46 Y él dijo: ¡Ay de vosotros también, doctores de la ley! Porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, mas vosotros ni aun con uno de vuestros dedos tocáis las cargas.

47 ¡Ay de vosotros! Porque edificáis los sepulcros de los profetas, y vuestros padres los mataron.

48 De cierto dais testimonio que consentís en los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, mas vosotros edificáis sus sepulcros.

49 Por eso la sabiduría de Dios también dijo: Enviaré a ellos profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán,

50 para que sea demandada de esta generación la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la fundación del mundo,

51 desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y la casa de Dios; así os digo que será demandada de esta generación.

52 ¡Ay de vosotros, doctores de la ley! Porque habéis quitado la llave del conocimiento; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.

53 Y diciéndoles estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a oprimirlo en gran manera, y a provocarlo para que hablara de muchas cosas,

54 acechándolo y procurando cazar algo de su boca para acusarlo.


 

Lucas capítulo 12 

1 En esto, juntándose la multitud por millares, tanto que se pisaban unos a otros, comenzó a decir a sus discípulos: Primeramente guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.

2 Porque nada hay encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse.

3 Por tanto, las cosas que dijisteis en tinieblas, a la luz serán oídas; y lo que hablasteis al oído en los aposentos, será pregonado en los terrados.

4 Mas os digo a vosotros mis amigos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer.

5 Mas os enseñaré a quién debéis temer: temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a este temed.

6 ¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.

7 Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. Así que, no temáis; más valéis que muchos pajarillos.

8 Y os digo que todo aquel que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del hombre lo confesará delante de los ángeles de Dios.

9 Mas el que me niegue delante de los hombres será negado delante de los ángeles de Dios.

10 Y todo aquel que hable alguna palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.

11 Y cuando os traigan a las sinagogas, y a los magistrados y a las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir;

12 porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que será necesario decir.

13 Y le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.

14 Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me puso por juez o partidor sobre vosotros?

15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de la avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.

16 Y les refirió una parábola, diciendo: Las tierras de un hombre rico habían producido mucho;

17 y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde juntar mis frutos?

18 Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí juntaré todos mis frutos y mis bienes;

19 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.

20 Pero le dijo Dios: Necio, esta noche van a pedir tu alma; y lo que has preparado, ¿para quién será?

21 Así es el que hace para sí tesoro y no es rico para con Dios.

22 Y dijo a sus discípulos: Por eso os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, con qué os vestiréis.

23 La vida es más que la comida, y el cuerpo que el vestido.

24 Considerad los cuervos, que no siembran ni siegan; que no tienen despensa ni granero, y Dios los alimenta. ¿Cuánto más valéis vosotros que las aves?

25 Mas, ¿quién de vosotros podrá, con afanarse, añadir a su estatura un codo?

26 Pues si no podéis aun lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás?

27 Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan ni hilan; mas os digo que ni aun Salomón, con toda su gloria, se vistió así como uno de ellos.

28 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana es echada en el horno, Dios la viste así, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?

29 Vosotros, pues, no busquéis qué habréis de comer o qué habréis de beber, ni estéis ansiosos.

30 Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas.

31 Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.

32 No temas, manada pequeña, porque le ha placido a vuestro Padre daros el reino.

33 Vended vuestras posesiones, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejecen, tesoro en los cielos que nunca falta, donde el ladrón no se acerca ni la polilla destruye.

34 Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón.

35 Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas;

36 y vosotros sed semejantes a hombres que esperan a su señor cuando ha de volver de las bodas, para que cuando venga y llame, le abran en seguida.

37 Bienaventurados aquellos siervos a quienes, cuando el Señor venga, los halle velando. De cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá y les servirá.

38 Y aunque venga a la segunda vigilia o venga a la tercera vigilia, y los halle así, bienaventurados son aquellos siervos.

39 Pero sabed esto, que si supiera el padre de familia a qué hora había de venir el ladrón, velaría ciertamente y no lo dejaría minar su casa.

40 Vosotros, pues, también estad preparados; porque a la hora que no penséis, el Hijo del hombre vendrá.

41 Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?

42 Y dijo el Señor: ¿Quién es, pues, el mayordomo fiel y prudente, al cual el señor pondrá sobre su casa para que les dé su ración a tiempo?

43 Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, lo halle haciendo así.

44 En verdad os digo que él lo pondrá sobre todos sus bienes.

45 Mas si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a herir a los siervos y a las criadas, y a comer y a beber y a embriagarse,

46 vendrá el señor de aquel siervo en el día que no espera, y a la hora que no sabe, y lo cortará en dos; y pondrá su parte con los infieles.

47 Y aquel siervo, que entendió la voluntad de su señor y no se preparó ni hizo conforme a su voluntad, será azotado mucho.

48 Mas el que no entendió, e hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien le fue dado mucho, mucho se le demandará; y al que encomendaron mucho, más se le pedirá.

49 Fuego vine a echar en la tierra; y ¡cómo quisiera que ya estuviera encendido!

50 De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que sea cumplido!

51 ¿Pensáis que he venido a dar paz a la tierra? No, os digo, sino división.

52 Porque de aquí en adelante cinco en una casa estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres.

53 El padre estará dividido contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.

54 Y decía también a las multitudes: Cuando veis una nube que sale del poniente, luego decís: Viene lluvia; y es así.

55 Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace.

56 ¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿cómo, pues, no distinguís este tiempo?

57 ¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?

58 Cuando, pues, vayas al magistrado con tu adversario, procura arreglarte con él en el camino, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.

59 Te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado la última moneda.


 

Lucas capítulo 13

1 Y en ese mismo tiempo estaban allí unos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con sus sacrificios.

2 Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque han padecido tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos?

3 Os digo: No; antes si no os arrepintiereis, todos pereceréis asimismo.

4 O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que ellos fueron más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén?

5 Os digo: No; antes si no os arrepintiereis, todos pereceréis igualmente.

6 Y dijo esta parábola: Un hombre tenía una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló.

7 Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo hallo. Córtala. ¿Para qué inutiliza aún la tierra?

8 Entonces él, respondiendo, le dijo: Señor, déjala aún este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la estercole.

9 Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.

10 Y estaba enseñando en una de las sinagogas en sábado.

11 Y he aquí había una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar.

12 Y cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad.

13 Y puso las manos sobre ella; y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios.

14 Mas respondiendo el principal de la sinagoga, enojado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: Seis días hay en que se debe trabajar; en estos, pues, venid y sed curados, y no en sábado.

15 Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, ¿no desata cada uno de vosotros en sábado su buey o su asno del pesebre, y lo lleva a beber?

16 Y a esta que es hija de Abraham, a la que, he aquí, Satanás la había atado dieciocho años, ¿no se la debía desatar de esta atadura en sábado?

17 Y al decir él estas cosas, todos sus adversarios se avergonzaban; mas todo el pueblo se gozaba de todas las cosas gloriosas que eran hechas por él.

18 Y dijo: ¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo compararé?

19 Es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y echó en su huerto; y creció, y se hizo un árbol grande, y las aves del cielo hicieron nidos en sus ramas.

20 Y otra vez dijo: ¿A qué compararé el reino de Dios?

21 Es semejante a la levadura que tomó una mujer y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo hubo leudado.

22 Y pasaba por todas las ciudades y aldeas, enseñando y caminando hacia Jerusalén.

23 Y le dijo uno: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:

24 Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos procurarán entrar y no podrán.

25 Después que el señor de la casa se levante y cierre la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos; él, respondiendo, os dirá: No sé de dónde sois.

26 Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste;

27 y os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí, todos los hacedores de iniquidad.

28 Allí será el lloro y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, y a Isaac, y a Jacob, y a todos los profetas en el reino de Dios, y a vosotros echados fuera.

29 Y vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

30 Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y hay primeros que serán postreros.

31 Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: Sal y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.

32 Y él les dijo: Id y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago sanidades hoy y mañana, y al tercer día habré terminado.

33 Pero es necesario que hoy, y mañana, y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.

34 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!

35 He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me veréis hasta que llegue el tiempo en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.


 

Lucas capítulo 14 

1 Y aconteció que al entrar en casa de un principal de los fariseos un sábado a comer pan, ellos lo acechaban.

2 Y he aquí un hombre hidrópico estaba delante de él.

3 Y respondiendo Jesús, habló a los doctores de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en sábado?

4 Mas ellos callaron. Y él, tomándolo, lo sanó y lo despidió.

5 Y respondiendo a ellos, dijo: ¿A quién de vosotros se le caerá el asno o el buey en algún pozo, y no lo sacará en seguida en sábado?

6 Y no le podían replicar a estas cosas.

7 Y observando cómo escogían los primeros asientos a la mesa, refirió una parábola a los convidados, diciéndoles:

8 Cuando seas convidado por alguien a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú sea convidado por él,

9 y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a este; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar.

10 Mas cuando seas convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube arriba; entonces tendrás honra delante de los que se sientan juntamente contigo a la mesa.

11 Porque cualquiera que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.

12 Y dijo también al que lo había convidado: Cuando hagas una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que también ellos te vuelvan a convidar, y seas recompensado.

13 Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, a los mancos, a los cojos, a los ciegos;

14 y serás bienaventurado, porque ellos no te pueden recompensar; pero te será recompensado en la resurrección de los justos.

15 Y oyendo esto uno de los que estaban sentados juntamente con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios.

16 Él, entonces, le dijo: Un hombre hizo una gran cena y convidó a muchos.

17 Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya está todo preparado.

18 Y comenzaron todos a una a excusarse. El primero le dijo: He comprado un campo, y necesito ir y verlo; te ruego que me excuses.

19 Y otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos; te ruego que me excuses.

20 Y otro dijo: Acabo de casarme, y por eso no puedo ir.

21 Al regresar, aquel siervo hizo saber estas cosas a su señor. Entonces, enojado el señor de la casa, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y por las calles de la ciudad, y haz entrar acá a los pobres, y mancos, y cojos, y ciegos.

22 Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar.

23 Y dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.

24 Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados gustará mi cena.

25 Y grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo:

26 Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su vida, no puede ser mi discípulo.

27 Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí no puede ser mi discípulo.

28 Porque, ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y cuenta los gastos, para ver si tiene lo que necesita para acabarla?

29 No sea que, después que haya puesto el fundamento y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a burlarse de él,

30 diciendo: Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar.

31 ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y consulta si puede salir al encuentro con diez mil al que viene contra él con veinte mil?

32 Y si no puede, cuando aún el otro está lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.

33 Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todas las cosas que posee, no puede ser mi discípulo.

34 Buena es la sal; mas si la sal perdiere su sabor, ¿con qué se sazonará?

35 Ni para la tierra ni para el estercolero es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga.


 

Lucas capítulo 15

1 Y se acercaban a él todos los publicanos y pecadores para oírlo.

2 Y murmuraban los fariseos y los escribas, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come.

3 Y él les refirió esta parábola, diciendo:

4 ¿Qué hombre de vosotros, que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se perdió hasta que la halla?

5 Y cuando la halla, la pone sobre sus hombros gozoso;

6 y al llegar a casa, junta a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido.

7 Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento.

8 ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si perdiere una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta hallarla?

9 Y cuando la halla, junta a las amigas y a las vecinas, diciendo: Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.

10 Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.

11 Y dijo: Un hombre tenía dos hijos;

12 y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me pertenece. Y les repartió los bienes.

13 Y no muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, partió a una región lejana, y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.

14 Y cuando lo hubo malgastado todo, vino una gran hambre en aquella región, y le comenzó a faltar.

15 Y fue y se juntó a uno de los ciudadanos de aquella región, el cual lo envió a sus campos para que apacentara los cerdos.

16 Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, mas nadie se las daba.

17 Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!

18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y ante ti;

19 y ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.

20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y fue movido a misericordia, y corrió y se echó sobre su cuello y lo besó.

21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y ante ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.

22 Mas el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido y vestidlo; y poned un anillo en su mano y calzado en sus pies.

23 Y traed el becerro engordado y matadlo, y comamos y hagamos fiesta;

24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y ha sido hallado. Y comenzaron a regocijarse.

25 Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas;

26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

27 Y él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha matado el becerro engordado, por haberlo recibido sano y salvo.

28 Entonces se enojó y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrara.

29 Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años hace que te sirvo, no habiendo desobedecido jamás tu mandamiento, y nunca me has dado un cabrito para gozarme con mis amigos;

30 mas cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has matado para él el becerro engordado.

31 Entonces él le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.

32 Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y ha sido hallado.


 

Lucas capítulo 16

1 Y decía también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y este fue acusado delante de él como disipador de sus bienes.

2 Y lo llamó y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.

3 Entonces el mayordomo dijo para sí: ¿Qué haré?, porque mi señor me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.

4 Ya sé lo que haré para que, cuando se me quite la mayordomía, me reciban en sus casas.

5 Y llamando a cada uno de los deudores de su señor, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor?

6 Y él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, y siéntate pronto, y escribe cincuenta.

7 Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. Y él le dijo: Toma tu cuenta y escribe ochenta.

8 Y alabó el señor al mayordomo injusto por haber actuado sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en su generación que los hijos de luz.

9 Y yo os digo: Haceos amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando estas os falten, os reciban en las moradas eternas.

10 El que es fiel en lo muy poco, también en lo mucho es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo mucho es injusto.

11 Pues, si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?

12 Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?

13 Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se apegará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.

14 Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él.

15 Y les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres, mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.

16 La ley y los profetas fueron hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan a entrar en él.

17 Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.

18 Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la repudiada del marido, comete adulterio.

19 Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez.

20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de él, lleno de llagas,

21 y deseaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.

22 Y aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.

23 Y en el infierno alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio a Abraham de lejos, y a Lázaro en su seno.

24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama.

25 Y le dijo Abraham: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora él es consolado aquí y tú atormentado.

26 Y además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieren pasar de aquí a vosotros no pueden, ni de allá pasar acá.

27 Y dijo: Te ruego, pues, padre, que lo envíes a la casa de mi padre,

28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.

29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos.

30 Entonces él dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.

31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán si alguno se levantare de los muertos.


 

Lucas capítulo 17

1 Y dijo a sus discípulos: Es imposible que no vengan los escándalos; mas, ¡ay de aquel por quien vienen!

2 Mejor le fuera si le ataran al cuello una piedra de molino de asno y lo lanzaran al mar, que escandalizar a uno de estos pequeñitos.

3 Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndelo; y si se arrepintiere, perdónalo.

4 Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día se volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónalo.

5 Y dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.

6 Entonces el Señor dijo: Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diríais a este sicómoro: Desarráigate y plántate en el mar; y os obedecería.

7 ¿Y quién de vosotros tiene un siervo que ara o apacienta y, cuando ha vuelto del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa?

8 ¿No le dice más bien: Prepárame algo para cenar, y cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú?

9 ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.

10 Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido mandado, decid: Siervos inútiles somos, porque lo que debíamos hacer, hicimos.

11 Y aconteció que yendo él a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.

12 Y entrando en una aldea, le vinieron al encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos,

13 y alzaron la voz, diciendo: Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros.

14 Y cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que, mientras ellos iban, fueron limpiados.

15 Entonces uno de ellos, al ver que había sido sanado, volvió glorificando a Dios a gran voz.

16 Y cayó sobre su rostro a los pies de él, dándole gracias; y este era samaritano.

17 Y respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?

18 ¿No hubo quien volviera y diera gloria a Dios, sino este extranjero?

19 Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.

20 Y preguntado por los fariseos cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia,

21 ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios entre vosotros está.

22 Y dijo a sus discípulos: Vendrán días cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis.

23 Y os dirán: Helo aquí, o helo allí. No vayáis ni los sigáis.

24 Porque como el relámpago que, al relampaguear, resplandece desde un extremo debajo del cielo hasta el otro extremo debajo del cielo, así también será el Hijo del hombre en su día.

25 Pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación.

26 Y como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del hombre:

27 comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca y vino el diluvio y los destruyó a todos.

28 Asimismo, también como fue en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;

29 mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos.

30 Así será el día en que el Hijo del hombre se manifieste.

31 En aquel día, el que esté sobre el terrado, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que esté en el campo, igualmente no vuelva atrás.

32 Acordaos de la mujer de Lot.

33 El que procure salvar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará.

34 Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama: uno será tomado y el otro será dejado.

35 Dos mujeres estarán moliendo juntas: una será tomada y la otra será dejada.

36 Dos estarán en el campo: uno será tomado y el otro será dejado.

37 Y respondiendo, le dijeron: ¿Dónde, Señor? Y él les dijo: Donde esté el cuerpo, allí se juntarán también las águilas.


 

Lucas capítulo 18 

1 Y les dijo también una parábola sobre que es necesario orar siempre y no desmayar,

2 diciendo: Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni respetaba al hombre.

3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario.

4 Pero él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios ni tengo respeto al hombre,

5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que venga continuamente y me agote la paciencia.

6 Y dijo el Señor: Oíd lo que dice el juez injusto.

7 ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche, aunque se demore para con ellos?

8 Os digo que les hará justicia pronto. Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?

9 Y dijo también esta parábola a unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros:

10 Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo y el otro, publicano.

11 El fariseo, en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano.

12 Ayuno dos veces a la semana, diezmo de todo lo que gano.

13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que golpeaba su pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.

14 Os digo que este descendió a su casa justificado y no el otro, porque cualquiera que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.

15 Y le traían los niños para que los tocara; y al verlo los discípulos, los reprendían.

16 Mas Jesús, llamándolos, dijo: Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios.

17 De cierto os digo que cualquiera que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

18 Y le preguntó un hombre principal, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

19 Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno solo, Dios.

20 Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.

21 Y él dijo: Todo esto he guardado desde mi juventud.

22 Y Jesús, al oír esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.

23 Entonces él, al oír estas cosas, se puso muy triste, porque era muy rico.

24 Y viendo Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!

25 Porque es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios.

26 Y los que lo oían dijeron: ¿Y quién podrá ser salvo?

27 Y él les dijo: Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.

28 Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido.

29 Y él les dijo: De cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios,

30 que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.

31 Y Jesús, tomando a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas que fueron escritas por los profetas acerca del Hijo del hombre.

32 Porque será entregado a los gentiles, y será escarnecido, e injuriado, y escupido.

33 Y después que lo hayan azotado, lo matarán; mas al tercer día resucitará.

34 Pero ellos nada comprendían de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se decía.

35 Y aconteció que, acercándose él a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;

36 y al oír la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.

37 Y le dijeron que pasaba Jesús el nazareno.

38 Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!

39 Y los que iban delante lo reprendían para que callara, mas él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!

40 Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerlo ante sí; y cuando él llegó, le preguntó,

41 diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que recobre la vista.

42 Y Jesús le dijo: Recobra la vista; tu fe te ha salvado.

43 Y al instante recobró la vista, y lo seguía glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando lo vio, dio alabanza a Dios.


 

Lucas capítulo 19 

1 Y habiendo entrado Jesús, pasaba por Jericó.

2 Y he aquí un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y era rico,

3 procuraba ver quién era Jesús; mas no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura.

4 Y corriendo delante, se subió a un sicómoro para verlo, porque había de pasar por allí.

5 Y cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando, lo vio y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose en tu casa.

6 Entonces él descendió de prisa y lo recibió gozoso.

7 Y viendo esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.

8 Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.

9 Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham.

10 Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

11 Y oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y porque ellos pensaban que había de ser manifestado inmediatamente el reino de Dios.

12 Dijo, pues: Un hombre noble partió a un país lejano para tomar para sí un reino y volver.

13 Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: Negociad hasta que venga.

14 Pero sus ciudadanos lo aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que este reine sobre nosotros.

15 Y aconteció que al volver él, habiendo tomado el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los que había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.

16 Y vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.

17 Y él le dijo: Bien, buen siervo; puesto que en lo muy poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.

18 Y vino el segundo, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas.

19 Y también a este dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.

20 Y vino otro, diciendo: Señor, he aquí tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;

21 pues tuve miedo de ti, que eres hombre severo; tomas lo que no pusiste y siegas lo que no sembraste.

22 Entonces él le dijo: Siervo malo, por tu boca te juzgo. Sabías que yo soy hombre severo, que tomo lo que no puse y siego lo que no sembré;

23 ¿por qué, pues, no diste mi dinero al banco y, al venir yo, lo hubiera recibido con intereses?

24 Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas.

25 Y ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas.

26 Pues yo os digo que a todo el que tiene, le será dado; mas al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.

27 Pero a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinara sobre ellos, traedlos acá y degolladlos delante de mí.

28 Y dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.

29 Y aconteció que, cuando se acercaba a Betfagé y Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,

30 diciendo: Id a la aldea de enfrente, en la cual, cuando entréis, hallaréis un pollino atado, sobre el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo y traedlo.

31 Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis?, le responderéis así: Porque el Señor lo necesita.

32 Y fueron los que habían sido enviados, y lo hallaron como les dijo.

33 Y desatando ellos el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?

34 Y ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.

35 Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, pusieron a Jesús encima.

36 Y mientras él iba, tendían sus mantos por el camino.

37 Y cuando ya se acercaba a la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzaron a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto,

38 diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!

39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.

40 Y él, respondiendo, les dijo: Os digo que si estos callaran, las piedras clamarían.

41 Y cuando llegó cerca, viendo la ciudad, lloró sobre ella,

42 diciendo: ¡Si también tú conocieras, al menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.

43 Porque vendrán días sobre ti en que tus enemigos te cercarán con trincheras, y te sitiarán, y por todas partes te pondrán en estrecho,

44 y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.

45 Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él,

46 diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración, mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.

47 Y enseñaba cada día en el templo; mas los principales sacerdotes, y los escribas, y los principales del pueblo procuraban matarlo.

48 Y no hallaban qué hacer, porque todo el pueblo estaba pendiente de él, escuchándolo.


 

Lucas capítulo 20 

1 Y aconteció uno de aquellos días que, enseñando él al pueblo en el templo y anunciando el evangelio, se acercaron los principales sacerdotes y los escribas, con los ancianos,

2 y le hablaron, diciendo: Dinos, ¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién es el que te ha dado esta autoridad?

3 Y él, respondiendo, les dijo: Yo también os preguntaré una cosa; respondedme:

4 El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres?

5 Mas ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?

6 Y si decimos, de los hombres, todo el pueblo nos apedreará, porque están convencidos de que Juan era profeta.

7 Y respondieron que no sabían de dónde era.

8 Entonces Jesús les dijo: Tampoco yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.

9 Y comenzó a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, y la arrendó a unos labradores, y se ausentó por mucho tiempo.

10 Y a su tiempo, envió un siervo a los labradores para que le dieran del fruto de la viña; mas los labradores lo hirieron y lo enviaron con las manos vacías.

11 Y volvió a enviar otro siervo; mas ellos a este también, herido y afrentado, lo enviaron con las manos vacías.

12 Y volvió a enviar a un tercero; mas ellos también a este echaron fuera, herido.

13 Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizás cuando lo vean a él, le tendrán respeto.

14 Mas los labradores, viéndolo, razonaron entre sí, diciendo: Este es el heredero; venid, matémoslo para que la heredad sea nuestra.

15 Y lo echaron fuera de la viña y lo mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña?

16 Vendrá, y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Y cuando ellos lo oyeron, dijeron: Nunca acontezca tal cosa.

17 Mas él, mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores, esta ha venido a ser cabeza del ángulo?

18 Todo el que caiga sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre el que la piedra caiga, lo desmenuzará.

19 Y los principales sacerdotes y los escribas procuraban echarle mano en aquella hora, porque entendieron que contra ellos decía esta parábola; mas temieron al pueblo.

20 Y, acechándolo, enviaron espías que simularan ser justos, para sorprenderlo en alguna palabra, para entregarlo al poder y a la autoridad del gobernador.

21 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas rectamente, y que no haces acepción de persona, sino que con verdad enseñas el camino de Dios.

22 ¿Nos es lícito dar tributo al César, o no?

23 Mas él, entendiendo la astucia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis?

24 Mostradme un denario. ¿De quién tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo, dijeron: Del César.

25 Entonces les dijo: Pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.

26 Y no pudieron sorprenderlo en palabra alguna delante del pueblo, sino que, maravillados de su respuesta, callaron.

27 Y acercándose unos de los saduceos, los cuales niegan que haya resurrección, le preguntaron,

28 diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muriere teniendo mujer, y muriere sin hijos, que su hermano tome su mujer y levante descendencia a su hermano.

29 Había, pues, siete hermanos; y el primero tomó mujer, y murió sin hijos;

30 y la tomó el segundo por mujer, el cual también murió sin hijos;

31 y la tomó el tercero; y asimismo los siete; y murieron sin dejar hijos.

32 Y después de todos, murió también la mujer.

33 En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer.

34 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este siglo se casan y son dados en casamiento,

35 mas los que sean tenidos por dignos de aquel siglo y de la resurrección de los muertos, ni se casan ni son dados en casamiento,

36 porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.

37 Y que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abraham, y Dios de Isaac, y Dios de Jacob.

38 Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos; porque todos viven para él.

39 Y respondiéndole algunos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho.

40 Y ya no osaron preguntarle nada más.

41 Y él les dijo: ¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David?

42 Pues el mismo David dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,

43 hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

44 David, pues, lo llama Señor; ¿cómo entonces es su hijo?

45 Y oyéndolo todo el pueblo, dijo a sus discípulos:

46 Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y los primeros asientos en las sinagogas, y los primeros lugares en las cenas;

47 que devoran las casas de las viudas, y como pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.


 

Lucas capítulo 21 

1 Y alzando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el lugar del tesoro.

2 Y vio también a una viuda pobre que echaba allí dos pequeñas monedas.

3 Y dijo: En verdad os digo que esta viuda pobre echó más que todos;

4 porque todos estos han echado para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; pero esta, de su pobreza, echó todo el sustento que tenía.

5 Y a unos que hablaban acerca del templo, que estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas consagradas, dijo:

6 De estas cosas que veis, vendrán días que no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.

7 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo, pues, será esto? ¿Y qué señal habrá cuando estas cosas hayan de suceder?

8 Entonces él dijo: Mirad que no seáis engañados, porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y: El tiempo está cerca. Por tanto, no vayáis en pos de ellos.

9 Mas cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os espantéis, porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente.

10 Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación y reino contra reino;

11 y habrá grandes terremotos en varios lugares, y hambres y pestilencias; y habrá terrores y grandes señales del cielo.

12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, siendo llevados delante de reyes y de gobernadores por causa de mi nombre.

13 Y esto os será ocasión para testimonio.

14 Proponed, pues, en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder,

15 porque yo os daré palabra y sabiduría, a la cual ninguno de los que se os opongan podrá contradecir ni resistir.

16 Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros.

17 Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre.

18 Mas ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.

19 Con vuestra paciencia poseed vuestras almas.

20 Y cuando veáis a Jerusalén cercada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado.

21 Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.

22 Porque estos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.

23 Mas ¡ay de las embarazadas y de las que críen en aquellos días! Porque habrá gran calamidad sobre la tierra e ira sobre este pueblo.

24 Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles sean cumplidos.

25 Entonces habrá señales en el sol, y en la luna, y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las naciones por la confusión del sonido del mar y de las olas;

26 desfalleciendo los hombres a causa del temor y expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra, porque las potencias de los cielos serán sacudidas.

27 Y entonces verán al Hijo del hombre viniendo en una nube con poder y gran gloria.

28 Y cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestras cabezas, porque vuestra redención está cerca.

29 Y les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles.

30 Cuando ya brotan, viéndolo, por vosotros mismos sabéis que el verano está ya cerca;

31 así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.

32 De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todo acontezca.

33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

34 Y mirad por vosotros, que vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.

35 Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.

36 Velad, pues, orando en todo tiempo, para que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que han de venir, y de estar en pie delante del Hijo del hombre.

37 Y enseñaba de día en el templo; y de noche, saliendo, se quedaba en el monte que se llama de los Olivos.

38 Y todo el pueblo venía a él por la mañana para oírlo en el templo.


 

Lucas capítulo 22

1 Y estaba cerca la fiesta de los Panes sin levadura, que se llama la Pascua.

2 Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarlo, porque tenían miedo del pueblo.

3 Y entró Satanás en Judas, que tenía por sobrenombre Iscariote, el cual era del número de los doce;

4 y fue y habló con los principales sacerdotes y con los magistrados de cómo se lo entregaría.

5 Y ellos se alegraron y convinieron en darle dinero.

6 Y él lo prometió y buscaba oportunidad para entregarlo a ellos sin estar presente la multitud.

7 Y llegó el día de los Panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar la Pascua.

8 Y envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la Pascua para que comamos.

9 Y ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?

10 Y él les dijo: He aquí, cuando entréis en la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo hasta la casa donde entre,

11 y decid al amo de la casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos?

12 Y él os mostrará un gran aposento alto dispuesto; preparad allí.

13 Fueron, pues, y lo hallaron tal como les había dicho; y prepararon la Pascua.

14 Y cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los doce apóstoles.

15 Y les dijo: En gran manera he deseado comer con vosotros esta Pascua antes que padezca,

16 porque os digo que no comeré más de ella hasta que se cumpla en el reino de Dios.

17 Y tomando la copa, habiendo dado gracias, dijo: Tomad esto y repartidlo entre vosotros,

18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta que el reino de Dios venga.

19 Y tomando el pan, habiendo dado gracias, lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.

20 Y asimismo tomó la copa, después que hubo cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros es derramada.

21 Mas he aquí la mano del que me entrega está conmigo en la mesa.

22 Y a la verdad el Hijo del hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!

23 Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí quién de ellos sería el que había de hacer esto.

24 Y hubo entre ellos una contienda sobre quién de ellos parecía ser el mayor.

25 Entonces él les dijo: Los reyes de los gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que tienen potestad sobre ellos son llamados bienhechores;

26 pero no así vosotros; antes el mayor entre vosotros sea como el menor, y el que dirige, como el que sirve.

27 Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve.

28 Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis tentaciones.

29 Yo, pues, dispongo para vosotros un reino, como mi Padre lo dispuso para mí,

30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis sobre tronos juzgando a las doce tribus de Israel.

31 Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo;

32 mas yo he rogado por ti para que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.

33 Y él le dijo: Señor, estoy dispuesto a ir contigo aun a la cárcel y a la muerte.

34 Y él dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces.

35 Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin calzado, ¿os faltó algo? Y ellos dijeron: Nada.

36 Y les dijo: Pero ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su manto y compre una.

37 Porque os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los inicuos; porque lo que está escrito de mí tiene cumplimiento.

38 Entonces ellos dijeron: Señor, he aquí dos espadas. Y él les dijo: Basta.

39 Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también lo siguieron.

40 Y cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad para que no entréis en tentación.

41 Y él se apartó de ellos como a un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba,

42 diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

43 Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerlo.

44 Y estando en agonía, oraba más intensamente; y fue su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.

45 Y cuando se levantó de la oración y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza;

46 y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación.

47 Y mientras él aún hablaba, he aquí vino una multitud; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba delante de ellos, y se acercó a Jesús para besarlo.

48 Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?

49 Y viendo los que estaban con él lo que había de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?

50 Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.

51 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Dejad, basta ya. Y tocando su oreja, lo sanó.

52 Y Jesús dijo a los que habían venido a él, los principales sacerdotes y los jefes de la guardia del templo y los ancianos: ¿Como a ladrón habéis salido con espadas y con palos?

53 Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra hora y la potestad de las tinieblas.

54 Y prendiéndolo, lo trajeron y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Mas Pedro lo seguía de lejos.

55 Y habiendo encendido un fuego en medio del patio, y sentándose todos alrededor, se sentó también Pedro entre ellos.

56 Y cuando una criada lo vio que estaba sentado al fuego, se fijó en él y dijo: También este estaba con él.

57 Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco.

58 Y un poco después, viéndolo otro, dijo: También tú eres uno de ellos. Mas Pedro dijo: Hombre, no lo soy.

59 Y pasada como una hora, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también este estaba con él, porque es galileo.

60 Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, estando él aún hablando, cantó el gallo.

61 Entonces, volviéndose el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, como le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces.

62 Y saliendo fuera Pedro, lloró amargamente.

63 Y los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él, golpeándolo;

64 y vendándole los ojos, herían su rostro y le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?

65 Y decían otras muchas cosas, injuriándolo.

66 Y cuando fue de día, se juntaron los ancianos del pueblo, y los principales sacerdotes, y los escribas, y lo trajeron al concilio de ellos,

67 diciendo: ¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeréis;

68 y también si os preguntare, no me responderéis ni me soltaréis.

69 Mas desde ahora el Hijo del hombre se sentará a la diestra del poder de Dios.

70 Y dijeron todos: Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que yo lo soy.

71 Entonces ellos dijeron: ¿Qué necesidad tenemos aún de testimonio? Porque nosotros lo hemos oído de su boca.


 

Lucas capítulo 23 

1 Y levantándose toda la multitud de ellos, lo llevaron a Pilato.

2 Y comenzaron a acusarlo, diciendo: Hemos hallado a este que pervierte la nación, y que prohíbe dar tributo al César, diciendo que él es el Cristo, el rey.

3 Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiéndole él, dijo: Tú lo dices.

4 Y Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la multitud: Ningún delito hallo en este hombre.

5 Mas ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.

6 Entonces Pilato, cuando oyó decir Galilea, preguntó si el hombre era galileo.

7 Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que también estaba en Jerusalén en aquellos días.

8 Y Herodes, viendo a Jesús, se alegró en gran manera, porque hacía mucho que deseaba verlo, pues había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba ver alguna señal hecha por él.

9 Y le preguntaba con muchas palabras, pero él nada le respondió.

10 Y estaban allí los principales sacerdotes y los escribas acusándolo con vehemencia.

11 Mas Herodes, con sus soldados, lo menospreció y escarneció, vistiéndolo de una ropa espléndida; y lo volvió a enviar a Pilato.

12 Y Pilato y Herodes se hicieron amigos aquel mismo día, pues antes eran enemigos entre sí.

13 Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, y a los gobernantes, y al pueblo,

14 les dijo: Me habéis presentado a este hombre como uno que desvía al pueblo; y he aquí, habiéndolo interrogado yo delante de vosotros, no he hallado delito alguno en este hombre de aquellos de que lo acusáis.

15 Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, ninguna cosa digna de muerte ha hecho.

16 Lo soltaré, pues, después de castigarlo.

17 Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta.

18 Mas todos a una dieron voces, diciendo: ¡Fuera con este, y suéltanos a Barrabás!

19 Este había sido echado en la cárcel por una revuelta ocurrida en la ciudad y un homicidio.

20 Y les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús.

21 Pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícalo, crucifícalo!

22 Y él les dijo la tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho este? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; lo castigaré, pues, y lo soltaré.

23 Mas ellos insistían a grandes voces, pidiendo que fuera crucificado. Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecían.

24 Entonces Pilato sentenció que se hiciera lo que ellos pedían;

25 y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por rebelión y homicidio, a quien habían pedido, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

26 Y llevándolo, tomaron a cierto Simón cireneo, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevara tras Jesús.

27 Y lo seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, las cuales lloraban y hacían lamentación por él.

28 Mas Jesús, vuelto a ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.

29 Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no engendraron, y los pechos que no criaron.

30 Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.

31 Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué se hará?

32 Y llevaban también con él otros dos, que eran malhechores, para ser muertos.

33 Y cuando llegaron al lugar que se llama de la Calavera, lo crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartiendo sus vestidos, echaron suertes.

35 Y el pueblo estaba mirando; y con ellos también se burlaban de él los gobernantes, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si este es el Cristo, el escogido de Dios.

36 Los soldados también lo escarnecían, acercándose y ofreciéndole vinagre,

37 y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

38 Y había también sobre él una inscripción escrita con letras griegas, y latinas, y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.

39 Y uno de los malhechores que estaban colgados lo injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.

40 Y respondiendo el otro, lo reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?

41 Y nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo.

42 Y dijo a Jesús: Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.

43 Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

44 Y cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.

45 Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad.

46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Y habiendo dicho esto, expiró.

47 Y cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.

48 Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.

49 Mas todos sus conocidos, y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.

50 Y he aquí un varón llamado José, el cual era consejero del concilio, varón bueno y justo

51 (este no había consentido en el consejo ni en los hechos de ellos), de Arimatea, ciudad de los judíos, el cual también esperaba el reino de Dios;

52 este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús.

53 Y bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo puso en un sepulcro excavado en una peña, en el cual ninguno había aún sido puesto.

54 Y era el día de la Preparación de la Pascua, y estaba comenzando el sábado.

55 Y lo siguieron también las mujeres que habían venido con él desde Galilea, y vieron el sepulcro y cómo fue puesto su cuerpo.

56 Y al regresar, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y reposaron el sábado, conforme al mandamiento.


 

Lucas capítulo 24 

1 Y el primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas.

2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro.

3 Y al entrar, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.

4 Y aconteció que, estando ellas muy perplejas por esto, he aquí se pusieron junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes;

5 y como ellas tuvieron temor y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?

6 No está aquí, sino que ha resucitado; acordaos de cómo habló cuando aún estaba en Galilea,

7 diciendo: Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y que resucite al tercer día.

8 Entonces ellas se acordaron de sus palabras,

9 y volviendo del sepulcro, dieron las nuevas de todas estas cosas a los once y a todos los demás.

10 Y eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, las que dijeron estas cosas a los apóstoles.

11 Mas a ellos les parecían como locura las palabras de ellas, y no las creyeron.

12 Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro; e inclinándose a mirar, vio los lienzos solos puestos allí, y se fue maravillándose de lo que había sucedido.

13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén.

14 E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían sucedido.

15 Y aconteció que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó e iba con ellos.

16 Mas los ojos de ellos estaban impedidos para que no lo reconocieran.

17 Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?

18 Y respondiendo uno, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido estos días?

19 Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, quien fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;

20 y cómo lo entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y lo crucificaron.

21 Mas nosotros esperábamos que él fuera el que había de redimir a Israel; ahora, además de todo esto, hoy es el tercer día desde que esto aconteció.

22 Aunque también unas mujeres de los nuestros nos han asombrado, las cuales fueron muy de mañana al sepulcro,

23 y al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive.

24 Y algunos de los que estaban con nosotros fueron al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, mas a él no lo vieron.

25 Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!

26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en su gloria?

27 Y comenzando desde Moisés, y desde todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que decían acerca de él.

28 Y se acercaron a la aldea a donde iban, y él hizo como que iba más lejos.

29 Mas ellos le insistieron, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos.

30 Y aconteció que, estando sentado con ellos a la mesa, tomando el pan, lo bendijo, y lo partió y les dio.

31 Entonces fueron abiertos los ojos de ellos y lo reconocieron; mas él desapareció de delante de ellos.

32 Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras?

33 Y levantándose en esa misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos,

34 que decían: Verdaderamente el Señor ha resucitado, y se ha aparecido a Simón.

35 Y ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo había sido reconocido por ellos al partir el pan.

36 Y entre tanto que ellos hablaban de estas cosas, Jesús mismo se puso en medio de ellos y les dijo: Paz a vosotros.

37 Entonces ellos, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu.

38 Mas él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y por qué suben estos pensamientos en vuestros corazones?

39 Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy. Palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.

40 Y al decir esto, les mostró las manos y los pies.

41 Y como ellos, estando aún maravillados, de gozo no lo creían, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?

42 Entonces ellos le dieron parte de un pescado asado y un panal de miel.

43 Y él lo tomó y comió delante de ellos.

44 Y él les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros, que era necesario que se cumplieran todas las cosas que están escritas de mí en la ley de Moisés, y en los profetas, y en los salmos.

45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras.

46 Y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día;

47 y que se predicara en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.

48 Y vosotros sois testigos de estas cosas.

49 Y he aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; mas vosotros quedaos en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.

50 Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo.

51 Y aconteció que, mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.

52 Y ellos, después de haberlo adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo;

53 y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.


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